- 01 de octubre de 2024
Con la llegada de Sheinbaum a la presidencia, se renuevan las expectativas sobre el futuro de las fuerzas armadas en México
El 1 de octubre marcará un hito histórico en México, ya que por primera vez, una mujer, Claudia Sheinbaum, asumirá el mando supremo de las fuerzas armadas del país. Este hecho ha suscitado una oleada de expectativas y demandas por parte de activistas y organizaciones humanitarias, quienes esperan que Sheinbaum sea la figura de cambio necesaria para reconfigurar la relación entre el gobierno y los militares. ¿Estará Sheinbaum a la altura de estas demandas y logrará implementar los cambios necesarios para una transformación en las fuerzas armadas?
Desde su posición como máxima autoridad militar, Sheinbaum enfrenta el reto de responder a las demandas de organizaciones como Amnistía Internacional, que han pedido un giro en la política de dependencia que el gobierno mexicano ha mantenido con las fuerzas armadas. En las últimas décadas, especialmente bajo la administración de López Obrador, las fuerzas armadas han recibido un aumento significativo en sus responsabilidades y presupuesto, expandiendo su influencia a áreas civiles como la gestión de aduanas, aeropuertos, y grandes proyectos de infraestructura.
La centralidad de los militares en la política de seguridad ha sido una constante en México durante casi dos décadas, sin que esto haya logrado frenar la violencia derivada de los poderosos cárteles de la droga que dominan vastas regiones del país. Ante este panorama, las voces de activistas y organizaciones humanitarias se alzan con mayor fuerza, reclamando a Sheinbaum que revierta esta tendencia y restablezca el control civil sobre la seguridad pública.
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En días recientes, activistas y organizaciones humanitarias han intensificado sus exhortos a Sheinbaum para que detenga una reforma constitucional en materia militar que se discutirá en octubre en el Congreso. De aprobarse, esta reforma legitimaría la participación de los militares en todos los ámbitos de la vida pública civil, consolidando las funciones que ya desempeñan, como la construcción y gestión de grandes proyectos de infraestructura.
Las organizaciones humanitarias exigen el regreso de los militares a los cuarteles y que las policías del país —federales, estatales y municipales— retomen el control de la seguridad pública, una función que han visto mermada desde 2006 debido a recortes presupuestarios y limitaciones en equipamiento y áreas de acción.
Hasta el momento, Sheinbaum no ha dado señales claras de que vaya a realizar cambios significativos en las políticas implementadas por López Obrador. El presidente saliente dejó en manos de los militares la gestión de aduanas y aeropuertos, la construcción de proyectos emblemáticos, el mantenimiento de carreteras, el manejo de una aerolínea y la distribución de medicamentos y vacunas, justificando estas decisiones con la supuesta eficiencia y transparencia de las fuerzas armadas.
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Sheinbaum, por su parte, ha manifestado su apoyo a la controvertida reforma constitucional propuesta por López Obrador, que transferiría el control de la Guardia Nacional (originalmente de naturaleza civil) a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena). Aunque la Suprema Corte de Justicia declaró inconstitucional este traspaso el año pasado, el respaldo de Sheinbaum sugiere una continuidad en la militarización de la seguridad pública.
¿Un cambio en la cultura militar?
El otro gran desafío que enfrenta la presidenta electa es la posibilidad de nombrar a mujeres en los altos mandos de la Defensa Nacional y la Armada. Aunque ha evitado dar nombres antes de su toma de posesión, la legislación mexicana establece que estos cargos deben ser ocupados por generales de división y almirantes, rangos que aún no han alcanzado las mujeres en México.
Actualmente, menos del 20% de los aproximadamente 200,000 elementos de las fuerzas armadas son mujeres, y solo un 10% de ellas están en unidades de armas. Esta situación plantea una barrera significativa para el avance de las mujeres a posiciones de alto mando, limitando su influencia en la toma de decisiones operativas.
Analistas y expertos son escépticos respecto a cambios inmediatos. La analista Daira Arana Aguilar señala que la "relación de dependencia del gobierno con los militares" es muy fuerte y que Sheinbaum podría enfrentar dificultades para proponer cambios significativos en el ámbito militar debido a un "contexto de desconocimiento" sobre la función y capacidades de las fuerzas armadas, una situación que, según ella, también afectó a mandatarios anteriores.
Por otro lado, dentro de las fuerzas armadas hay voces que ven con optimismo la llegada de Sheinbaum. La teniente coronel Leticia Yáñez Domínguez expresó su confianza en la capacidad de las mujeres para asumir retos significativos, aunque sin profundizar en detalles.
La transferencia de la Guardia Nacional al control de la Sedena es otro punto crucial en la agenda de Sheinbaum. A pesar de las críticas y el fallo de la Suprema Corte, la futura presidenta ha defendido esta medida, argumentando que la política de seguridad debe ser definida por el gobierno federal. Sin embargo, hasta ahora no ha ofrecido un plan claro para reducir la participación de los militares en tareas de seguridad pública.
Sheinbaum se ha comprometido a mejorar las condiciones laborales y la formación de las policías, a crear un centro nacional de inteligencia e investigación, y a desarrollar programas sociales para prevenir que los jóvenes sean captados por la delincuencia. No obstante, estos compromisos aún no se traducen en una estrategia concreta para disminuir la influencia militar en la seguridad pública.
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