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Escondidos, amenazados y sin derechos: así vive la familia de Fernanda Sánchez Velarde tras su feminicidio

A María Magdalena Velarde la violencia feminicida le arrebató a su hija Fernanda. Tras buscar justicia y recibir amenazas, sus dos hijos, Daniel y Alberto, también fueron asesinados. "Somos una familia rota", dice la madre, quien junto a su esposo y dos de sus nietos viven desplazados y escondidos.

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María Magdalena Velarde huyó de su hogar en el Estado de México luego de que la violencia feminicida le arrebatara la vida a su hija Fernanda Sánchez Velarde y la falta de justicia también provocara el asesinato de sus hijos Daniel y José Alberto. Ella, su esposo y sus nietos han vivido los últimos años escondidos, desplazados, con miedo y sin derechos.

Con el feminicidio de Fernanda, a Magda -como conocen a esta mujer que lucha desde hace siete años- no sólo le arrebataron a sus hijos, también su libertad. 

Me querían ver en un hoyo completamente y que no me moviera, pero no, aunque me hayan dado en la madre, voy a seguir adelante hasta que se les haga justicia, bueno un poco de justicia, porque justicia ya no, porque ellos no volverán", contó Magda a Quinto Poder. 

El feminicidio de una hija

Fernanda era una joven amorosa, social y muy alegre, recuerda Magda. Cuando tenía 15 años la joven estudiaba la carrera técnica en Prótesis Dental, pues su sueño era convertirse en odontóloga.

Desde que la familia llegó al municipio de Cuautitlán, Izcalli, Estado de México, Fernanda conoció a su presunto feminicida. Crecieron juntos, se hicieron amigos, hasta que en la adolescencia iniciaron una relación amorosa.

Cuando ella tenía 15 años y él 20, llegó la noticia de un embarazo. Magda y su esposo apoyaron a su hija, incluso la motivaron a continuar con su educación, cubriendo los gastos.

Los padres de este hombre se llevaron a mi hija como si fuera un mueble. Los convencimos de que nosotros pagaríamos la educación de Fer y aceptaron", contó Magda.

Con esa promesa, Fernanda se mudó con su pareja. Sin embargo, no tuvo libertad ni continuó estudiando. La familia de su presunto asesino cortó sus sueños de tajo.  

Pasaron tres años y la relación de la que Fernanda tantas veces intentó salir le trajo un nuevo embarazo.  

Con 18 años, un hijo de poco más de un año y cuatro meses de embarazo, la joven ya no pudo concretar un nuevo comienzo, pues el 4 de enero de 2014 fue asesinada e intentaron hacer pasar el caso como suicidio. 

Alberto, el hijo mayor de Magda, pasaba frente a la casa de Fernanda cuando vio patrullas y policías. "Tu hermana se quitó la vida", le dijeron. 

Cuando me dice esto Alberto, yo ya no podía caminar, ya no podía nada, pero como pudimos llegamos al domicilio, no nos dejan entrar. Un comandante sale y me dice que no crea que fue un suicidio. ¿Dónde ha visto que un muerto se corte las venas? A su hija le cortaron las venas después de muerta, porque no hubo ni una gota de sangre. A mi hija la dejaron brutalmente golpeada de la cara y del cuerpo", recuerda María Magdalena. 

El cuerpo de Fernanda no lo reconoció su familia, sino la mamá del presunto feminicida. Ni en el domicilio ni en el cuerpo de la joven se realizaron las diligencias correspondientes. Ese mismo día ya la velaban en el hogar de sus padres.

Al mostrar su indignación por el asesinato de Fernanda, Magda y su familia comenzaron a ser víctimas de amenazas.

La bandera roja llegó en 2014, cuando una de las tías del presunto feminicida llevó policías al hogar de la familia Sánchez Velarde. 

Golpearan a mi esposo, mi hijo el mayor intentó defenderlo pero un policía le disparó. Ese día tuvimos que salir de Izcalli por seguridad, para que no fuera a pasar algo más porque la tía del presunto asesino les decía a mis hijos que los iba a matar".

Ese año la familia huyó de este municipio mexiquense que fue su hogar, como si el duelo por el asesinato violento de Fernanda no fuera por sí mismo un choque que cambió su vida para siempre, también tuvieron que enfrentar el desplazamiento.  

"Un instinto de sobrevivencia", como cuenta Magda, fue lo que llevó a la familia Sánchez Velarde a tocar puertas, hasta que llegaron al domicilio de un conocido. Pero al poco tiempo tuvieron que buscar otro lugar para iniciar de nuevo. 

"Una familia rota"

Fue en mayo de 2017 cuando los otros hijos de Magda, Daniel (de 24 años) y José Alberto (de 26 años), volvieron a Cuautitlán Izcalli para acudir a una fiesta. Sin imaginar que ese día serían secuestrados y torturados hasta la muerte. 

Alberto tenía tres hijos, dos de ellos ahora viven con Magdalena. Mientras que Daniel se había convertido en el segundo padre de su sobrino, el hijo de Fernanda, quien vivió con la familia por un tiempo, hasta que el presunto feminicida de la joven logró llevarlo consigo entre una serie de irregularidades. 

Los homicidios de sus hijos varones supusieron para la madre una nueva grieta, una ruptura.

A mí me asesinaron a tres hijos, en este caso hay cuatro personas que me asesinaron, incluyendo al bebé que Fer esperaba, deshicieron a mi familia, cuenta Magda entre lágrimas.

Tras cuatro años de los asesinatos, aún no hay justicia para Daniel y Alberto. 

Una lucha que no para

Con el amor por sus hijos en la mente y en el corazón, Magda continúa luchando por encontrar justicia por tres asesinatos que ocurrieron como consecuencia de la impunidad, de omisiones y del sistema patriarcal que se encuentra enraizado en México. 

Este mismo sistema que le ha demostrado que si ella no se despierta día a día a luchar, nadie más lo hará. 

Tres años desde el asesinato de Fernanda tuvieron que pasar para que las autoridades determinaran que no se trataba de un suicidio y el caso fuera reclasificado a feminicidio. "Van 'hincados' para resolver el caso", dice Magda.

Y es que siete años después del crimen, el presunto feminicida finalmente fue detenido. El pasado mes de marzo de 2021 Magda recibió la noticia. Entre el temor y la esperanza de que haya un poco de justicia.  Entre acudir a las diligencias y vivir escondida, así se le ha ido la vida desde el feminicidio de su hija.

Escondidos y sin derechos

Magda, su esposo y sus dos nietos -hijos de Alberto- han sobrevivido luego de perder a sus seres queridos, sus empleos, su hogar, estabilidad y las redes de apoyo que se dan al establecerse en un lugar que creían sería su casa para toda la vida. 

Cuando el feminicidio de Fernanda fue perpetrado y la familia tuvo que huir de Cuautitlán Izcalli, el esposo de Magda perdió un empleo en el tenía una antiguedad de 32 años. Pero hasta la fecha, no ha obtenido una liquidación.

Así, el miedo a ser asesinado tras las constantes amenazas obligó al padre de familia a abandonar una pensión y un futuro quizá estable. 

Tras el desplazamiento forzado, los ingresos que lograban sostener a la familia eran los de Alberto y Daniel, pero después del asesinato de ambos, la familia ha enfrentado complicaciones económicas que no les han permitido llevar una vida como la que tenían en Izcalli.

Ante la falta de oportunidades, en 2017 el esposo de Magda  -de casi 60 años de edad- encontró un trabajo como lavatrastes. 

Fue entonces cuando Magda se acercó a la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) del Estado de México para solicitar ayuda, pues mientras se escondían por miedo a las amenazas, la familia continuaba exigiendo justicia por Fernanda. A esto se sumaba la necesidad de un apoyo económico, pues la familia no dejó todo por voluntad propia, sino porque la violencia los orilló. 

Cuando asesinaron a mi hija tenían que darme un abogado, un psicólogo, pero no, todo lo que en ese tiempo moví fue por mi mano, por mi dinero, no lo recibí de la Comisión. El apoyo  lo empecé a pedir después de que asesinaran a mis hijos, antes, nada". 

Hace apenas año y medio, la CEAV comenzó a pagarles un espacio para vivir, pero los servicios básicos de gas, luz y agua corren por cuenta de la familia. 

Tenemos una casa que mi esposo compró de parte del Infonavit y ahí está sola. Y nosotros teniendo que rentar algo que ni siquiera es de nosotros, que no tenemos patio donde pudieran salir a jugar los niños. No podemos salir, aquí mismo juegan los niños porque salir es arriesgarse". 

La situación se complicó aún más cuando el esposo de Magda fue separado temporalmente de su trabajo por la pandemia de COVID-19 y sólo le entregaban una cuarta parte de su sueldo, por lo que la familia de dos adultos y dos niños sobrevivía con 900 pesos al mes. 

Además de la renta, la CEAV otorgaba mil pesos de viáticos mensuales para Magda, pues pese al miedo de salir y ser asesinada, siempre se ha presentado a donde las autoridades la requieren para continuar con las investigaciones por el feminicidio de Fernanda y los asesinatos de sus dos hijos. 

En cuanto a atención psicológica para sobrellevar los estragos que causó la violencia y la impunidad en sus vidas, Magda asegura que actualmente no cuenta con ella; sin embargo, detalló que en algún momento la recibió y, lejos de ser benéfica, le resultaba cansada. 

Siempre consiguen la gratuidad, yo voy al DIF, entonces me citaban a las dos y me iban atendiendo hasta las siete, ya cuando terminaban de atender a toda la gente que paga y eso tampoco es justo. Yo les dije que no soy limosnera, y ahorita con lo de la pandemia, pues ya no nos dieron porque iban a buscar donde otra vez me dieran gratuidad". 

Este desamparo lo ha vivido toda la familia, incluso su esposo, quien a raíz del feminicidio y los asesinatos ha visto vulnerada hasta su salud, ya que padece diabetes e hipertensión. Aunque ambos cuentan con seguro médico, en ocasiones terminan acudiendo a consultas médicas por las que pagan entre 40 y 50 pesos, pues les resulta más cómodo y sin "tantas trabas". 

Por ejemplo, el esposo de Magda padeció COVID-19 en meses recientes, al intentar solicitar ayuda extra en la Comisión de Víctimas esta les fue negada. ¿La razón? Esta enfermedad "no es consecuencia del delito", les respondió el organismo.

Yo les dije que el Covid no es a consecuencia del delito, pero que yo esté en esta situación de pobreza sí es a consecuencia del delito, porque antes entraban a mi casa cuatro sueldos, y ahora solamente entra la cuarta parte de lo que gana mi esposo".

Este problema también perjudica a los dos nietos de Magda que viven con ella, quienes no tienen derecho a consultas médicas. 

La familia Sánchez Velarde también recibe mil 500 pesos como parte de una canasta básica entregada por el Estado de México. Además, sus dos nietos obtienen una beca para continuar sus estudios de educación básica.

Estos apoyos los ha logrado Magda a base de insistencia, y reitera que la situación en la que vive es consecuencia de un feminicidio, por lo que la Comisión les debería brindar todas las facilidades médicas, de vivienda, escolares y de salud, puesto que la familia tenía un trabajo fijo hasta antes de que la violencia azotara sus vidas. 

Que los de la comisión digan que somos una bola de mantenidos, que mejor nos deberíamos de poner a trabajar, eso es horrible, ellos mismos nos están revictimizando", expresó María Magdalena.

¿Navidad, Día de las Madres o Día del Niño? Magda y su esposo siempre muestran una sonrisa a sus nietos cuando "festejan" cada fecha importante. Pero para la pareja, estos momentos son una tortura. 

Festejamos por los niños, para nosotros son horribles porque ya no están nuestros hijos, nuestra alegría. Tener que poner una cara feliz por los niños, no quiero amargarles más su vida, ya de por sí mis nietos extrañan a su papá. Estoy mal, porque no es vida estar viviendo tristeza diario". 

Aunque ahora el presunto feminicida de Fernanda fue vinculado a proceso, la familia continúa escondida y tuvo que cambiar nuevamente de domicilio para evitar represalias. 

Desde su desplazamiento, Magda envió un mensaje al presidente Andrés Manuel López Obrador, a quien le pide que "volteé a verlos".

Que vea los feminicidios, que sí nos están matando, que él con su indiferencia da permiso que los asesinos sigan matando. Si a él le pasara ¿qué haría?, ¿él sí va a tener justicia y nosotros no por pobres? Los delincuentes fueron otros y tienen más derechos que nosotros".

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