- 07 de noviembre de 2025
El modelo educativo finlandés se ha consolidado a partir de la equidad, la confianza y la formación docente de alto nivel.

El modelo educativo finlandés se ha consolidado a partir de la equidad, la confianza y la formación docente de alto nivel. Es un sistema que promueve tanto la excelencia académica como el bienestar social. Su énfasis en habilidades para la vida, espacios flexibles de aprendizaje y participación estudiantil ofrece elementos que pueden inspirar a México, siempre que se adapten al contexto local.
Hablar de educación en Finlandia es como asomarse a un laboratorio vivo de innovación. Durante décadas, este pequeño país del norte de Europa ha sorprendido al mundo con su modelo educativo, basado en la confianza, la equidad y una visión holística del aprendizaje. Pero más allá de la admiración, la gran pregunta es: ¿qué de todo esto podemos rescatar para nuestras escuelas en México y cómo lo llevamos a la práctica?
Un poco de historia para entender su presente
Para comprender el sistema educativo finlandés hay que mirar su historia. Durante siglos, Finlandia fue dominada primero por Suecia y después por Rusia; su independencia apenas data de 1917. Tras la Segunda Guerra Mundial, muchos soldados que habían sido granjeros regresaron al país y decidieron estudiar. Desde ahí comenzó una apuesta nacional por la educación como motor de desarrollo.
En 1974 se implementó una reforma profunda: desde entonces, todos los docentes deben cursar una maestría universitaria para ejercer la docencia. Medio siglo después, esa decisión se refleja en un sistema consolidado que combina alta calidad con inclusión. Hoy, la mayor parte del producto interno bruto del país se sustenta en la innovación tecnológica, el diseño y el conocimiento.
Valores que sostienen su modelo
Dos palabras clave atraviesan la cultura educativa finlandesa: confianza y equidad.
“Confianza” significa creer en la docencia, en el alumnado, en las instituciones y en el gobierno. Nadie parte de la idea de que alguna persona fallará; al contrario, se trabaja desde la certeza de que todos y todas cumplirán con responsabilidad.
“Equidad” implica que todos los niños y las niñas del país, sin importar su origen, tienen acceso a la misma calidad educativa. No hay escuelas “de primera” y “de segunda”. Además, en cada centro hay especialistas de apoyo que trabajan con pequeños grupos, garantizando una inclusión real y no solo discursiva.
Aprendizaje para la vida
Las escuelas finlandesas no se concentran únicamente en los contenidos académicos. Desde la educación preescolar, se desarrollan habilidades para la vida: pensamiento crítico, creatividad, inteligencia emocional, resolución de problemas, alfabetización digital y trabajo colaborativo.
Además, los grupos cuentan, en promedio, con 22 alumnos y alumnas por salón, lo que permite una atención personalizada y relaciones más cercanas. La relación entre docentes y estudiantes es horizontal, “ojo a ojo”, sin jerarquías rígidas que impidan el diálogo.
Espacios que inspiran
Visitar una escuela finlandesa es entrar a un entorno que invita a aprender. Los espacios de bienestar están diseñados para el descanso y la creatividad: rincones con pufs y ventanales, lugares para leer o dormir la siesta, salones flexibles que se adaptan al trabajo individual o en equipo. Cada aula cuenta con su propia biblioteca, además de la biblioteca escolar.
Las artes y la tecnología tienen un lugar central: talleres de carpintería, música, teatro, cocina y ciencias se entrelazan con las asignaturas tradicionales. Las alumnas y los alumnos aprenden a planchar, coser, usar sierras o cocinar, porque la autonomía es considerada una meta fundamental al egresar de secundaria.
Flexibilidad como norma
Uno de los aspectos más sorprendentes del sistema finlandés es su flexibilidad. A los 14 o 15 años, los y las estudiantes pueden elegir entre preparatoria académica o educación vocacional, y si cambian de opinión, el sistema les permite hacerlo sin penalizaciones. Esto reconoce algo obvio: a esa edad, ellos y ellas aún están descubriendo qué quieren estudiar y a qué se quieren dedicar en la vida adulta.
En preparatoria, el ciclo escolar se divide en cinco periodos al año, cada uno con proyectos de varios días que integran conocimientos de distintas áreas.
La evaluación no se centra solo en resultados, sino en procesos, incluye retroalimentación constante y da lugar a portafolios con productos de cada estudiante construidos a lo largo del tiempo.
La felicidad como indicador
Finlandia encabeza, año tras año, el ranking de los países más felices del mundo. Un concepto clave de su cultura es el sisu, que significa la determinación de seguir adelante a pesar de las dificultades. Este término se parece a grit, la cualidad descrita por la psicóloga Angela Duckworth y que significa perseverancia, resistencia y fuerza interior.
No es casualidad que un país que cultiva la resiliencia y el bienestar de su gente también haya logrado un sistema educativo exitoso. La felicidad no se considera un lujo, sino un indicador de calidad de vida y de aprendizaje.
Cultura y acceso
La red de bibliotecas públicas en Finlandia es impresionante, además de que cada escuela cuenta con una. El préstamo interbibliotecario asegura que cualquier persona pueda acceder a cualquier libro, sin importar en qué ciudad o pueblo viva.
El Estado también financia visitas escolares a museos y centros culturales, incluso cuando están fuera de la ciudad donde se ubica la escuela. Esto garantiza que la cultura y el arte formen parte de la experiencia educativa de todas y todos los estudiantes, independientemente de donde vivan.
Consejos estudiantiles y ciudadanía activa
Desde preescolar, los niños y las niñas participan en consejos estudiantiles obligatorios por ley. Ahí votan, toman decisiones y reflexionan sobre el bienestar escolar. De esta forma, la educación democrática no se enseña solo en teoría, sino que se vive desde la infancia.
Esto refuerza la idea de que la escuela no solo prepara para aprobar exámenes, sino para ser ciudadanos activos, con voz y responsabilidad en la comunidad.
STEM, STEAM y gamificación
En algunas preparatorias, los alumnos y las alumnas pueden integrarse a programas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) o STEAM (donde se suman las artes). Los proyectos son intensivos y colaborativos, y se apoyan en plataformas como Lukema, que promueve la lectura y el pensamiento crítico.
Además, utilizan estrategias de gamificación: no se trata de “jugar” en el sentido común, sino de incorporar elementos de los juegos –retos, logros, curiosidad– para hacer del aprendizaje una experiencia más significativa y motivadora.

¿Y qué podemos aplicar en México?
Es cierto, Finlandia tiene apenas cinco millones de habitantes, mientras México rebasa los 130 millones. Sus contextos son muy distintos. Sin embargo, sí hay aprendizajes que podemos retomar, como los siguientes:
- Revalorizar la figura de la docencia y fortalecer su formación.
- Apostar por la confianza en las escuelas y en las comunidades.
- Impulsar espacios flexibles y creativos, dentro de lo posible.
- Incluir la voz del estudiantado en la toma de decisiones escolares.
- Promover habilidades para la vida, más allá de los conocimientos académicos.
- Entender la evaluación como un proceso de acompañamiento formativo.
La educación no puede copiarse como una receta, pero sí puede inspirarse en modelos exitosos para adaptarlos a cada realidad.
Reflexión final
La experiencia finlandesa nos recuerda que la educación no consiste solo en transmitir contenidos, sino en formar personas plenas, capaces de pensar, sentir y actuar en comunidad. La escuela debe ser un espacio de bienestar, creatividad y confianza.
En México, el reto es grande, pero también lo es la posibilidad de construir un futuro más equitativo y humano. La clave está en aprender de quienes han encontrado caminos distintos, sin olvidar nuestras propias fortalezas.
Educar es, en definitiva, un acto de esperanza: creer que el mañana puede ser mejor porque hoy sembramos en cada niño y en cada niña la posibilidad de crecer felices, libres y con sentido.
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Aline de la Macorra*. Integrante de MUXED. Trabaja con libros infantiles desde diferentes ámbitos. Fue librera y catedrática de la UDLA. Da clases en Difusión Cultural, UNAM y en la Fundación Harp Helú, Oaxaca. Brinda capacitación a docentes (SEP), con cursos presenciales y virtuales. En Colorines Educación ofrece cápsulas de apoyo para docentes, Consejos Técnicos Escolares (CTE), sobre la exploración de las emociones y los procesos de enseñanza y aprendizaje. Ha escrito libros para docentes: Puentes y no muros. Educar para la paz (Colorines Educación, en imprenta).
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Referencias
- Malpica, F. (2025) Viaje de inmersión pedagógica en Finlandia. Instituto Escalae. Calidad de enseñanza-aprendizaje.




