Un drenaje obsoleto, la urbanización desordenada y el abandono institucional convierten a la capital en un escenario constante de caos e inundaciones.

La Ciudad de México enfrenta inundaciones severas que paralizan la capital.
La Ciudad de México enfrenta inundaciones severas que paralizan la capital. Créditos: Especial

La Ciudad de México amaneció bajo el agua. Un domingo de tormentas eléctricas y lluvias torrenciales dejó estragos en las 16 alcaldías: avenidas convertidas en ríos, estaciones del Metro cerradas, hospitales con filtraciones y hasta el Zócalo convertido en una laguna. Ni el Aeropuerto Internacional (AICM) escapó al caos provocado por los encharcamientos y las inundaciones que se extendieron durante la noche del 9 de agosto.

Ante la magnitud del desastre, la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil (SGIRPC) activó la alerta por lluvias en sus cuatro niveles —Púrpura, Rojo, Naranja y Amarillo— en toda la ciudad, además de emitir advertencias por vientos fuertes.

El gobierno capitalino, encabezado por Clara Brugada, desplegó el plan Tlaloque para atender anegaciones y la caída de granizo, pidiendo a la población que saliera de casa solo si era estrictamente necesario. Pero a todo esto ¿Por qué se inunda tanto la CDMX durante las lluvias? ¿Es a causa de la basura y coladeras tapadas? O ¿Es por el sistema de drenaje?

El problema no es Tláloc 

Aunque las autoridades insisten que el 50% de las inundaciones se debe a la basura que obstruye el drenaje, especialistas señalan que la raíz del problema es mucho más profunda. La capital fue construida sobre un sistema de lagos, lo que la hace naturalmente vulnerable a la acumulación de agua. A esto se suma la urbanización acelerada y desordenada que ha borrado zonas de absorción como ríos, humedales y suelos naturales.

Cada temporada de lluvias, el agua corre sin control hacia las vialidades, saturando un drenaje viejo y mal mantenido. "La culpa no es de Tláloc, ni la naturaleza nos castiga", advierte Víctor Magaña, doctor en Ciencias Atmosféricas de la UNAM. "Es la falta de prevención y el abandono del sistema de gestión de aguas lo que hunde a la ciudad año tras año".

Más allá de las pérdidas materiales, el impacto en la vida diaria es devastador. "Las personas están agotadas, envejecen más rápido y se vuelven más propensas a enfermedades crónicas", explica Carlos Contreras, sociólogo de la UAM. El tráfico se convierte en un campo de batalla donde aumentan los roces, las peleas y la frustración.

Durante la temporada de lluvias, el trayecto de millones de personas hacia sus casas implica esquivar ríos de agua sucia, cruzar con niños en brazos o usar lanchas improvisadas. Una vez que la ciudad se inunda, el gobierno apenas logra contener la crisis: rescata a personas atrapadas, remueve árboles caídos y atiende cientos de llamadas de emergencia.

Respuestas limitadas y un ciclo que se repite

En agosto pasado, Brugada repartió 11 millones de pesos entre 736 familias afectadas por las lluvias, asegurando que su administración trabaja para evitar que la historia se repita. Pero los expertos no ven avances. "Siempre se culpa al ciudadano por tirar basura, pero no hay un sistema eficiente de recolección ni gestión de residuos", crítica Contreras.

Paradójicamente, mientras muchas colonias padecen cortes y escasez de agua potable, la ciudad se inunda. Durante julio llovieron en promedio 298 milímetros, el doble del registro histórico, pero la infraestructura sigue sin aprovechar ni tratar esa agua. El drenaje profundo, uno de los más grandes del mundo, opera con presupuesto limitado y sin mantenimiento suficiente.

La geografía del valle cerrado, el hundimiento del suelo y la falta de separación entre drenaje pluvial y sanitario agravan la crisis. Sin embargo, los especialistas aseguran que hay soluciones probadas en otras ciudades: humedales urbanos, parques inundables, camellones de retención y sistemas de captación pluvial. Lo que falta es inversión e interés político.

Adaptarse o repetir la historia

Desde la época mexica, la historia de la ciudad está marcada por inundaciones históricas. Ni las obras faraónicas del Porfiriato lograron erradicarlas. Hoy, expertos como Magaña y Manuel Perló Cohen advierten que la capital necesita aceptar su origen lacustre y aprender a convivir con él.

"El agua siempre buscará su cauce", resume Perló. La pregunta es si la Ciudad de México apostará por adaptarse con inteligencia o seguirá culpando a Tláloc cada temporada de lluvias. La respuesta, de momento, parece clara: el ciclo se repetirá mientras la política pública siga reaccionando solo cuando la ciudad está bajo el agua, en lugar de prevenir que lo esté.


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