Isabel Ashanti fue asesinada por un grupo armado tras asistir a un baile

Isabel Ashanti Gómez, una joven de 22 años con doble nacionalidad, fue asesinada la madrugada del lunes 23 de junio en el municipio de Zitácuaro, Michoacán, tras ser víctima de un ataque armado atribuido a presuntos integrantes del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). El crimen ha generado indignación en redes sociales y entre la comunidad local, pues la joven se encontraba en México únicamente por motivos familiares.

De acuerdo con reportes locales, Isabel regresaba a casa luego de haber asistido a un baile popular en la zona. Viajaba en un vehículo particular junto a su amiga Dánae, de 26 años, y su padre, Valentín, quien había pasado por ambas para llevarlas de regreso. Sin embargo, en el camino se toparon con un retén no oficial instalado presuntamente por una célula armada.

Por temor, el conductor decidió no detenerse. Esa decisión provocó una ráfaga de disparos que impactaron el vehículo. Durante el ataque, Isabel fue alcanzada por las balas y murió en el lugar. Su amiga y su padre quedaron gravemente heridos y fueron trasladados de urgencia a un hospital de la región, donde permanecen bajo observación médica.

Visita termina en tragedia

Isabel Ashanti había viajado desde Estados Unidos a Michoacán como parte de una visita familiar. Amigos cercanos señalan que estaba entusiasmada por reencontrarse con sus raíces, convivir con sus seres queridos y disfrutar de las festividades locales. Sin embargo, su vida terminó abruptamente en medio de una de las regiones más golpeadas por el crimen organizado. Al respecto, la Fiscalía General del Estado confirmó que abrió una carpeta de investigación para esclarecer los hechos.

El asesinato de Isabel no fue un hecho aislado. En los últimos meses, Michoacán ha sido escenario de múltiples enfrentamientos armados, desapariciones y ataques contra civiles. De acuerdo con las primeras indagatorias, el ataque habría sido ejecutado por una célula criminal al mando de William Edwin, alias El Barbas, presunto líder regional del CJNG, grupo que ha sido vinculado con diversos hechos violentos en la zona oriente del estado.

El uso de retenes falsos en caminos rurales y carreteras es una estrategia frecuente del Cártel Jalisco Nueva Generación para intimidar, interceptar vehículos y ejercer control territorial. Habitantes de Zitácuaro y municipios aledaños han denunciado en múltiples ocasiones la presencia de hombres armados que detienen a conductores bajo amenazas o para extorsionarlos.

Esta modalidad ha dejado una larga lista de víctimas, entre ellas personas inocentes que, como Isabel, no tenían relación alguna con el crimen organizado. A pesar de las denuncias, la respuesta de las autoridades ha sido insuficiente.

Exigen justicia para Isabel

El caso ha causado conmoción en redes sociales, donde familiares, amigos y conocidos han compartido mensajes de dolor y exigencia de justicia. "Siempre te voy a recordar", "Tu luz no se apaga con tu partida", "Te llevo en el alma con cada sonrisa", son algunos de los mensajes que se leen en las publicaciones dedicadas a la joven.

Durante su funeral, decenas de personas se reunieron para acompañar a la familia Gómez en su despedida. Muchos de ellos también aprovecharon el momento para exigir a las autoridades frenar la violencia en el estado y castigar a los responsables. Algunos mensajes fueron especialmente duros: "No es justo morir por volver a casa. No es justo vivir con miedo", se leía en una cartulina colocada junto a su fotografía.

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Violencia sin freno en Michoacán

Michoacán se mantiene como una de las entidades con mayor presencia del CJNG, cuyo control se ha extendido a zonas rurales, puertos, vías de comunicación y regiones agrícolas. Sus actividades incluyen extorsión, cobro de piso, amenazas y homicidios contra quienes se niegan a colaborar o simplemente cruzan por los territorios que consideran suyos.

Mientras la Fiscalía continúa las investigaciones, la comunidad de Zitácuaro sigue exigiendo acciones concretas. El asesinato de Isabel Ashanti no solo evidencia la impunidad, sino también la normalización de la violencia en regiones donde los retenes armados han dejado de ser la excepción para convertirse en parte del paisaje cotidiano.

Su muerte, como la de muchas otras víctimas inocentes, pone de nuevo en evidencia la deuda pendiente del Estado mexicano con su gente: garantizar el derecho a vivir, convivir y transitar sin miedo.

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