EXPLOSIVOS ARTESANALES
De minas a drones bomba: así es el arsenal de explosivos caseros del narco
El narcotráfico en México ha perfeccionado el uso de artefactos explosivos improvisados como estrategia de control territorial y enfrentamiento contra fuerzas de seguridad.
La guerra del narco ha dejado de ser sólo balaceras y emboscadas. Hoy se libra bajo tierra, desde el aire y con tecnología que solía pertenecer al campo militar.
El reciente asesinato de seis soldados del Ejército Mexicano por una mina artesanal en la zona serrana entre Jalisco y Michoacán confirmó que el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) ha consolidado una nueva estrategia de guerra: el uso sistemático de explosivos improvisados y drones armados.
El convoy militar se desplazaba por un camino de terracería en la localidad de El Santuario cuando se activó un artefacto oculto. La explosión mató al instante a seis elementos y dejó a otros dos gravemente heridos. Uno TV identificó entre las víctimas al segundo subinspector Jovany Rosales y al subagente Jorge Alberto Cruz Velázquez.
El operativo formaba parte de un intento por desmantelar un centro de adiestramiento del CJNG. En esa zona operan además grupos como Cárteles Unidos, La Nueva Familia Michoacana y facciones de Guerreros Unidos, todos en disputa por el control de las rutas del narcotráfico.
Explosivos caseros: armas de control territorial
Desde 2022, las minas artesanales han aparecido de forma recurrente en municipios como Aguililla, Tepalcatepec y Buenavista Tomatlán. Su función es clara: detener el avance militar y sembrar terror entre civiles. Campesinos, como Cristóbal —quien murió en febrero tras pisar una mina camuflada con vegetación—, han sido víctimas colaterales de esta guerra.
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No se trata de explosivos improvisados sin planeación. Muchos cuentan con sistemas de activación más sofisticados, lo que demuestra una creciente capacidad técnica de los grupos criminales. Tan sólo en los primeros dos meses de 2025, el Ejército aseguró 1,255 artefactos explosivos, de los cuales el 33% fueron localizados en Michoacán.
Drones bomba: la nueva frontera del narco mexicano
Pero las minas no son la única herramienta. Los drones armados con explosivos, copiados de las tácticas de grupos armados colombianos, se han convertido en una herramienta táctica del CJNG. Se utilizan tanto en emboscadas como para ataques a instalaciones y aeronaves, como el que sufrió un helicóptero Black Hawk del Ejército en enero.
En abril, un enfrentamiento en Apatzingán dejó cinco civiles abatidos y permitió a las autoridades confiscar 116 explosivos artesanales, entre ellos 12 granadas de mano. También se logró inhibir 12 drones, evidencia de que los grupos delictivos han profesionalizado su uso con el apoyo de tecnología importada.
Estas armas permiten a los cárteles atacar sin exponerse, alterando por completo el equilibrio de fuerzas en la región. El control remoto, la facilidad de maniobra y la capacidad destructiva los han convertido en herramientas clave de las llamadas "guerras de cuarta generación".
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El Ejército responde: robots y sistemas antidrones
En respuesta, el Ejército ha desplegado en la región a su Grupo de Respuesta a Emergencias, que emplea robots inalámbricos capaces de identificar y desactivar explosivos desde la distancia. En ejercicios recientes, el capitán Hernández explicó a N+: "Nosotros primero mandamos el robot para identificar los componentes del artefacto explosivo improvisado, posteriormente llevamos una herramienta de disrupción".
Estos dispositivos, diseñados con tecnología de cinco ejes giratorios y capacidad de carga de 20 kilos, ya han sido utilizados en campo. "Sí ha trabajado el robot y sí ha habido incidencia en el estado de Michoacán, pero gracias a nuestro adiestramiento, pues hemos salido muy bien", dijo el militar.
La Tierra Caliente, laboratorio del crimen organizado
Las regiones de Tierra Caliente se han convertido en un verdadero laboratorio para la guerra del narco. No sólo se han hallado morteros caseros, sino también talleres clandestinos donde se fabrican explosivos. En marzo, en apenas 48 horas, las autoridades decomisaron 37 artefactos en municipios como Buenavista y Coahuayana.
Más allá de su capacidad letal, estos dispositivos cumplen un objetivo político: desplazar comunidades enteras, dificultar el ingreso de fuerzas estatales y reforzar el dominio del cártel. Las minas y drones bomba no son solo armas; son herramientas de control social y territorial.
El crimen organizado mexicano ha sabido importar tácticas, adaptar tecnología y superar la respuesta institucional. Así como el CJNG aprendió del conflicto colombiano, otras células criminales experimentan con drones acuáticos y nuevas formas de traficar droga por aire y mar.
De acuerdo con el Centro Internacional de Investigación y Análisis contra el Narcotráfico Marítimo (CIMCON), "estas estrategias forman parte de las llamadas guerras de cuarta generación". Desde Sonora hasta Michoacán, los drones se han convertido en vigías, mensajeros y asesinos silenciosos.
Lo que ocurre en Michoacán y Jalisco ya no es solo una guerra entre bandas: es una guerra contra un Estado que, pese al despliegue militar, llega siempre un paso atrás. Un conflic to donde los muertos son soldados, campesinos, incluso niños; y donde el enemigo no se ve, no da la cara, pero deja un cráter en cada paso.
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