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OPINIÓN

Un 8M comenzamos el camino como MUxED

Este artículo intenta hacer un recuento de las luchas feministas a lo largo de la historia para situar la nuestra en este 8 de marzo de 2023

OPINIÓN

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El 8 de marzo es el Día Internacional de la Mujer. Créditos: Clara Murcia @iStock

También, buscamos honrar la memoria de las mujeres que nos precedieron y que han logrado posicionar una agenda de derechos esencial para seguir avanzando. En este breve recorrido histórico, se ponen sobre la mesa algunos puntos para reflexionar juntas sobre las olas del feminismo.

El 8 de marzo no es un día que se celebra, se conmemora. Es un día que nos reúne en las calles a muchas mujeres de distintas etnicidades, clases sociales, nacionalidades, creencias religiosas y posturas políticas para unir nuestros afectos en un objetivo común: visibilizar las brechas y las injusticias sociales que padecen las mujeres y para poner en común las experiencias de discriminación y desigualdad que viven también hombres indígenas, negros, gay, trans, etc. A partir de la década de los setenta se habla de diferentes olas dentro de los movimientos feministas. Hagamos un breve recuento histórico de las luchas de las mujeres a lo largo del tiempo.

La primera ola inicia a partir de la Revolución Industrial (1789) en donde miles de mujeres tomaron las calles de Francia y llegaron al Palacio de Versalles a demandar la escasez de alimentos en el país. Esta primera ola continúa aproximadamente hasta 1848 cuando tuvo lugar la Primera Convención por los Derechos de la Mujer, en Seneca Falls, Nueva York. En esa época, las demandas de las mujeres estaban relacionadas con los derechos civiles, sociales, políticos y religiosos, y con la imposibilidad que tenían de participar políticamente en los movimientos abolicionistas en Estados Unidos. Un ejemplo de este activismo se dio en Filadelfia, en 1821, en donde más de doscientas mujeres afroamericanas se unieron para crear la Sociedad de las Hijas de África con el propósito de formar una serie de estrategias de cuidados mutuos que permitieran fortalecer la salud y la economía de las mujeres del colectivo y sus familias.

La segunda ola del feminismo comprende la época sufragista, aproximadamente de 1848 a 1950, en la que las organizaciones de mujeres luchaban para lograr el voto y la representación política en sus países. En esta época, la lucha de las mujeres comienza a nutrirse de miradas “interseccionales”, que hacen visible la especificidad, por raza y clase social, en la búsqueda de los derechos de las mujeres. Incluso comenzaron a unirse a la lucha feminista mujeres en situaciones migratorias diversas, como las poblaciones chicanas, chinas y filipinas en Estados Unidos.  Se considera que esta segunda ola alcanza su máximo pico en 1920 cuando se logra el derecho al voto de las mujeres en ese país; derecho que en México se alcanza hasta 1953.

La tercera ola de las luchas feministas comprende de 1950 hasta finales del siglo XX y la primera década del XXI, cuando la lucha se centra en los derechos reproductivos y la exigencia del reconocimiento a las diversidades sexuales. 

Una vez que, como resultado de estas olas, se alcanzó cierta estructura básica de derechos educativos, políticos y sociales de las mujeres, las luchas feministas se han ido haciendo más complejas para abarcar críticas más profundas a los sistemas de opresión, en los cuales –y con base en la lógica binaria moderna/colonial– se privilegia la experiencia de hombres blancos, heterosexuales y occidentales y se reduce la manera de entender el mundo desde una perspectiva dicotómica: razón/emoción, hombre/mujer, blanco/negro, rico/pobre.  

La tercera ola abrió las posibilidades de pensarnos como mujeres acuerpadas a otros movimientos que buscan otras formas de pensar-nos y de vivir-nos. En América Latina, la lucha de las mujeres se hizo más fuerte alrededor de las luchas por los derechos de los pueblos originarios y afrodescendientes. Así nacieron organizaciones como la Coordinadora Nacional del Mujeres Indígenas (CONAMI), que, a partir de 1997, es el primer espacio de organización social de mujeres de pueblos originarios.

La cuarta ola del feminismo se entiende a partir del movimiento #MeToo, de 2017, en el cual las redes sociales comienzan a ser un instrumento poderoso para la denuncia de abusos sexuales que habían estado largamente silenciados. Esta ola, en la que nos encontramos hoy, se da en un momento en el que, sin duda, se ha incrementado la violencia contra las mujeres, especialmente en América Latina. 

En México, según el INEGI (2021), 70% de las mujeres han experimentado algún tipo de violencia de género. El Estado de México lleva la delantera en las tasas de feminicidios. Según la CNDH, en 2022 alcanzó la alarmante cifra de 120 casos.  Por eso, el hecho de que el Estado Mexicano no esté haciendo lo suficiente para evitar los feminicidios es un asunto que nos afecta todas las mujeres, independientemente del lugar donde vivamos o de cual sea nuestra condición social. El enojo y la rabia que vemos en las marchas del 8M es producto de este hartazgo social y puede tener distintas manifestaciones de acuerdo con los grupos socioculturales y generacionales de mujeres. Emitir juicios y críticas a las mujeres que marchan, desde sus distintas representaciones y manifestaciones, solo debilita nuestra lucha.

Otra de las características más importantes de la cuarta ola es la incorporación de los afectos como un elemento básico y aglutinador para la movilización política. Así, feministas como Sara Ahmed (2014), por ejemplo, hablan de los afectos como una cuestión política que, a diferencia de las emociones, toma la forma del objeto con el que está relacionado. Es decir que un afecto está situado en un contexto social y político. El miedo, por ejemplo, es un “afecto pegajoso”, según Ahmed, porque está asociado a una estructura sociopolítica que afecta los cuerpos de las personas y causa una reacción.  

Al interior de las olas a las que nos referimos arriba es posible visibilizar que los movimientos son muy diversos; pueden o no nombrarse feministas e incluyen también otras corrientes sociales y políticas que no necesariamente son de mujeres y que pueden o no coincidir ideológicamente. La base de la lucha feminista está en la visibilización de las opresiones, del tipo que sean, y posiciona a las mujeres en el centro, como un núcleo de lucha, para integrar otros movimientos. 

No olvidemos que no existe un solo feminismo. Los feminismos pueden o no llamarse feminismos de acuerdo a las luchas que se den en cada contexto sociocultural e histórico. Así, por ejemplo, las mujeres zapatistas se autonombran como “mujeres que luchan” y hay agrupaciones de mujeres que también prefieren nombrarse bajo una premisa de ética de los cuidados. Sin embargo, la lucha sigue siendo clara: la visibilización de las desigualdades y opresiones para avanzar hacia una agenda por la igualdad de derechos para todos, todas y todes.

Día Internacional de la Mujer. Foto: Clara Murcia @iStock

El camino recorrido en MUxED comenzó un 8 de marzo del 2020, en donde un grupo de mujeres mexicanas, apasionadas por la educación, quisimos compartir con niñas, niños y adolescentes las bases para entender la marcha y el día del paro nacional. Así, logramos difundir, a través de redes sociales, unos sencillos materiales que dieron pie a comunicaciones y esfuerzos de diversos colectivos en escuelas, familias, organizaciones de la sociedad civil e instancias gubernamentales para poner en el centro a las mujeres y la educación, asumiendo que todavía falta mucho camino por recorrer para lograr que las brechas de las desigualdades se cierren y que, con ello, logremos gozar de vidas seguras y libres. 

Que este 8 de marzo sea motivo para acuerparnos nuevamente y así hagamos frente a los nuevos desafíos que como mujeres enfrentamos; mujeres que además nos solidarizamos con muchos otros grupos en situaciones de vulnerabilidad. 

Marchemos este 8 de marzo, porque nos queremos vivas y sin miedo.

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Luz María S. Moreno Medrano* Integrante de MUxED. Es académica de la Universidad Iberoamericana y directora del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo de la Educación (INIDE), donde es docente en el Doctorado de Estudios Críticos de Género y el Doctorado Interinstitucional en Educación. Sus campos de investigación educativa son la educación y su relación con el género, la etnicidad y la clase social en los procesos de aprendizaje y de construcción de comunidades educativas.

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Referencias

Ahmed, Sara. (2014). The cultural politics of emotion. Edinburgh University Press.

Comisión Nacional de Derechos Humanos (2019). Perspectiva global. Nueva Época. Número 466, noviembre 2019.

Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas (CONAMI). Información principal. 

Crenshaw, Kimberlé W. (1991). Mapping the Margins: Intersectionality, Identity Politics, and Violence against Women of Color.

Stanford Law Review, 43(6), pp.1241-1299. 

INEGI 2021. Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH). Edición 2021.

Alexander, Kerri Lee. (2021). Feminismo: La Primera Ola. Exhibición escrita y curada del National Women History Museum.

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