- 13 de agosto de 2025
Un grupo religioso busca recaudar 150 mil dólares para comprar y destruir Labubus, acusándolos de ser la encarnación del demonio Pazuzu.

En medio del fenómeno global que han generado los muñecos Labubu en redes sociales y comunidades de coleccionistas, una organización religiosa ha lanzado una controvertida campaña para erradicarlos. El grupo, que se identifica como una coalición de padres cristianos, asegura que estas figuras no son simples objetos de colección, sino la encarnación del demonio mesopotámico Pazuzu.
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Una campaña con objetivo de exterminio
La iniciativa, que lleva por nombre Labubu is Satán, pretende recaudar 150 mil dólares para comprar y destruir la mayor cantidad de Labubus disponibles en el mercado. Según sus organizadores, el plan incluye adquirir piezas en tiendas oficiales, mercados de reventa y, en particular, un ejemplar denominado "Demonio Alfa", un muñeco gigante que supuestamente controla a los más pequeños.
"La gente cree que son inofensivos, pero no saben lo que están trayendo a sus casas. Labubu no es solo una figura coleccionable, es una puerta abierta a influencias oscuras", declaró uno de los líderes del movimiento en una transmisión en vivo.
El evento de destrucción, de carácter simbólico, será transmitido en línea y, de acuerdo con sus impulsores, enviará un mensaje "tanto a los consumidores como a Satanás".
Argumentos de la organización
En su sitio web oficial, el grupo asegura que su misión es "proteger a los niños de influencias demoníacas infiltradas en la cultura popular". Afirman que la imagen de Labubu —con sus orejas puntiagudas, cuernos y sonrisa "bestial"— representa un sistema de transmisión de energía satánica disfrazado de ternura.
"Labubu no es inocente. Es el símbolo pervertido de un demonio disfrazado con ropa moderna... ahora se instala de forma encubierta en lo más básico: las manos de los niños", se lee en su manifiesto.
El grupo relaciona a Labubu con Pazuzu, un demonio de la mitología mesopotámica asociado con enfermedades, caos y muerte, popularizado en la película El Exorcista. Aseguran que este "simbolismo satánico" forma parte de una guerra espiritual contra la juventud.

Reacciones divididas
La propuesta ha generado un intenso debate en redes sociales. Mientras algunos usuarios aplauden la iniciativa, compartiendo testimonios de incomodidad o experiencias paranormales vinculadas a la presencia de los muñecos, otros la califican de exagerada o incluso de estrategia publicitaria.
- "Parece que educar a la gente sería mejor que recaudar dinero y comprarlos todos".
- "Si se compran, la empresa simplemente ganará más".
- "A veces la gente no quiere ver sólo por no parecer religioso o conservador. Nada es casualidad,esos muñecos son extraños"
- "Si compran más, aumentará la demanda y se producirán más. Mejoren su estrategia, amigos".
Por su parte, coleccionistas y fanáticos defienden que Labubu es una creación artística de la marca china Pop Mart, sin ninguna connotación maligna. Señalan que acusar al muñeco de encarnar a un demonio carece de sustento y fomenta un pánico moral injustificado.
Un fenómeno de mercado
Los Labubus, que surgieron como parte de las series de figuras de diseño de Pop Mart, se han convertido en objeto de deseo para coleccionistas en todo el mundo. Algunos modelos alcanzan precios elevados en el mercado secundario, especialmente ediciones limitadas.
La campaña de esta organización religiosa, lejos de frenar el interés, podría incrementar la demanda debido al ruido mediático y la percepción de que el producto es "prohibido" o "controvertido".
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Próximos pasos
Según los organizadores, el proceso de compra de los muñecos iniciará una vez se alcance un porcentaje significativo de la meta de 150 mil dólares. El acto de destrucción pública incluirá discursos, oraciones y la quema o desmantelamiento de los Labubus adquiridos.
Aunque no se ha revelado la fecha exacta del evento, el grupo asegura que busca "poner fin a la influencia del Demonio Pazuzu en los hogares" y que continuará con otras campañas contra objetos que consideren portadores de simbolismo satánico.
El caso plantea un nuevo capítulo en la tensión entre creencias religiosas, libertad artística y cultura pop, evidenciando cómo un simple objeto coleccionable puede convertirse en el centro de un intenso debate social y espiritual.

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