- 01 de agosto de 2025
En 1976, el director de grandes películas de la Época de Oro del cine mexicano fue el protagonista de un crimen que marcaría su vida para siempre.

En la historia del cine mexicano, pocos nombres evocan tanto respeto, nostalgia y controversia como el de Emilio "El Indio" Fernández. Director de clásicos como Pueblerina (1946) y Salón México (1948), su figura se ha consolidado como uno de los pilares de la Época de Oro del cine nacional. Pero detrás de la cámara, Fernández era un personaje explosivo, conocido por su temperamento y episodios violentos.
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Uno de estos episodios marcó un antes y un después en su vida: el asesinato del campesino Javier Aldecoa Robles, ocurrido el 30 de mayo de 1976 en el pueblo de Viesca, Coahuila, así lo revela Laura Sánchez Ley en Archivero. La historia de este crimen, que podría parecer parte de un guion, es uno de los casos más oscuros y olvidados de la cultura popular mexicana.
De la ficción al crimen real
A mediados de los años 70, "El Indio" Fernández planeaba rodar México Norte, un remake de Pueblerina. Para ello, realizaba un recorrido de locaciones por el norte del país. Aunque inicialmente enamorado de Viesca, Coahuila, terminó filmando en Álamos, Sonora. Sin embargo, fue en Viesca donde ocurrió el suceso trágico que cambiaría su destino.
Ese 30 de mayo, Fernández llegó acompañado del doctor Luis Maeda y miembros de su equipo de producción. Estaban tomando fotografías de locaciones como la parroquia de Santiago Apóstol y la antigua Hacienda de Hornos. Durante el recorrido, un grupo de gitanos lo reconoció y lo invitó a tomar café turco en su campamento. El artista aceptó, no sin antes tomar unas copas para mitigar el calor.
La llegada de Javier Aldecoa y la tragedia
A las seis de la tarde, Fernández llegó al campamento acompañado de su equipo. Poco después, un autobús descendió a varios campesinos del Ejido Venustiano Carranza. Entre ellos iba Javier Aldecoa Robles, de 26 años, visiblemente ebrio. Según testigos, comenzó a insultar a los gitanos, gritándoles que eran delincuentes y exigiendo que se fueran del lugar.
El conflicto escaló rápidamente. Uno de los acompañantes de "El Indio" intentó mediar, pero la tensión creció. Fernández, molesto por la escena, desenfundó una pistola calibre .45 y disparó dos veces al pecho de Aldecoa. El campesino cayó herido y fue trasladado en un autobús rumbo al hospital en Torreón, pero murió en el camino.

La huida de película
Después del incidente, Fernández y su equipo regresaron al Hotel Río Nazas, donde el cineasta se tomó dos copas en el bar antes de desaparecer. Según reportes de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), emprendió una fuga que parecería escrita para uno de sus filmes. Pasó por la Ciudad de México, luego viajó a Bacalar, en Quintana Roo, y cruzó por Belice, El Salvador y finalmente Guatemala.
Fue en este último país donde, sorprendentemente, se entregó. Acompañado del embajador de México en Guatemala, Federico Barreda Fuentes, "El Indio" expresó:
"Tengo una responsabilidad como hombre y como artista".
Fue extraditado el 5 de junio de 1976 y llevado directamente a la cárcel municipal de Torreón.
A pesar de que el crimen era claro, "El Indio" Fernández recibió una condena de apenas cuatro años de prisión. Pero la polémica no terminó ahí. En diciembre de ese mismo año, apenas cinco meses después de su encarcelamiento, obtuvo su libertad bajo fianza. Según medios de la época, pagó 150 mil pesos —equivalentes a unos 4 mil 500 dólares— como compensación a la familia de Javier Aldecoa Robles.
Un carácter temido dentro y fuera del cine
El asesinato de Aldecoa no fue el único episodio violento en la vida de Fernández. Conocido por su carácter irascible, su trato hacia colegas y actores era igualmente temido. La cantante Chavela Vargas lo describió como un "hombre detestable y maltratador". Recordó cómo en su casa disparó a unos patos desde la ventana y luego le apuntó a ella: "por putos", le dijo, sin remordimiento.
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Su violencia, tanto física como simbólica, se reflejaba en los personajes que interpretaba: hombres duros, charros con moral ambigua, y símbolos de la masculinidad nacional. Él mismo lo decía:
"El charro mexicano significa para mí y para todos los mexicanos el símbolo de la hombría y la mexicanidad".
Fernández nació en 1904, hijo de un coronel revolucionario y una mujer del pueblo kikapú. Se formó entre la rigidez militar y la pasión por el arte. Participó en la Revolución Mexicana, trabajó como panadero, maestro de tiro y hasta clavadista en Acapulco. Su entrada al cine fue tan mítica como polémica: incluso se dice que posó desnudo para el diseño de la estatuilla del Oscar, aunque nunca fue confirmado.
A pesar de su talento indiscutible como director y actor, su legado está irremediablemente marcado por ese día en Viesca. Aunque volvió a trabajar en la industria tras su liberación, el asesinato de Javier Aldecoa Robles quedó en la memoria colectiva como una herida abierta.
Una estrella, una sombra
El asesinato que cometió Emilio "El Indio" Fernández es una muestra de cómo el poder, la fama y la violencia pueden entrelazarse con la impunidad. En la narrativa oficial del cine mexicano, este hecho suele pasar de puntillas, pero sigue siendo una historia indispensable para entender al hombre detrás de la leyenda.
Porque ese 30 de mayo de 1976, el director que filmaba héroes rurales, que idealizaba la justicia campesina y la lucha por el honor, mató con sus propias manos a un joven campesino en la vida real. Luego huyó, como lo haría uno de sus personajes. Sólo que esta vez, las cámaras no se apagaron.

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