- 13 de septiembre de 2024
El sistema educativo mexicano padece problemas que se han agudizado y hecho más evidentes como efecto de la pandemia. Frente a algunos de ellos, la formación ciudadana en la educación básica es una alternativa que ofrece respuestas valiosas, especialmente en cuanto al currículo
Al referirnos hoy a la educación resulta obligado ubicarla en el contexto de la pandemia y los efectos negativos que ha dejado, especialmente en las niñas, niños y adolescentes (NNA). También ha traído la oportunidad de replantear la educación y asumir seriamente los retos ante el agravamiento de viejos problemas que ya venía padeciendo el sistema educativo.
Entre los problemas educativos que se hicieron evidentes con la pandemia, se señalan algunos que refiere Felipe Martínez Rizo, para después plantear la necesidad de la formación ciudadana de las y los estudiantes como una de las formas de dar respuesta a tres de esos retos.
Retos que enfrenta la educación
- La educación presencial es insustituible. El cierre de escuelas agravó el incumplimiento del derecho a aprender de NNA.
- La brecha educativa y falta de igualdad de oportunidades como el acceso a las TICs. La educación a distancia afectó más a las familias más pobres.
- La carga excesiva de contenidos en los programas de estudio demanda, entre otras respuestas, centrarse en el desarrollo habilidades clave, con enfoque finalístico y favorecer la autonomía curricular.
- Lo injusto y contraproducente que resulta el uso de las evaluaciones para reprobar o aprobar estudiantes, y la necesidad de privilegiar el enfoque formativo.
- Transformar las prácticas del personal docente para que promuevan el desarrollo de competencias complejas, así como actitudes y valores para la convivencia.
Conviene remitirse al artículo de Martínez Rizo para conocer a detalle los retos que estos problemas plantean y a los que es necesario responder desde distintos frentes.
La formación ciudadana para la participación
Lograr una sólida formación ciudadana desde la escuela de educación básica es fundamental para construir una sociedad participativa y democrática que contribuya a ejercer el derecho a aprender a lo largo de la vida, fortalecer la democracia y mejorar la calidad de vida de toda la población. Sin embargo, la tarea no es fácil ni es suficiente el pequeño espacio que ocupa la asignatura de Formación Cívica y Ética en el currículo educativo para lograr este tipo de formación. Para ello resulta imprescindible contar con una metodología adecuada que guíe a docentes y estudiantes en el aprendizaje no únicamente de los contenidos necesarios, sino en el aprender a ser y ejercer su ciudadanía desde la práctica y la vida cotidiana en la escuela.
También es necesario crear una serie de condiciones que desarrollen una cultura democrática y participativa en la escuela. La metodología participativa "Aprender participando" (AP), diseñada por Mariali Cárdenas, integrante de MUxED, se orienta a la formación ciudadana para la participación organizada y democrática de estudiantes de educación básica. Dicha metodología cuenta con un sólido fundamento en la investigación y en la evaluación de su impacto en diferentes contextos mexicanos, tanto escolares como comunitarios.
Las evaluaciones de esta metodología han demostrado su potencial en el desarrollo de capacidades ciudadanas de NNA porque se basa en el aprender haciendo, y su efectividad en docentes y estudiantes que la han llevado a la práctica. Esto ha generado el reconocimiento de AP por su diseño pedagógico y por sus resultados, adicionalmente ha sido estudiada como caso de éxito en diversas publicaciones.
AP propicia que el estudiantado y la comunidad educativa en su conjunto (especialmente a través del Consejos Escolares de Participación Social -CEPS) pongan en práctica sus conocimientos y desarrollen habilidades de liderazgo y participación transformadora de su realidad, con el fin de lograr una mejor calidad de vida en la escuela y la comunidad para el bien común.
En este texto se retoman los tres últimos problemas de la educación que destaca Martínez Rizo para señalar aportaciones de la formación ciudadana que ofrecen algunas respuestas.
a) En cuanto al excesivo volumen de contenidos curriculares.
-Conviene retomar la sugerencia de la UNESCO de crear un contrato social y aplicarla también como estrategia para definir los contenidos curriculares con base en lo que se está haciendo bien, lo que no, y lo que se debe reinventar con miras a educar para la vida en sociedad basada en la ética del cuidado.
-La formación ciudadana mediante la metodología AP está orientada precisamente a aprender a establecer consensos, respetar las diferencias, ser incluyente, participar de forma organizada y democrática para resolver problemas que afectan al grupo o a la comunidad y lograr el bien común. Aprendizajes, todos éstos, para la vida y para la vida en sociedad.
-AP contribuye a una cultura que promueve más el ser, ser con el otro o la otra, ser y aprender juntos, más que el tener porque se basa en una ética del cuidado de la propia persona, de las otras personas y de la naturaleza.
-La metodología AP propicia el desarrollo de capacidades dialógicas mediante la deliberación democrática para la toma de decisiones informadas y con fundamentos, el diálogo y el análisis de temas controversiales en el contexto estudiantil y social (redes sociales y medios de comunicación) que se pueden vincular con contenidos del currículo. Esto haría posible reducir contenidos y abordarlos con mayor profundidad, además de atender la diversidad en el grupo, y desarrollar habilidades socioemocionales.
-La formación ciudadana para la participación democrática se centra, como debiera hacerlo el currículo, en habilidades clave con enfoque finalístico, es decir, aprender para la vida y para seguir aprendiendo, además de favorecer la autonomía curricular para elegir contenidos que respondan a las necesidades y problemas del contexto escolar, su diversidad y su entorno.
b) Por lo que respecta a la evaluación, cabe destacar el enfoque formativo que éstas deben tener y la diversificación de formas de evaluar, especialmente si se trata de desarrollar capacidades y habilidades como las ciudadanas o las socioemocionales. En estos casos cobra gran importancia la co-evaluación, la autoevaluación, la observación y el acompañamiento de procesos más que la medición de resultados.
La evaluación que considera el saber como un objeto del que se apropia la o el estudiante para devolverlo el día del examen, propicia su fracaso, frustración y desinterés por aprender.
Interesar al alumnado por seguir aprendiendo no se logra mediante preguntas planteadas por sus docentes, sino a partir de sus propias preguntas y problemas que conduzcan a buscar respuestas y soluciones. Las y los alumnos aprenden de lo que investigan y participan en forma organizada para buscar alternativas de solución, pero, sobre todo, del proceso que siguen en ese trayecto de aprender haciendo, como sucede con la metodología de AP.
c) En cuanto a la transformación de las prácticas del personal docente para lograr que las y los estudiantes lleguen a niveles superiores de aprendizaje, además de la actualización de docentes en ejercicio y la superación de deficiencias en la formación inicial docente, se requiere que la práctica de los colectivos escolares sea democrática y propicie la participación de la comunidad educativa (personal, estudiantes, madres y padres de familia) en la toma de decisiones.
Es necesario que la escuela se convierta en una comunidad que aprende y participa.