En la década de los 60 del siglo pasado, Nishitani Yosuke, profesor del Instituto Pesquero Experimental de Hokkaido en Japón, descubrió que al agregar azúcar a esta mezcla se podía extender aún más su duración y fue así como se comenzó a comercializar de manera intensiva como imitación cangrejo.
La realidad es que el surimi es el equivalente a una salchicha, pero hecha de pescado, para ello se pica y muele la carne pescados baratos -como el abadejo- hasta lograr una pasta gelatinosa a la que se le agrega almidón, azúcar, goma, sal y el controvertido glutamato monosódico; esto además de compuestos como Omega-3 para darle algo de valor nutritivo.
El surimi es considerado un alimento ultra procesado debido a la gran cantidad de ingredientes industriales que se le agregan, por lo que se aconseja no comerlo con demasiada frecuencia.
Además, los colorantes utilizados para darle esa apariencia tan apetitosa pueden causar alergias.
Sin embargo, no todo es malo, el surimi es bajo en grasas y aporta una gran cantidad de proteínas de origen animal.
Además, se aprovechan especies de pescado poco consumidas debido a su apariencia o sabor, y su versatilidad le ha permitido colarse en las latas de imitación angula, una especie prácticamente en veda permanente.
Otra de las presentaciones en las que podemos encontrar el surimi son las imitaciones de cola de langosta, imitación de camarón gigante o imitación de carne de cangrejo, por mencionar algunas. Aunque su sabor no se compara con ninguno de los originales, su apariencia puede engañar a uno que otro despistado.
En las tiendas de autoservicio puedes encontrarlo en distintas marcas y presentaciones a precios muy accesibles. Te recomendamos que compres aquellas con contenido se sodio más bajo y disfrutes sin culpa unas ricas tostadas de surimi en esta época del año.