El pasado 18 de noviembre un paciente de alrededor de 30 años que decía llevar días sintiéndose cansado y con dolor en el cuerpo llegó a consulta con la doctora Angelique Coetzee, presidenta de la Asociación Médica de Sudáfrica, quien fue la primera en detectar a la variante Omicrón.
A lo largo del día se presentaron otros pacientes con síntomas similares, por lo que Coetzee decidió alertar al comité asesor de vacunas del Ministerio de Salud.
A Coetzee los síntomas le resultaron inusuales y decidió hacer un test rápido en su consultorio: dolor de cabeza, no tenían realmente dolor de garganta, sino como una picazón, sin tos ni pérdida de gusto u olfato.
La doctora dijo a la cadena BBC que no han hospitalizado a nadie aún: "He hablado con otros colegas y el panorama es el mismo".
El 25 de noviembre investigadores sudafricanos anunciaron que habían identificado la variante B.1.1.529, denominada al día siguiente Ómicron por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que advirtió que representa un "riesgo muy alto" para el mundo.
La OMS también indicó que aún es muy pronto para saber exactamente qué tan peligrosa es esta cepa y tampoco se puede saber inmediatamente qué tanto resiste a las vacunas ya existentes.
Indicó que aún no se han reportado muertes relacionadas con Ómicron, aunque se necesita más investigación para evaluar su potencial.