Desde épocas remotas el ser humano se ha fascinado y beneficiado con el mar, su inmensidad ha dado pie a las leyendas más alocadas y sus frutos han deleitado los paladares de reyes y mendigos.
Son estos frutos del mar los que, en fechas recientes, han generado diferencias entre quienes cuestionan el consumo de pescados y mariscos argumentando el alto grado de contaminación y la sobreexplotación de la que son víctimas, y por otro lado quienes aumentan considerablemente su consumo, sobre todo en estas fechas cuaresmales.
El consumo de pescado se considera fundamental en una alimentación saludable ya que aportan ácidos grasos omega-3 fundamentales durante el embarazo y la lactancia para la formación de las membranas celulares del feto. Los pescados que se comen con espinas, como la sardina, aportan el calcio necesario para el correcto desarrollo de los huesos y dientes.
Además del contenido de vitaminas A, E, D y del complejo B, aportan antioxidantes que son un factor de protección contra el cáncer y enfermedades cardio-vasculares y crónico- degenerativas.
Sin embargo, existen también algunos contras; el principal de ellos es el alto contenido de mercurio -uno de los elementos más tóxicos para el ser humano- presente en especies como el atún, sierra, dorado, pargo y cazón.
Este metal puede dañar seriamente el sistema inmune, aparato digestivo, riñones y pulmones.
Otro riesgo encontrado recientemente son las partículas de plástico que se encuentran presentes pescados y mariscos, derivado de la contaminación provocada por el ser humano.
Por ello es que se recomienda mantener una dieta balanceada que incluya diferentes grupos alimenticios y consultar con un especialista de la salud en caso de presentar alguna reacción adversa posterior al consumo de estos.
