TRAGEDIA
Miguel vivía bajo el puente de Río Hondo en Naucalpan; se golpeó la cabeza y murió ahogado
Miguel, conocido como "El Quince", intentó descender por los barrotes del puente donde vivía, pero cayó al canal de aguas negras.
La tarde del 18 de noviembre terminó en tragedia para Miguel, un hombre de entre 70 y 75 años que vivía bajo un puente en la colonia La Cañada, en Naucalpan. Su rutina diaria terminó abruptamente cuando intentó descender hacia el canal de Río Hondo. Un resbalón, un golpe en la cabeza y el cauce de aguas negras terminaron por arrebatarle la vida.
Un descenso que terminó en tragedia
De acuerdo con vecinos, Miguel —a quien muchos conocían como "El Quince"— trató de bajar por los barrotes amarillos del puente, como lo hacía a diario para moverse entre su refugio improvisado y la calle. Pero esa mañana la situación era distinta: la mano se le había hinchado después de una picadura de araña.
"En la mañana le picó un araña y la mano se le hinchó; caminó al mercado y pidió ayuda. Así que los carniceros le pusieron un remedio", contó uno de los habitantes de la zona al diario Reforma.
La movilidad reducida le impidió sostenerse con firmeza. La mano falló, su cuerpo perdió estabilidad y Miguel cayó al vacío. Su rostro impactó contra las piedras antes de quedar atrapado en el agua turbia del canal.
Aunque testigos pidieron ayuda de inmediato, ya no presentaba signos vitales cuando llegaron los servicios de emergencia.
Bomberos de Naucalpan descendieron al cauce para recuperar el cadáver. Un rescatista se aseguró a una cuerda y bajó hasta donde yacía el cuerpo de Miguel para amarrarlo por el pecho y subirlo hasta el puente. Durante varias horas, la zona permaneció acordonada por labores de peritaje y trabajo forense.
La vida en el puente: cobijas, concreto y abandono
Miguel vivía bajo el puente ubicado en el cruce de Avenida Navidad y Avenida de los Olivos. Allí había colocado cobijas y objetos para improvisar una vivienda después de que, según vecinos, sus propios hijos lo sacaron de casa.
Los niños del barrio le decían "El Quince", y algunos vecinos le pagaban unas monedas a cambio de que realizara pequeñas pequeñas tareas como barrer o lavar coches.
Tras la caída, vecinos llamaron a sus familiares. Sólo una mujer acudió a identificar el cuerpo.
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La Fiscalía General de Justicia del Estado de México abrió una carpeta de investigación y trasladó el cuerpo al anfiteatro. Hasta el momento, no ha sido formalmente reclamado.
La sucesión de muertes dejó al barrio con una sensación de desamparo. Miguel, "El Quince", pasó de ser una figura cotidiana —el hombre que saludaba, que pedía ayuda para comer, que vivía entre cobijas bajo el puente— a otra víctima de la vulnerabilidad extrema en un municipio golpeado por la violencia y la precariedad.
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