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La deshumanizada tragedia

"Si no nos esforzamos por salir de esa crisis, nuestro futuro seguramente será peor y nuestra existencia, incierta". 

OPINIÓN

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A pesar de que han sido muchas las letras escritas sobre la tragedia que dejó decenas de muertos ocurrida en Tlahuelilpan, Hidalgo, el pasado 18 de enero, quiero dedicar algunas más, con todo el respeto que merece la pérdida y con la mayor objetividad que mis emociones permiten.

Son innegables las crisis que se viven en nuestro país, algunas de las más graves son la inseguridad y la corrupción, pero hoy toca dedicarle el tiempo a lo que puedo considerar una "crisis de conciencia social"; habrá quien lo vea como un suicidio político, pues uno de los fines de la política es engrandecer al votante para mantenerlo fiel, pero mis fines más que políticos son humanos y en ellos es que cabe la crítica a nuestro actuar desorientado.

En últimas fechas se han hecho notorios los alcances y dimensiones de lo que se conoce como "huachicoleo" y desde cualquier perspectiva puede decirse que la actividad realizada acarrea organización, dinero, poder y lo más trágico: un gran número de personas involucradas que sirven de instrumento para los mayores intereses. Todo esto debe ser considerado como factores para analizar, pues en ellos se gesta el "problema" y desde los mismos se debe construir la solución.

Lo sucedido el pasado viernes nos ha dejado consternados a un gran número de personas y a otras las ha hecho perder su sentido de humanidad. En lo personal, me llevó a reflexionar sobre todo lo que hay más allá de los instantes en que su mundo se convertía en fuego; hay cosas tan evidentes como el hecho de que eran cientos los que estaban tratando de beneficiarse de las circunstancias, pero hay muchas más que no lo eran y deberían de llevarnos a cuestionarnos los verdaderos orígenes de los problemas.

Siempre he creído que no se puede juzgar del mismo modo a las personas, aun cuando se sometan al escrutinio del mismo hecho, pues en cada uno caben cientos de condiciones distintas; habrá para quien la codicia, el poder y la falta de bases morales, le hagan convertirse en el líder de una red criminal que roba miles de millones de pesos y habrá quienes por ignorancia o en un intento desesperado de satisfacer sus necesidades y atendiendo a sus instintos por sobrevivir, realizan actividades que a simple vista son ilícitas. Son a los segundos a quienes dedico mi reflexión, pues son el instrumento que satisface los intereses de los primeros.

Es evidente que quienes perdieron la vida en aquel suceso no fueron los líderes de las redes criminales, sino que fueron niños, adolescentes, mujeres y hombres que fueron "convocados" para la ocasión, por ello es que critico lo injusto de las consecuencias. Esto no quiere decir que desearía que hubieran sido los líderes las víctimas, pues a ellos, si alguien debe juzgarlos, son las instituciones encargadas de impartir justicia, no yo.

Mi lucha siempre ha sido por la empatía, por reconciliarnos como sociedad y por promover la conciencia, y es justo en la antinomia de esas cualidades que se centró la crítica a lo sucedido, pues eran millones los que glorificaban la muerte trágica y juzgaban cual dioses las consecuencias, sin pensar que cada uno de ellos tuvo un motivo para estar ahí. Un motivo que será desconocido, pero seguramente válido. Un motivo que no ameritaba que perdieran su vida.

Recuerdo los tiempos en que la muerte era asombro, tristeza, impotencia y reflexión, recuerdo cuando en las calles era extraño ver un cuerpo sin vida, recuerdo cuando la muerte no se celebraba ni justificaba bajo argumentos como: "se lo merecían" o "eso les pasa por rateros"; esas memorias son mi evidencia para asegurar la forma en que se ha deteriorado nuestra conciencia social y constituyen la hipótesis de hasta dónde podrán llegar las crisis bajo el sinsentido de nuestro actuar colectivo, pues si no nos esforzamos por salir de esa crisis, nuestro futuro seguramente será peor y nuestra existencia, incierta.

Las opiniones expresadas en este artículo corresponden al autor y no representan necesariamente la postura de Quinto Poder.

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