- 02 de mayo de 2025
La ficción de David Zonana narró una verdad incómoda: el entrenamiento militar no solo forma soldados, también perpetúa abusos.

Erick Leonardo Torbellín tenía 13 años cuando fue enviado a un campamento organizado por la Academia Militarizada Ollín Cuauhtémoc.
Entró sano, entusiasmado, quizá con la ilusión de "hacerse fuerte", como tantas veces se promete desde instituciones que reproducen sin cuestionar la disciplina militar. Dos días después, su madre recibió una llamada. Le dijeron que su hijo tenía "un poquito mal sus signos vitales". Para cuando Erika Torbellín llegó al lugar, Erick ya había muerto.
El cuerpo del menor presentaba signos evidentes de violencia: moretones, pisadas, ropa desgarrada. La causa oficial de muerte fue un "estallamiento de vísceras". Decenas de testimonios han comenzado a salir a la luz. Exalumnos y padres han descrito un patrón de abusos, castigos físicos y amenazas como parte del entrenamiento. Un infierno normalizado, donde la violencia es parte del programa.

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Heroico y la radiografía del abuso
En 2023, el director mexicano David Zonana estrenó Heroico, una película que retrata la brutalidad dentro del Colegio Militar. A través de la historia de Luis, un joven indígena que ingresa a esta institución buscando ascenso social, el filme muestra cómo los valores del cuerpo castrense se imponen a golpes, gritos y humillaciones. No hay formación ética ni cívica: hay subordinación, obediencia ciega y destrucción de la voluntad individual.
Aunque el caso de Erick no está relacionado directamente con el Ejército, los paralelismos son inquietantes. Lo que Zonana presenta como una ficción inspirada en testimonios reales —gritos nocturnos, castigos colectivos, golpes como método— aparece también en la voz de los niños que sobrevivieron al campamento.
"Lo arrastraron por la tierra. Pedía agua y sólo le mojaron la cara", cuenta uno. "Nos prohibieron mirar. Nos dijeron que si hablábamos, nos iba a ir peor", dice otro.

Entre realidad y ficción: la pedagogía del terror
La narrativa de Heroico funciona como una denuncia contra el sistema que forma a los futuros elementos del Ejército mexicano, pero también como un espejo. El cine como mecanismo de advertencia: esto pasa, esto ha pasado, y puede volver a pasar. Con la muerte de Erick, esa advertencia se materializa con un nombre, una madre y un ataúd.
Lo más escalofriante no es la violencia individual, sino su carácter institucional. En la película, como en la vida real, los responsables no son solo los instructores que golpean: también lo son quienes callan, quienes permiten que estos lugares operen sin supervisión ni protocolos de seguridad.
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Silencio oficial y suspensión temporal
Tras el escándalo, las autoridades han actuado con lentitud. La escuela fue suspendida por no contar con permisos ni plan de protección civil. La Fiscalía de Morelos abrió una investigación. La Secretaría de Educación Pública reconoció que el campamento no estaba autorizado. Pero nada de esto revive a Erick. Nada justifica que un niño termine muerto por asistir a una actividad escolar.
Mientras tanto, los padres siguen esperando justicia, y Heroico se convierte en una pieza aún más perturbadora. No es solo cine. Es testimonio. Es memoria. Es advertencia.
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