- 15 de junio de 2025
Presentada en el FICG 40, la película de José Manuel Cravioto convierte la leyenda del Woodstock mexicano en una de las mejores películas mexicanas del año.

Autos, mota y rocanrol, dirigida por José Manuel Cravioto, tuvo su estreno en la edición 40 del Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG) con una calurosa recepción. La película, que reconstruye libremente el mítico Festival de Avándaro —celebrado el 11 de septiembre de 1971—, mezcla archivo con ficción para contar con humor el origen de un evento que dividió a México.
En Q&A después de la función, Cravioto relató que el detonante fue una sugerencia del productor Javier Nuño:
"Deberías hacer la película de Avándaro", le dijo. La propuesta en un inicio le parecía lejana, pero todo cambió cuando conoció a Justino Compeán, uno de los organizadores del festival original, quien le contó todos los detalles sobre cómo ocurrieron los hechos.
"Cuando me cuenta la historia de estos dos chicos que querían organizar unas carreras y este concierto... esa es la historia que a mí me interesaba contar", explicó el director.
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La cinta se centra precisamente en Compeán y Eduardo "El Negro" López Negrete, interpretados magistralmente por Emiliano Zurita y Alejandro Speitzer, quienes accidentalmente orquestaron el Woodstock mexicano. La película tiene un tono de comedia irreverente, que mezcla imágenes de archivo con escenas actuadas. El resultado es una narrativa ingeniosa en donde el caos, la juventud y la improvisación se convierten en protagonistas.
Pero más allá del humor, el filme apunta a una pregunta de la que pocos sabían la respuesta: "¿Quién lo había organizado? ¿Quién fue quien organizó esto?".
La cinta recupera esa pieza perdida del mito: la identidad de los responsables. Tal como lo explicó el propio director, durante mucho tiempo se ocultó deliberadamente quiénes estaban detrás del festival.
"(Compeán )Se tuvo que ir efectivamente exiliado a Brasil y el Negro tuvo que esconderse en México mientras se alivianaba todo... en los medios era mejor no hablar de este evento que desmoralizó al país y fue un acto impúdico".
Esa omisión histórica, marcada por el miedo, el escándalo y la censura, es resignificada desde la ficción como una forma de devolver la voz a quienes impulsaron —sin planearlo del todo— una sacudida cultural al país, en su estado más conservador.
"Fue una oportunidad para hablar de un tema importante": Cravioto
Para Cravioto, Autos, mota y rocanrol es más que una reconstrucción: es una reflexión sobre un país atrapado entre la represión y el deseo de libertad. Al mismo tiempo, funciona como un homenaje al rock y a los festivales que desaparecieron durante años tras el agridulce sabor que Avándaro dejó en la política, los medios y la sociedad.
"Fue una oportunidad para hacer un tributo al rock que amo profundamente, al cine mismo, al arte en general y esta historia magnífica de la música que fue Avándaro que para mí fue una una oportunidad para hablar de un tema importante que fue el antes y el después de los festivales, ese México en donde confluyeron los chicos que provenían de todo el tipo de ciudades, de provenencias, de clases sociales, la policía, el gobierno federal, el gobierno local, estatal, los militares... pero cuando se hunde esto y por cierto muere el rock y se queda en coma, creo que también la cultura, pasaron 15 o 20 años para que volviera a ser esto masivo... era una oportunidad para hablar de esto..."

Justino Compeán rompe el silencio 54 años después
Uno de los momentos más emotivos del encuentro fue escuchar al propio Justino Compeán, quien durante décadas había evitado hablar de su papel en Avándaro.
"Me mantuve muy callado después de regresar de Brasil porque no era fácil... Estar en puestos públicos y que supieran que yo había organizado eso", compartió con franqueza.
Compeán reconoció la libertad creativa que tuvo el equipo de Cravioto: "Tuvo absoluta libertad para interpretar lo que les acabo de comentar. Eso es sumamente positivo." Además, agradeció que, por fin, sus nietos y nuevas generaciones puedan conocer la historia desde otro ángulo: "Cuando el 11 de septiembre... puedan verlo, van a decir: ´Oye abuelo, no friegues´, ¿no?"
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Autos, mota y rocanrol va más allá de reconstruir un evento, la cinta celebra el caos, la música y la necesidad de desobedecer. Es una película que —al igual que el festival que la inspira— irrumpe con fuerza, sin pedir disculpas.
Con una edición impecable, una podersosa fotografía, actuaciones precisas, un diseño sonoro envolvente y un guion que es una joya de la comedia, se posiciona como una de las mejores películas mexicanas no sólo del año sino de la década.
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