MASCOTAS: Cómo reducir el estrés de mi perro

Al igual que los seres humanos, los perros son seres sensibles y pueden verse afectados por diferentes factores en su entorno y en sus vidas, lo que termina provocando estrés en ellos. Algunas de las razones más comunes por las que nuestras mascotas pueden estresarse incluyen cambios en el entorno, falta de socialización, soledad, falta de ejercicio y estimulación, ruidos fuertes e intensos o cambios en la rutina.

Si has notado que tu perro siente estrés por alguna de estas razones aquí te traemos algunas recomendaciones para que puedas apoyarlo durante esta crisis física o mental:

• Lo primero que debes hacer es crear un entorno tranquilo y seguro en tu hogar para tu perro. Asegúrate de que tenga un lugar cómodo para descansar y dormir, y evita las situaciones o estímulos que puedan desencadenar su estrés.
• Recuerda que el ejercicio físico es una excelente manera de liberar el estrés acumulado en los perros.  Los paseos diarios, el juego interactivo y otras actividades como correr o nadar pueden ayudar a liberar la energía y reducir el estrés.
• Aunado a esto último, puedes proporcionar estimulación mental a tu mascota con juguetes interactivos, o incluso enseñarle nuevos  trucos. Esto ayudará a mantener su mente activa y reducirá su nivel de estrés.
• Identifica las situaciones o estímulos que causan estrés a tu perro y trata de evitarlos en la medida de lo posible. Si tu perro se estresa con ruidos fuertes, considera utilizar tapones para los oídos o buscar un lugar tranquilo durante eventos ruidosos como fuegos artificiales o tormentas.
• Finalmente, recuerda  que algunos perros pueden beneficiarse de técnicas de relajación como masajes suaves, música relajante o aromaterapia. Si el estrés de tu perro persiste o es severo, es recomendable buscar la asesoría de un veterinario o un especialista en comportamiento animal.

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¿Cómo saber si mi perro tiene estrés?

• Si tu perro presenta estos síntomas probablemente esté sufriendo un episodio de estrés:
• Cambios en su comportamiento.
• Agitación y nerviosismo
• Ladridos o aullidos excesivos
• Pérdida de apetito o cambios en los patrones de alimentación
• Hiperactividad o letargo.
• Lamido excesivo o comportamientos compulsivos.

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