El presente artículo destaca la importancia de la representación y los derechos de las mujeres indígenas en México.

Las niñas de las montañas: Homenaje a las mujeres indígenas
Las niñas de las montañas: Homenaje a las mujeres indígenas Créditos: Patricia Vázquez del Mercado.

El presente artículo destaca la importancia de la representación y los derechos de las mujeres indígenas en México. A pesar de ser una población muy significativa, las mujeres indígenas –y en particular las niñas– enfrentan desafíos educativos importantes, como el acceso y la permanencia en la escuela. Atender la educación de las niñas indígenas es crucial para la política educativa y para el país: Visibilizarlas y apoyarlas no solo es una enorme oportunidad, sino un puente de posibilidades para un México más justo y equitativo.

Las mujeres representamos la mitad de la población mundial. 

En 2018, conocí a Eufrosina Cruz, una mujer sencilla en su actuar, contundente en sus reflexiones y decidida en su lucha: "los pueblos indígenas no somos asuntos, ni agendas de vulnerabilidad, somos posibilidad, somos oportunidad y merecemos los mismos derechos que todas y todos en México". Desde hace 5 años, esta niña de la montaña, nacida en Quiegolani, Oaxaca, no sólo ha sido una gran maestra de vida, sino una gran amiga y cómplice del impulso a la agenda educativa. 

Reflexionar sobre las niñas, jóvenes adolescentes y mujeres indígenas en este mes que se conmemora el Día Internacional de la Niña, es fundamental sobre todo cuando tuvieron que pasar más de 200 años para que el 5 de septiembre se estableciera el Día Internacional de las Mujeres Indígenas. Lo anterior, en el marco del reconocimiento de la vida de una guerrera aymara, Bartolina Sisa, quien se enfrentó a la dominación colonial boliviana donde fue asesinada. México ha signado la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas aprobada el 13 de septiembre de 2007, así como la Declaración Americana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas suscrita el 17 de junio de 2016. 

Más de dos siglos y la deuda sigue pendiente. Según datos del Censo de Población y Vivienda 2020 por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en México, 23,2 millones de personas de tres años y más se autoidentifican como indígenas, lo que equivale al 19.4 % de la población total del país. En materia educativa, la escolaridad promedio de las mujeres indígenas de 15 años y más, abarca a la primaria completa, cuando la escolaridad promedio, a nivel nacional, es de más de 9 grados. Es decir que las mujeres indígenas, mayores de 15 años tienen, en promedio, una escolaridad tres grados menores que el resto de las y los mexicanos.  Asimismo, persisten enormes desafíos en las cifras sobre la educación escolarizada a la que muchas niñas y jóvenes adolescentes indígenas tienen poco o nulo acceso. 

Por supuesto, lograr que todas las niñas indígenas en edad escolar vayan a la escuela y que permanezcan no es una tarea menor. Según datos oficiales, al cierre del ciclo escolar 2022-2023, el total de niñas cursando la educación en la modalidad indígena era de 618,099: 23,075 en educación inicial, 206,214 en preescolar y 388,810 en primaria. No existen registros que permitan distinguir la presencia de las niñas indígenas en la educación a partir de la educación secundaria, porque la estadística educativa oficial ya no las identifica. 

La población total de niñas indígenas menores de 15 años es de alrededor de 3.5 millones, equivalente a una tercera parte de los habitantes de la Ciudad de México, con la diferencia fundamental de que esta población no está concentrada en un solo punto de la geografía del país, con acceso a todos los servicios. 

Por el contrario, se trata de una población muy grande, en su cuantía total, pero que está dispersa en múltiples localidades, pequeñas y alejadas, ubicadas en diversas regiones del país. El punto de hacer aquí esta analogía es evidenciar, por una parte, la magnitud del reto que implica garantizar a todas las niñas indígenas sus derechos y, por otra, llamar la atención de las autoridades competentes para que dimensionen su responsabilidad al diseñar políticas y estrategias que garanticen una educación de calidad a esta población, con los índices más bajos de escolarización. 

CRÉDITO: Patricia Vázquez del Mercado.

Con base en datos de Naciones Unidas, el estudiantado indígena enfrenta obstáculos como estigmatización, discriminación, barreras lingüísticas y falta de recursos en la educación. Además las mujeres y niñas indígenas tienen un acceso educativo inferior, destacando la necesidad de priorizar su acceso y permanencia. 

Malala, quien recibió el premio nobel de la Paz en 2014, ha hecho énfasis en que si las mujeres terminaran al menos 12 años de escolaridad, los países de renta media y baja aportarían a las economías al menos 92 billones de dólares más al año. De la misma forma, si todos los países aseguraran que todas las niñas fueran a la escuela, al menos hasta la secundaria, se reduciría en un 50% el riesgo de una guerra en los países que alcanzaran esa meta. 

Como bien dice Santiago Rincón Gallardo, ni la exhortación, ni la evidencia aislada, ni modificar los estatutos o normativas por sí solos son suficientes para transformar un sistema y mucho menos uno que requiere hacer más visibles a las niñas y jóvenes indígenas. Es la experiencia, la que genera cambios profundos. Las historias como las de Eufrosina y de otras muchas mujeres indígenas han demostrado con su andar y con sus batallas que su origen no es destino y que se requieren mucho más que leyes y normativas para ver un cambio profundo y real. 

Esta ocasión es un llamado a recordarnos la deuda histórica que tiene México con las indígenas y a destacar que ha sido poco el avance, en este siglo, para saldar dicha deuda. También este texto es una invitación a poner la mirada colectiva en las niñas, adolescentes y mujeres indígenas que habitan en las montañas y sierras alejadas y olvidadas de este país, y que siguen ausentes de la agenda educativa de México.

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Patricia Vázquez del Mercado. Integrante de MUxED. Pedagoga con estudios de posgrado (CIDE y FLACSO) y Magister en la Universidad de Harvard. Es presidenta ejecutiva de Mexicanos Primero y embajadora del juego en la Fundación Lego. Fue consejera de la Junta de Gobierno del INEE y Secretaria de Educación de Puebla. Ha trabajado en organismos internacionales y fue Directora de Cooperación Internacional de Radix Education.

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