El propósito de esta colaboración es compartir, de manera breve, algunas claves aprendidas a través de la experiencia para el análisis del presupuesto público educativo.

El presupuesto educativo es una de estas dimensiones materiales que sirven como ventana para comprender la política educativa.
El presupuesto educativo es una de estas dimensiones materiales que sirven como ventana para comprender la política educativa. Créditos: Pixabay

El propósito de esta colaboración es compartir, de manera breve, algunas claves aprendidas a través de la experiencia para el análisis del presupuesto público educativo, dimensionando también la importancia de la participación ciudadana más allá de los asuntos electorales.

El ejercicio de la ciudadanía para incidir de manera efectiva en la política pública demanda contar con certezas lo más concretas y objetivas posibles, para fundamentar los argumentos en evidencias que den cuenta de la realidad. Las más de las veces ello implica contar con números, indicadores y mediciones. Si no, ¿de qué otra manera sabríamos si el rumbo que proponemos es acertado y si efectivamente nos estamos acercando a lo que queremos y necesitamos?

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El presupuesto educativo es una de estas dimensiones materiales que sirven como ventana para comprender la política educativa de manera objetiva. Rastrear a dónde va el dinero, en qué se gasta y cómo impacta la vida y desarrollo de las infancias y juventudes que transitan por las aulas nos permite, por un lado, contrastar los discursos, y retóricas publicitarias de los gobiernos, y revelar si las voluntades políticas se encaminan hacia lo que realmente necesita la educación; así como para establecer qué lugar tienen realmente los asuntos educativos educativo en la agenda pública.

La intención entonces es compartir algunos de los puntos clave que hemos aprendido del análisis del presupuesto educativo de Jalisco, con el fin de que, quien tenga interés, pueda hacer un ejercicio similar en otra entidad.

Cada año se abre la posibilidad de observar e incidir en el ciclo presupuestario que se desarrolla en cada estado. Una vez que se aprueba el presupuesto federal, dicho ciclo inicia con la planeación en la cual participan las secretarías de cada gobierno estatal –sin dar vista a la sociedad civil–, a partir de la consulta de la secretaría de hacienda estatal que pregunta a cada instancia de gobierno cuánto dinero va a necesitar el siguiente año y para qué. Una vez que el gabinete estatal llega a un acuerdo, esas propuestas son revisadas por la gobernadora o gobernador, quien publica un Proyecto de Presupuesto Estatal (PPE). Dicho proyecto es revisado y adecuado por varias comisiones en los congresos locales, y es en ese proceso donde la ciudadanía y las organizaciones sociales tienen la posibilidad de incidir, de diferentes maneras.  Para ello, hay que analizar cuidadosamente el PPE, una vez que el gobierno local lo haga público. Hay diferentes maneras de analizar el PPE.

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Para comenzar es necesario delimitar qué aspectos del presupuesto se analizarán. Por ejemplo, en nuestro caso, nos limitamos al presupuesto que incide de manera directa y significativa en programas que atiendan las prioridades educativas que hemos identificado como relevantes para nuestras acciones, como son el cierre de brechas de aprendizaje, abandono escolar y ausentismo, y salud socioemocional. Nuestro análisis sólo abarca la educación básica.

Otra recomendación es buscar cómo el ejercicio del presupuesto impacta en la vida de las escuelas y de las comunidades escolares. Para ello, analizamos los programas presupuestarios que se ejercen desde la Secretaría de Educación Jalisco (es importante no confundir los programas presupuestarios con los llamados programas sociales, u otros programas de gobierno, ya que a veces coinciden, pero a veces no).

Encontramos que revisar estos programas presupuestarios es lo que nos da más pistas para saber en qué se invierte, ya que sus nombres nos orientan sobre temáticas generales que atienden, y este es un buen punto de partida. Podemos así observar cuáles son los programas presupuestarios que tienen el mayor porcentaje del presupuesto total destinado a educación, y cuáles son los que tienen menos dinero. También es útil ver las tasas de variación con respecto a ejercicios anteriores. Esto nos da un panorama general de las agendas y prioridades de los gobiernos.

Aunque los programas presupuestarios son un buen punto de partida para semblantear panoramas, muchas veces no son suficientes para saber cómo es que los presupuestos impactarán la realidad de la vida cotidiana escolar. Ante esto, nuestra propuesta es articular el análisis del presupuesto con otro instrumento de rastreabilidad de la política pública: la Matriz de Indicadores y Resultados (MIR). En ella se encuentran los datos de seguimiento para cada programa presupuestario, con indicadores, componentes y actividades que se financiarán con esos recursos.

Otro dato muy útil –que incluye anualmente el Presupuesto Aprobado– es qué proporción del presupuesto que es de fuente federal y qué otra es de fuente estatal. A nuestro parecer, cada estado debe invertir en sus sistemas educativos locales de acuerdo con las prioridades establecidas localmente y, por ende, no debe conformarse con el presupuesto federal que recibe. En el caso de Jalisco, dicho presupuesto cubre únicamente el costo de los programas federales y la operación de las escuelas. Si las autoridades educativas pretenden hacer una diferencia desde el ámbito local deben invertir localmente y deben hacer de acuerdo con sus propias necesidades, así como dar seguimiento a esas inversiones y también rendir cuentas desde ese ámbito.

Una vez hecho el análisis del proyecto de presupuesto, se sabe hacia dónde se encaminarán las prioridades en educación para el siguiente año, dichos datos se han de contrastar estos con los diagnósticos de necesidades existentes, ya sea que se hayan generado con datos propios, o con datos oficiales. Ello da pie, entonces, a hacer propuestas de presupuestación y ejercicio del gasto encaminadas a que la educación resuelva las problemáticas detectadas.

A las personas o grupos que hagan estos análisis les corresponde luego acercarse a los legisladores para darles a conocer tanto los análisis como las propuestas para que, idealmente, las evalúen e incorporen al presupuesto modificado que luego aprobarán. La democracia va mucho más allá de involucrarnos en los ciclos y dinámicas electorales o partidistas, pasa por ser conscientes de que la ciudadanía se ejerce informándonos cotidianamente, poniendo los temas importantes en el espacio público, sustentando con datos nuestros argumentos, y también cabildeando las propuestas concretas. No se trata de romantizar el trabajo ciudadano de incidencia. No es nada fácil. Una tiene que hacer malabares entre estas gestiones, la procuración de la vida, el desarrollo y cuidado propio, la consecución de proyectos profesionales, etcétera. Involucrarse en el análisis del presupuesto implica tiempo, paciencia, recursos y voluntad para aprender cosas nuevas que, a primera vista, aparecen como asuntos técnicos que no siempre se entienden, quizá tampoco a la segunda, pero con un espíritu tenaz, curioso e investigativo se puede dar en el clavo.

Lo que más ayuda es la noción de que tenemos más tiempo que vida. Los gobiernos cambian y nosotras nos quedamos, como las montañas que pacientemente dan cuenta de los ciclos estacionarios. Trabajar sin prisa, pero sin pausa: como la pequeña gota de agua que, con el tiempo, erosiona las piedras. Esta es nuestra vida y este es el territorio sobre el que hemos de pelear por las condiciones que merecemos.

En el camino ganamos argumentos y acumulamos certezas para fundamentar nuestras exigencias. Poco a poco, la experiencia se acumula y la compartimos para lograr sumar voluntades, generar vínculos y, al final, de alguna manera, desde nuestro lugar hacemos contrapeso. Ocupar productivamente nuestro espacio y permanecer en el tiempo es lo que, al cabo del tiempo, genera las posibilidades para transformar la realidad.

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