- 21 de abril de 2025
Durante su viaje apostólico de 2016, el papa Francisco recorrió cinco estados del país en seis días.

En febrero de 2016, México vivió una de las visitas más simbólicas de su historia reciente: el viaje apostólico del papa Francisco, quien murió la mañana de este lunes, según confirmó el propio Vaticano.
Durante seis días, Jorge Mario Bergoglio recorrió el país desde el corazón devoto de la Basílica de Guadalupe hasta la frontera marcada por el dolor de la migración en Ciudad Juárez. No fue una visita de cortesía. Fue un mensaje directo y contundente, dirigido tanto a la jerarquía eclesiástica como a las estructuras de poder político y económico del país.
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Un aterrizaje entre vítores, mariachis y 300 mil fieles
El papa Francisco tocó suelo mexicano el 12 de febrero. Fue recibido en el Hangar Presidencial por Enrique Peña Nieto, Angélica Rivera y el cardenal Norberto Rivera.
En cuanto descendió del avión, cuatro niños le ofrecieron un cofre con tierra, símbolo de la diversidad cultural de México. Desde ese momento, miles lo esperaban en las calles: solo en su trayecto hacia la Nunciatura, unas 300 mil personas salieron a verlo pasar en papamóvil.
Esa noche, ya en su alojamiento en la colonia Guadalupe Inn, el papa salió espontáneamente a saludar a la multitud. "No se olviden cuando van a casa o a dormir, mirar a la virgen, y recordar a los rostros de las personas que queremos, a las que nos quieren pero también a las que no nos quieren, a las que no queremos", dijo antes de rezar un Avemaría.

Una advertencia a la Iglesia desde la Catedral Metropolitana
Un día después, en un encuentro con 165 obispos en la Catedral Metropolitana, Francisco no se anduvo con rodeos: criticó la corrupción interna de la Iglesia y la desconexión con las periferias.
"Solo así se podrá liberar totalmente de las aguas en las cuales lamentablemente se ahogan tantas vidas", dijo, "sea la vida de quien muere como víctima, sea la de quien delante de Dios tendrá siempre las manos manchadas de sangre, aunque tenga los bolsillos llenos de dinero sórdido y la conciencia anestesiada".

Ecatepec, Chiapas y Morelia
El 14 de febrero, el pontífice ofició una misa multitudinaria en Ecatepec ante más de 400 mil personas. Su discurso fue una denuncia directa contra la corrupción, el crimen organizado y la desigualdad.
"Un cristiano no puede menos que demostrar su solidaridad [...] no puede quedar insensible mientras las nuevas generaciones no encuentren el cauce para hacer realidad sus legítimas aspiraciones", dijo, apropiándose de las palabras de Paulo VI.
En Chiapas, el 15 de febrero, ofició una misa en lenguas originarias, acompañado de música de marimba y cantos de niños de Acteal.
Francisco pidió perdón a los pueblos indígenas "por la exclusión e incomprensión" sistemáticas que han padecido. "Qué bien nos haría a todos hacer un examen de conciencia y aprender a decir: ¡Perdón!, perdón hermanos", declaró. También autorizó el uso litúrgico de lenguas indígenas y oró ante la tumba del obispo Samuel Ruiz.
La escala en Michoacán tuvo un destinatario claro: los jóvenes atrapados entre la marginación y el crimen organizado. En el estadio José María Morelos, el papa dijo: "Es mentira que la única forma de vivir, de poder ser joven es dejando la vida en manos del narcotráfico o de todos aquellos que lo único que están haciendo es sembrar destrucción y muerte".
Ese día también bendijo cruces que representarían la "misión joven" a lo largo del país.

Ciudad Juárez: misa en la línea roja de la migración
La despedida fue en la frontera. El 17 de febrero, en Ciudad Juárez, Francisco celebró una misa en "El Punto", a unos metros del muro divisorio. Desde ahí bendijo una cruz dedicada a los migrantes muertos en el desierto y lanzó un llamado humanitario en uno de los contextos más politizados del continente.
El viaje del papa Francisco a México no fue una peregrinación de rutina. Fue una serie de gestos políticos y espirituales que incomodaron tanto al gobierno como a la Iglesia. Desde el mensaje a los obispos hasta la misa con lenguas indígenas, pasando por los encuentros con jóvenes y migrantes, cada palabra fue medida, cada silencio fue elocuente.
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