- 20 de julio de 2025
Exmilitares colombianos con experiencia en guerra son reclutados por cárteles mexicanos por sueldos mayores a sus pensiones..

"Son sanguinarios, vienen a lo que vienen", advierten habitantes de Michoacán al hablar de los exmilitares colombianos que, desde hace años, han comenzado a aparecer en zonas dominadas por el crimen organizado en México. Su presencia no es casual ni reciente: han sido reclutados por cárteles como el Jalisco Nueva Generación (CJNG) y Los Viagras para fortalecer sus filas y entrenar a sus sicarios.
Una investigación del diario El País reveló cómo estos hombres, curtidos en guerras como la de Ucrania o el conflicto interno colombiano, se han convertido en un factor clave en la escalada de violencia del narco mexicano.
Un nuevo rostro en la guerra del narco
Los exmilitares colombianos llegan a México como turistas, sin necesidad de visa, y rápidamente son integrados a las estructuras criminales. La mayoría tienen entre 22 y 42 años, y cuentan con entrenamiento especializado en combate, explosivos, drones y tácticas militares. En el terreno no solo combaten: adiestran a sicarios, instalan minas antipersona y operan armamento de guerra.
"Los hemos visto patrullando armados en grupo, de noche, con acento extranjero", relatan habitantes de La Ruana, Michoacán, uno de los epicentros de esta guerra informal. En ese mismo estado, un padre y su hijo murieron recientemente tras pisar una mina colocada en una huerta de limón. La estrategia de terror ya no es improvisada: es militar.

Cómo funciona el reclutamiento
Los cárteles mexicanos utilizan redes sociales, grupos de WhatsApp y hasta agencias de viaje colombianas para atraer a los exsoldados. Las ofertas incluyen boletos de avión pagados, alojamiento, alimentación y sueldos que superan por mucho las pensiones militares en Colombia.
"Es un cartel. Son 48 mil pesos mensuales, libre de comida y dormida", se lee en uno de los mensajes captados por El País. Los intermediarios instruyen a los reclutas sobre cómo vestir y qué decir al pasar por migración. Las agencias incluso sugieren portar solo una maleta de mano y mantener un perfil bajo.

El Cártel Jalisco Nueva Generación, considerado el más sanguinario de América Latina, ha sido uno de los principales contratistas de estos mercenarios. Se estima que de los entre 2 mil y 3 mil exmilitares colombianos reclutados, muchos han sido integrados al CJNG, cuyo brazo armado supera los 20 mil elementos.
Además de Michoacán, los mercenarios operan en zonas de alta violencia como Guanajuato, Jalisco, Sinaloa, Durango y Chihuahua. En Uruapan, las autoridades descubrieron recientemente un campamento con uniformes del CJNG, armas de alto calibre y evidencia de entrenamiento supervisado por colombianos.
Una amenaza transnacional sin freno
Pese a que las autoridades mexicanas reconocen tener registros de este fenómeno desde hace más de 15 años, en los últimos tiempos se ha intensificado. Desde octubre, con la llegada de Claudia Sheinbaum a la presidencia y Omar García Harfuch como titular de Seguridad, se han rechazado a más de mil 700 colombianos en los aeropuertos del país. Algunos tenían antecedentes penales; otros, pruebas de que venían a trabajar con los cárteles.
Pero México no ha encontrado suficiente colaboración de Colombia. El gobierno de Gustavo Petro ha sido tibio en su respuesta. Solo después del arresto de 12 colombianos acusados de matar a ocho soldados mexicanos, el presidente reaccionó en redes sociales: "El mercenarismo debe ser castigado en nuestra legislación nacional. Es un robo de recursos públicos que terminan en manos de los narcotraficantes más bárbaros del mundo".

De la guerra a la criminalidad; el narco se profesionaliza
Colombia cuenta con uno de los ejércitos mejor entrenados del mundo. Sus soldados acumulan décadas de experiencia en lucha contrainsurgente. Sin embargo, al retirarse, enfrentan un futuro incierto y pensiones insuficientes, de apenas 650 dólares. Frente a eso, la oferta de los cárteles mexicanos —más de 2 mil 500 dólares mensuales— se vuelve irresistible.
Así, lo que comenzó como una operación marginal, se ha convertido en una amenaza cualitativa. El narco mexicano ha importado tácticas de guerra: drones explosivos, minas antipersona, emboscadas y entrenamiento tipo comando. Un paso más en la militarización del crimen organizado en México.

A través de grupos de WhatsApp, los mercenarios comparten información, advertencias y operativos. "Señores, por favor estén en sus casas, nadie en la calle, anda el gobierno bien bravo", dice uno de los mensajes interceptados. En otro, advierten sobre minas activadas por vacas cerca de donde juegan niños.
La letalidad del crimen organizado en México, ya de por sí alarmante, se intensifica con estos actores entrenados. Mientras las rutas del narcotráfico se defienden como zonas de guerra, la población civil paga el precio. La amenaza ya no son solo los cárteles. Ahora, están respaldados por soldados profesionales. Y vienen entrenados para matar.
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