Este texto explica en primera persona la importancia de contar con una persona mentora confiable.

Una buena persona mentora llega cuando estás confundida.
Una buena persona mentora llega cuando estás confundida. Créditos: Adobe.

Este texto explica en primera persona la importancia de contar con una persona mentora confiable, especialmente en las situaciones más críticas –como puede ser padecer cáncer–, y  da cuenta de las características clave que debe tener esa persona.

En una de las noches que pasé en terapia intensiva después de 10 horas en el quirófano, quería entender por qué estaba serena y optimista. Cada vez que el miedo me quiere quitar el sueño, recuerdo que cualquier situación por más terrible que sea, no pasa en un vacío. Me pasa a mí. Yo soy parte de la ecuación y puedo incidir en el resultado. A pesar de que viví una de las situaciones más aterradoras de mi vida, adquirí una nueva confianza en mí misma

Una buena persona mentora llega cuando estás confundida, en crisis, redefiniendo tu camino. No sólo ofrece contactos y consejos. Una maestra enseña álgebra, una mentora las habilidades para resolver problemas difíciles, manejar frustración, y los fundamentos para desarrollar una mente cuantitativa. Pensando en cómo el cáncer me podía ayudar a ser una mejor mentora, quise entender por qué no me había tumbado. Estas son las tres lecciones que aprendí de mi cirujana oncológica:

1. La prioridad es la paciente

 Lo primero que conocí de mi doctora fue su voz. La escuché regañando a alguien mientras defendía a su paciente. Pensé: ojalá ella sea mi doctora. Mi doctora tiene claridad en cuál es la prioridad y este enfoque lo expresa de las siguientes maneras. 

Excelencia académica y actualización. Recuerdo que, en nuestra primera consulta, ante una pregunta imposible de responder sin estadística o porcentajes, su respuesta me demostró que tenía una mente cuantitativa resultado de estudios avanzados en matemáticas. Cuando todos los tratamientos y los resultados tienen que ver con porcentajes de riesgo y de efectos secundarios es difícil justificar ser doctor o doctora  y no ser experto en estadística. Si tu trabajo lo requiere, no hay pretexto para no actualizarse  y aprender lo que necesites aprender. 

Equipo integrado por las personas que mejor atendían la prioridad. Más de una enfermera tomó mi mano para consolarme, me abrazó. Me contó que también había pasado por lo mismo que yo. Ser paciente implica vulnerabilidad. Yo me sentí parte de una hermandad, arropada, escuchada y comprendida. Si bien mi equipo estaba compuesto en su mayoría por doctoras y enfermeras, nunca sentí que estaban ahí por cumplir una cuota.  Mi cáncer lo padecen en su gran mayoría mujeres y tener doctoras y enfermeras ofreció un beneficio adicional invaluable para mí.  

Asumir su influencia más allá de su puesto. El tratamiento del cáncer requiere un equipo multidisciplinario. A veces los avances son tan rápidos que las recomendaciones parecen contradictorias. Un año antes me pidieron usar compresión en el avión para evitar un efecto secundario permanente. Cuando tuve que hacerme una nueva biopsia y volar el mismo día, volví a tocar el tema con el equipo de fisioterapia. Me dijeron que la recomendación había cambiado y que hacerme la biopsia ese día era lo más importante. Hablando con mi cirujana me comentó que la recomendación previa sigue siendo muy común. Ella ya había llamado a los decanos de escuelas de enfermería para informarles de las nuevas guías y se había asegurado de que las fisioterapeutas del hospital las conocían. Sin saberlo, esa acción me benefició. 

A pesar de que ella es un eslabón en la cadena de proveedores de salud, no se asume como tal. No tenía problemas en hablar, confrontar, educar y alinear a los demás hacia la prioridad. Un mentor o mentora se preocupa por conocer e incidir en el contexto. Una maestra mentora, sabe si sus alumnos y alumnas enfrentan circunstancias que complican su aprendizaje y, por ende, capitaliza los recursos a su alcance y no limita su impacto o circunscribe su rol a las cuatro paredes de su salón de clases.

 Empatía y apoyo. Una de las llamadas más aterradoras se fue al buzón y era viernes por la tarde. Sin embargo, unas horas después sonó el teléfono. Era mi doctora. Ella sabía la importancia de no dejar pasar todo el fin de semana para responder a mi llamado. Tan pronto pudo contestó a mis preguntas y me ayudó a cambiar mi perspectiva: “esto es una buena noticia, tenemos información y podemos actuar sobre la misma”, –me dijo. Tener una aliada me hizo sentir que podía tener control de la situación, lo que me permitió no abrumarme; me dio espacio para aprender y desarrollé mecanismos para ser más resiliente. 

Cuando eres mentor o mentora, la otra persona, tiene que confiar en ti, y no sólo en tus buenas intenciones de mentora, sino en tu capacidad, competencia y compromiso para ayudarla a superar los obstáculos que tiene frente a sí. 

2. Propiciar un ambiente que me empoderó

La doctora sabe, la paciente recibe ese conocimiento y actúa acorde a las instrucciones médicas. 

Mi tratamiento no fue estándar, y una cosa que he aprendido del cáncer es que existen muchos caminos, todos con riesgos y sacrificios. Cuando, como paciente, sugerí un cambio, –que ni mi doctora, ni el resto del personal médico había considerado– su respuesta no fue “no, ustedes no son doctores”. Por el contrario, dijo: “me suena razonable, lo consultaré con el consejo para tomar una decisión informada”. Luego regresó con una respuesta positiva. Más adelante propuse algo arriesgado que prevenía la cirugía. Lo consultó y la respuesta fue un rotundo no. Pero en vez de sentirme derrotada, me sentí empoderada y en paz con la decisión de operarme. 

Cuando hacía una pregunta y recibía su consejo, sabía que no me iba a dar la respuesta fácil, sino la razonada. Un buen mentor promueve cuestionamientos. No habla desde un pedestal o justifica su consejo con su posición, años de experiencia o estudios. Sabe que al final del día quien más tiene que ganar o perder eres tú, la paciente. 

3. Ver más allá de mis circunstancias presentes 

Otras doctoras me prejuzgaron: “es ansiosa, está deprimida, tal vez no es disciplinada para seguir este tratamiento”. Obviamente tenía miedo y estaba triste, pero también podía elegir y seguir el camino más difícil, si era el correcto para mí. 

ADOBE
Una buena persona mentora llega cuando estás confundida. Créditos: ADOBE

Recuerdo que en nuestra primera consulta, mi cirujana dibujó una línea recta y me dijo: “este es el ánimo de una persona cuando recibe un diagnóstico de cáncer”, y la línea cayó estrepitosamente. Luego dijo: “Este el ánimo dos años después”, y la línea subió al lugar en que había comenzado. Fue una manera de decirme que la circunstancia que hoy me abrumaba iba a pasar, y que yo también debía ver más allá de la misma. 

Después de cierta edad, ya recorriste parte de tu camino, no estás descubriendo por primera vez qué te gusta o apasiona. Siempre hay cosas nuevas por vivir y decisiones de vida que tomar, pero cada vez son menos. Además, como médico, docente, consejero o consejera ves pasar, una y otra vez, a otros por una situación similar y es fácil perder la perspectiva de lo que es, para una persona, estar pasando por esta situación por primera vez

Cuando vives algo totalmente nuevo –una circunstancia que te descontrola y que requiere cosas de ti para las que no tienes referente o experiencia– necesitas volver a crecer para superar el nuevo reto, y regresa a ti ese sentimiento familiar de vulnerabilidad y descontrol. Cuando eres mentor o mentora te hace recordar también la persona que eras antes, cuando eras tú quien necesitaba la mentoría.

Coda

La última vez que vi a mi cirujana, me despedí diciéndole: “Doctora, espero nunca volver a verla”.  Y así como ella entró a mi vida, salió. No sin antes ayudarme a navegar el reto más difícil de mi vida y enseñándome, además, como ser yo para otras personas una mejor mentora.

…………….

Adriana G. Borunda* Integrante de MUxED.  Es directora y cofundadora de Scholastica, coautora de Estrategia integral para ser admitido a posgrados competitivos. Además conduce el podcast de Scholastica Admissions Insights. Estudió Literatura en la Universidad de las Américas, Puebla, luego cursó una maestría en Educación Internacional en la Universidad de Harvard, y más tarde profundizó su formación en las universidades de Stanford, Brown y McGill.

Redes sociales

Web: Scholastica


Temas

Notas Relacionadas

1
Opinión

Nuevas estrategias en la fluidez lectora que impactan en la comprensión

Nuevas estrategias en la fluidez lectora que impactan en la comprensión
2
Opinión

La trayectoria educativa, un camino lleno de retos

La trayectoria educativa, un camino lleno de retos
3
Opinión

¡Leer es abrir puertas a mundos infinitos!

¡Leer es abrir puertas a mundos infinitos!
4
Opinión

Sin agua ni Internet en las escuelas, ¿cómo competir en la era de la Inteligencia Artificial?

Sin agua ni Internet en las escuelas, ¿cómo competir en la era de la Inteligencia Artificial?