- 08 de junio de 2025
De acompañantes a operadoras clave del narco: las buchonas ahora coordinan logística, manejan finanzas e incursionan en la política.

Para muchos, el término buchona sigue evocando un estereotipo: la novia del narco, de curvas exageradas, vestida de Gucci, exhibiéndose en videos de TikTok o reels de Instagram. Pero esa imagen superficial ha quedado rebasada. Hoy, estas mujeres no solo adornan — operan.
“La buchona de hoy no es solo ornamental. Es operativa”, advierte el especialista en seguridad Ghaleb Krame en su artículo La Ruta de Silicón Sinaloense: Buchonas, Poder y el Desayuno en Dubái, publicado en Pie de Nota.
Su investigación muestra cómo este perfil femenino ha evolucionado dentro de las organizaciones criminales mexicanas: ahora, muchas son piezas estratégicas que viajan con pasaportes limpios, sin antecedentes penales, hablan inglés y saben moverse con soltura en aeropuertos y ciudades globales.
Más allá del glamour
Lejos de la imagen de acompañantes pasivas, estas mujeres cumplen funciones clave. No trafican droga, pero mueven información, coordinan logística, gestionan contactos. Se les ve en los lobbies de hoteles en Dubái, en cafés de Madrid o en centros comerciales de Bogotá. Y lo hacen con una especie de inmunidad no otorgada por gobiernos, sino por la combinación de estrategia, estética y la capacidad de pasar desapercibidas.
Algunas operan como mensajeras financieras; otras, como exploradoras en mercados emergentes o como intermediarias en acuerdos internacionales. “Una mujer con visa limpia, apariencia elegante y disciplina firme vale más que un convoy de hombres armados”, sostiene Krame.

Del narco a la política
Este cambio no es solo operativo. Krame advierte que cada vez más buchonas están cruzando hacia la política. Varias han invertido en campañas locales; otras gestionan redes de influencers digitales o encabezan ONGs fachada. Incluso algunas han sido candidatas a cargos públicos.
“La línea entre infraestructura criminal y legitimidad política es más delgada que nunca — y la buchona la cruza en tacones”, señala el especialista. En lugares como Elota, Sinaloa, o Santiago Papasquiaro, Durango —zonas con fuerte tradición narco— ya han surgido perfiles de este tipo en posiciones públicas. Sus campañas se construyen con respaldo financiero opaco, comunidades intimidadas y redes de poder económico y social profundamente infiltradas.

Una transformación de fondo
El fenómeno no es nuevo, pero su magnitud y sofisticación sí. El término buchona surgió en Sinaloa para describir a las parejas de los narcotraficantes, mujeres que respondían a un ideal de belleza creado en torno a la cultura del tráfico de drogas.
Según la tesis “La feminidad buchona: performatividad, corporalidad y relaciones de poder en la narcocultura mexicana", de Alejandra León, este ideal se alimenta de procedimientos estéticos destinados a cumplir con el rol de mujer deseada en ese entorno.
Sin embargo, hoy el cambio es más profundo. Krame relata haber coincidido con mujeres que encajaban en este perfil, pero que mantenían una actitud controlada y enfocada mientras sostenían reuniones clave en restaurantes de lujo en el extranjero. “La buchona de hoy no es solo una amante. Es un nodo. Una mensajera. Un proxy (…) Ella está ocupada haciendo que las cosas sucedan”, resume.

Este nuevo rol marca la arquitectura de un nexo cada vez más preocupante entre el narco y el Estado. La estética se mantiene —cuerpos esculpidos, imagen cuidada, ropa de diseñador—, pero ahora acompañada de cargos públicos, presupuestos y poder formal.
En un entorno donde la violencia directa ha dado paso a estrategias de poder blando, estas mujeres representan la evolución del crimen organizado: menos visible, más sofisticado y, por tanto, más difícil de combatir.
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