- 10 de agosto de 2025
En el Ajusco, vecinos denuncian que un espacio abandonado se ha convertido en punto de reunión para consumo de drogas y actividades delictivas.

Lo que alguna vez fue un área de recreación para las familias a faldas del Ajusco, hoy se ha convertido en un foco rojo para la seguridad de Tlalpan. Entre bosques y calles empedradas, un lugar conocido como "el picadero" funciona a plena vista como centro de reunión para menores de edad que consumen drogas, cometen asaltos y se ven arrastrados a redes delictivas, ante la mirada impotente de vecinos y la ineficacia de la vigilancia.
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En la comunidad de Santo Tomás Ajusco, al sur de la Ciudad de México (CDMX), la preocupación crece día a día. Los testimonios de quienes viven allí describen un panorama alarmante: jóvenes, algunos apenas adolescentes, se involucran en actividades delictivas y caen en el consumo de sustancias ilícitas.
David, residente del pueblo, ha sido víctima directa de la inseguridad. Relata que en los últimos años ha sufrido asaltos en calles donde, paradójicamente, hay cámaras de seguridad, aunque inoperantes.
La frustración y la impotencia, son un sentir compartido por muchos vecinos, quienes aseguran que la vigilancia es más una ilusión que una realidad. Y eso, a pesar de que existe un cuartel de la Guardia Nacional y un operativo de seguridad en la entrada del Ajusco.
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El gancho para menores
Más allá de los robos y la violencia, hay un problema que crece en silencio: el reclutamiento de menores para el consumo de drogas. Una vecina, denunció que ciertas canchas de frontenis sirven como "gancho" para atraer a niños y adolescentes.
"Los invitan a jugar, luego los llevan a otras actividades... y así los van metiendo al consumo de cristal. Muchos tienen entre 12 y 17 años", explicó.
Estas prácticas, aseguran los vecinos, están normalizando el contacto de los jóvenes con sustancias peligrosas, convirtiéndolos en consumidores y eventualmente, en parte de redes de narcomenudeo.
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En este contexto aparece "el picadero", un sitio que los habitantes ubican perfectamente, una cancha de frontenis abandonada junto a una vivienda en ruinas, cubierta de basura y escombros. Ahí, entre paredes deterioradas, se reúnen menores para consumir y vender drogas.
David cuenta que incluso su propia familia ha sido alcanzada por esta realidad.
"Aquí encontré a mi prima, de 15 años. Estaba con otros chicos que sus familias tampoco encontraban. Los saqué de ahí", relata con voz firme, aunque visiblemente afectado.

El lugar muestra huellas claras de actividad ilegal. Durante un recorrido, un equipo de Imagen Noticias halló chips de teléfonos, botellas de clonazepam y restos de otras pastillas.
Sin cámaras ni presencia policial, "el picadero" es terreno libre para los vendedores de droga. Vecinos afirman que aprovechan la vulnerabilidad de adolescentes que pasan gran parte del día solos. Les ofrecen compañía, "amistad" y, finalmente, sustancias que los mantienen atados al lugar.
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