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OPINIÓN

Participar: un aprendizaje urgente

Participar: un aprendizaje urgente. El mundo está cambiando profundamente y cada vez es más claro que necesitamos hacernos partícipes, todas y todos, de nuestra responsabilidad compartida de educar y educarnos. No hay otro camino, a participar se aprende participando

OPINIÓN

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Créditos: IAP

La realidad que estamos viviendo en todos los ámbitos de la vida, cada vez más nos deja claro que el mundo está cambiando de formas muy profundas. Podríamos incluso hablar de un “cambio de era”, “un cambio de paradigma”, sobre cómo nos organizamos, cómo nos gobernamos, y cómo nos desenvolvemos y participamos en la vida pública y en la vida privada. 

Se transforman también los modelos de entendimiento y de generación de conocimiento. El pensamiento científico ha estado transitando ya desde hace varias décadas, de una visión mecanicista de la realidad (entender la realidad como un mecanismo), hacia una visión sistémica y compleja (entender la realidad como un sistema dinámico y cambiante), más acorde con la incertidumbre que, ya no podemos ignorar, caracteriza nuestra relación con la realidad.

Estamos pasando de una idea de desarrollo desde lo individual, a una en la que cada vez nos es más claro que tenemos que salir juntos y salir todos. Cada vez más voces se levantan a favor de no dejar a nadie atrás, reconectar con el planeta, con nuestra colectividad.

Sin embargo, los cambios sistémicos, o podríamos llamarlos también culturales, no ocurren ni homogéneamente, ni por decreto, ni de la noche a la mañana. Venimos de un par de siglos de esta visión mecanicista que han impulsado el desarrollo individual como el único modo de desarrollo (o por lo menos el más importante). La reciente pandemia por Covid19, sumada a la crisis ambiental global, y las múltiples crisis locales, nos están empujando a que aceleremos el despertar de una conciencia colectiva global.

Pero ¿cómo puede una escuela diseñada para el logro individual, con una administración jerárquica vertical y con actores educativos entrenados desde la infancia para el individualismo en un mundo centrado en la competencia y la supervivencia del individuo más apto, educar para la participación y el logro colectivo, el valor del cuidado, la conciencia de la interdependencia?

No hay otro camino, a participar se aprende participando

Podemos aprender de nuestras ricas culturas el sentido de comunalidad, que describe el filósofo zapoteco Jaime Martínez, el cual refiere al entendimiento compartido de que la tierra, los saberes, los recursos, son de la comunidad; y de este modo, la comunidad es guardiana y promotora del cuidado, el aprovechamiento, el desarrollo de los bienes comunes. Así, todos los miembros de la comunidad aprenden que son “parte de” algo más grande que sí mismos, y como tal, participan en asuntos públicos como forma de vida. 

Pero ¿cómo llevar este conocimiento ancestral, esta práctica cotidiana arraigada en las comunidades de muchos pueblos mexicanos, a la vida escolar (y social) contemporánea de los hijos del desarrollo individual, que no tenemos redes sociales más allá de las marquesinas digitales; que no sabemos de “ser parte de” y que nos enseñaron que lo que valía era siempre la ganancia personal?

Seguramente no será en un “Plan Maestro Infalible”, diseñado en algún o algunos escritorios, por muy bien preparados y estudiosos que sean los escribientes. Este proyecto de hacernos partícipes, todas y todos, de nuestra responsabilidad compartida de educar y educarnos, tendrá que impulsarse desde la práctica cotidiana; en foros consultivos, mesas de debate, investigación-acción, planeación de políticas educativas, juntas de consejo técnico escolar, asociaciones de padres de familia, consejos estudiantiles; en tu casa y en la mía. 

Transformar adentro, para transformar afuera

Otro elemento importante de este cambio de consciencia es que nos estamos dando cuenta de que no podemos ser “candil de la calle y oscuridad de la casa”. No podemos enseñar a participar plantados desde una organización jerárquica, individualista y vertical. Si queremos educar en participación desde la escuela, es necesario incorporar prácticas participativas en la toma de decisiones en el propio Consejo Técnico Escolar; en la inclusión de comités de padres de familia y consejos estudiantiles; en el liderazgo del director o directora; en la relación con la supervisión de zona y así en toda la estructura de servicios educativos. 

De acuerdo con Otto Scharmer, catedrático de MIT y fundador del Presencing Institute, la transformación de cualquier sistema social (incluido el educativo), se dará en la medida en que el propio sistema sea capaz de mirarse a sí mismo, reconocer sus patrones, su cultura, y que cada actor educativo nos reconozcamos como parte de ese sistema; que pasemos de una perspectiva ego-céntrica, a una eco-céntrica, y estemos dispuestos a inventar juntos una visión de futuro desde esta nueva conciencia donde somos “parte de” algo más grande que nosotros mismos.

Propuestas transformadoras

El gobierno de México está lanzando este año una nueva propuesta de reforma curricular en la educación básica, y seguramente habrá mucho que aportar para enriquecer este esfuerzo desde todos los frentes. Realmente espero que el anhelo de una mejor educación para todas y todos impulse las aportaciones y críticas a esta propuesta. Sin embargo, en este artículo quiero compartirles otras propuestas, que han estado presentes desde hace tiempo y que ya impulsan un modelo de educación en participación desde la escuela. 

Destaca el modelo de Redes de Tutoría, que promueve comunidades de aprendizaje donde todos pueden enseñar y aprender a partir de sus propios intereses y experiencias. La experiencia con las redes de tutoría ha sido sistematizada y compartida institucionalmente en múltiples publicaciones, lo cual facilita su puesta en práctica por actores escolares comprometidos con educar en participación. Puedes profundizar en este tema en la sección de documentación de la organización Redes de Tutoría, SC. 

Francesco Tonucci, catedrático del Istituto di Scienze e Tecnologie della Cognizione (ISTC, Instituto de ciencias y tecnologías del conocimiento), ha impulsado desde hace tres décadas el proyecto la Ciudad de los niños el cual es un ejemplo de participación centrada en las niñas y niños, con sus escuelas, familias y autoridades locales, con el propósito de transformar las ciudades a partir de tomar en cuenta los intereses y necesidades de sus niñas y niños.

La Jugarreta, Espacios de participación, AC en Tepoztlán, Morelos, es otro ejemplo de promoción de la participación infantil y juvenil. Con su proyecto piloto de Consejos Estudiantiles en el estado de Chihuahua, han sistematizado una serie de orientaciones para la instalación y operación de consejos de participación de niñas, niños y adolescentes en escuelas primarias y secundarias, con la idea de que puedan incidir en la toma de decisiones sobre diferentes aspectos relacionados con la escuela y sus procesos de

Foto: IAP

Por último, comparto la experiencia de Proeducación, IAP, que desde hace 25 años ha orientado sus esfuerzos en desarrollar un Modelo de Fortalecimiento Escolar, centrado en el reconocimiento de la escuela como un sistema dinámico, que involucra a todos los actores escolares en acciones formativas y de acompañamiento para la mejora escolar. 

Esta lista es sólo un pequeño muestrario de acciones que me han inspirado para seguir impulsando la participación en la educación, tanto en las escuelas como en todos los ámbitos sociales donde nos organizamos y tomamos decisiones. Creo firmemente que mientras más compartamos experiencias y nos escuchemos unos a otros, más avanzaremos hacia esa conciencia colectiva que enfrente los retos que nos presenta la realidad actual y construir un mundo más hermoso que, como dice Charles Eisenstein, nuestros corazones saben que es posible.

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