CAOS LOGÍSTICO Y DESCONFIANZA CIUDADANA
Robo de boletas, casillas vacías y nula participación: así se vivió la histórica elección judicial
Una votación sin entusiasmo, marcada por la desconfianza y el ausentismo, pone en duda la legitimidad del proceso más ambicioso de la reforma judicial mexicana.
En una jornada electoral que prometía marcar un antes y un después en la historia del país, la primera elección popular de jueces, magistrados y ministros en México terminó convertida en un ejercicio plagado de irregularidades, confusión y, sobre todo, una alarmante falta de participación. Apenas un 13% del padrón electoral acudió a las urnas, muy por debajo de las expectativas.
Desde las primeras horas del domingo, el desinterés se hizo evidente: casillas semivacías, votantes confundidos ante una maraña de papeletas, y un ejército de candidatos desconocidos compitiendo por 2 mil 681 cargos. En lugar de un ejercicio cívico, muchos encontraron un proceso burocrático y confuso que se parecía más a un examen que a una votación.
No fueron pocos los que llegaron con su "acordeón" en mano para recordar los nombres y números de los aspirantes por los que querían votar. Aun así, muchos decidieron simplemente no participar.
Claudia Sheinbaum, quien hace justo un año arrasaba en las urnas, calificó la elección como un "éxito" y celebró que más de 13 millones de mexicanos ejercieran su derecho al voto. En un video publicado a medianoche, la presidenta insistió en que si el Gobierno hubiera querido imponer jueces a modo, no habría abierto el proceso al pueblo.
Aprovechó también para arremeter contra el poder judicial anterior, al que acusó de favorecer al crimen organizado y a los delincuentes de cuello blanco. A su juicio, México se ha convertido hoy en "el país más democrático del mundo".
AMLO reaparece para votar y defender la reforma
En medio del desinterés general, la figura que acaparó los reflectores fue la del expresidente Andrés Manuel López Obrador, reapareciendo por primera vez en público desde su retiro el 1 de octubre. Votó en Palenque, Chiapas, y lanzó un respaldo total a su sucesora: "Tenemos la mejor presidenta del mundo".
Dijo estar feliz de poder votar por jueces y celebró vivir "en un país libre y democrático". Fue él quien impulsó esta reforma judicial desde el inicio de su sexenio, y quien dejó a Sheinbaum la tarea de implementarla.
Sin embargo, la baja participación contrasta con el revocatorio de López Obrador en 2022, que alcanzó un 17% del padrón. Aunque igualmente bajo, en ese entonces hubo mayor movilización que ahora, pese a que Sheinbaum ganó con más votos que cualquier otro presidente mexicano. La comparación es inevitable y podría marcar la lectura de su capacidad de convocatoria.
El apresurado diseño de la elección también jugó en contra. El proceso fue aprobado en tiempo récord, sin consenso político, con apenas el respaldo de Morena y sus aliados. Los candidatos tuvieron que hacer campañas limitadas, pagadas de su propio bolsillo y sin acceso a recursos partidarios.
Muchos ciudadanos se enfrentaron a boletas largas, confusas, y a una selección entre aspirantes completamente desconocidos. Algunos incluso denunciaron el uso de papeletas prellenadas o "guías de voto", lo que ha levantado sospechas de manipulación que el órgano electoral deberá revisar.
Críticas, impugnaciones y un proceso que genera más dudas que certezas
A todo esto se sumó la estrategia de los partidos opositores, que optaron por no participar. Acción Nacional y otras fuerzas llamaron abiertamente a la abstención, denunciando que el proceso era una maniobra del oficialismo para tomar el control del poder judicial. "No nos cuenten cuentos chinos", dijeron sus líderes al cierre de las casillas, negándose a reconocer cualquier legitimidad a una elección con tan escasa concurrencia.
Paradójicamente, su ausencia también les cerró la puerta a colocar candidatos propios en los tribunales. El PAN, sin embargo, reconoció los resultados y otorgó "el beneficio de la duda" a los nuevos jueces, advirtiéndoles que ahora tendrán que demostrar su independencia del poder político.
Más allá del desinterés ciudadano, se acumulan otras irregularidades: robo de boletas en algunos puntos, validación de candidaturas únicas en ciertos estados –lo que anuló de facto la elección–, y señalamientos de que algunos aspirantes tienen vínculos con el narcotráfico o pasados cuestionables. Todo esto alimenta la percepción de que la elección, más que democratizar la justicia, podría convertir a los jueces en figuras dependientes del poder político.
En medio de estas sombras, la elección judicial ha puesto en evidencia que el voto popular, por sí solo, no es garantía de legitimidad ni de transparencia. La participación raquítica, las fallas logísticas y el desinterés generalizado reflejan un país que aún desconfía de sus instituciones, incluso cuando se le ofrece la posibilidad de reformarlas desde las urnas.
La verdadera prueba vendrá después: cuando los nuevos jueces deban mostrar independencia y valentía en sus resoluciones. Porque si no lo hacen, el fracaso de esta elección no será solo una cuestión de cifras, sino una herida más en la ya frágil credibilidad del sistema judicial mexicano.
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