- 15 de diciembre de 2024
Desafío las reglas de la mafia japonesa, conocida por su exclusividad masculina, y encontró un lugar entre los sindicatos del crimen organizado.
La temida mafia japonesa, mejor conocida cómo la yakuza, con más de tres siglos de historia, siempre ha sido un mundo reservado a los hombres. Sin embargo, Nishimura Mako desafió todas las normas al convertirse en la única mujer reconocida como miembro oficial. Su historia está llena de rebeldía, violencia, y redención, mostrando cómo el crimen organizado puede atrapar incluso a quienes desafían sus reglas más estrictas.
El código masculino de la yakuza
En Japón, la yakuza no solo es sinónimo de crimen, sino también de tradición. Más de veinte sindicatos criminales conforman esta organización, que opera bajo principios estrictos. Uno de los más inviolables es que solo los hombres pueden formar parte. En sus más de 300 años de existencia, la figura de Nishimura Mako se alza como la única excepción documentada.
Desde una temprana edad, Nishimura demostró un carácter indomable. Su adolescencia estuvo marcada por su afición a las pandillas de motociclistas, conocidas como bōsōzoku, y su atracción por la violencia. Según confesó en una ocasión, peleaba mejor que muchos hombres: "Nunca perdí una pelea", declaró a Martina Baradel, investigadora de la Universidad de Oxford y experta en la yakuza.
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Un encuentro que cambió su vida
Su camino hacia la yakuza comienza tras conocer a un joven miembro de esta mafia. Fascinada por el mundo del crimen organizado, pronto se involucró en actividades ilícitas, incluyendo el tráfico de drogas y la explotación de mujeres. Aunque su apariencia frágil de apenas 1.50 metros de estatura y 45 kilos de peso, parecía contradecir su brutalidad, su determinación y habilidad en el combate le abrieron las puertas a un lugar que ninguna mujer había ocupado antes.
A los 20 años, Nishimura se sometió al ritual de sakazuki, una ceremonia que sella el compromiso y la lealtad hacia la organización. Fue también en este periodo cuando decidió amputarse el meñique, en un acto simbólico conocido como yubitsume, como muestra de responsabilidad por un incidente relacionado con drogas perdidas. Este gesto le ganó el apodo de "maestra del corte de dedos", ya que también realizó este procedimiento a otros miembros que no se atrevían a hacerlo.
El precio de ser diferente
A pesar de su estatus dentro de la yakuza, Nishimura enfrentó el rechazo de la sociedad japonesa cuando intentó abandonar el crimen. Tras quedar embarazada, buscó un empleo digno para cuidar a su hijo, pero fue discriminada por sus tatuajes, uno de los signos más visibles de su pasado en la mafia. A pesar de sus esfuerzos por cubrirlos, fue despedida en más de una ocasión, lo que la llevó a regresar al mundo criminal con una determinación aún mayor.
En este periodo, se casó con un líder yakuza, desempeñando el rol de "esposa del jefe", una posición que la colocó en el centro de las decisiones del grupo. No obstante, su vida como madre y su deseo de dejar atrás la violencia terminaron por prevalecer. Finalmente, y con el consentimiento de su jefe, logró retirarse.
Una nueva vida
Nishimura Mako tiene 57 años y dirige una organización benéfica dedicada a apoyar a antiguos miembros de la yakuza que, como ella, buscan reintegrarse a la sociedad. Este camino de redención la llevó a colaborar con investigadoras como Martina Baradel, quien ha pasado más de una década estudiando el funcionamiento interno de esta mafia.
Baradel relata que conocer a Nishimura fue un proceso gradual. Durante un evento de caridad para exconvictos, tuvieron su primer encuentro. "Ella no fuma ni bebe, y al principio fue muy cautelosa conmigo", recuerda. Sin embargo, con el tiempo, ambas desarrollaron una relación basada en la confianza.
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El papel de las mujeres en la yakuza
Aunque Nishimura es la única mujer reconocida oficialmente como miembro, muchas otras han estado involucradas en actividades relacionadas con la yakuza. Desde esposas de líderes que actúan como mediadoras, hasta aquellas explotadas en las industrias de entretenimiento nocturno, las mujeres suelen desempeñar roles cruciales pero invisibles.
La yakuza se distingue de otras organizaciones criminales como los cárteles de América Latina o la mafia italiana por su estructura y su relativa transparencia. Aunque sus actividades son ilegales, formar parte de la yakuza no está penalizado en Japón, lo que les permite operar de manera semiabierta. Esta particularidad hace que investigadores como Baradel puedan acercarse a ellos sin los mismos riesgos que implica estudiar otros grupos mafiosos.
"En Japón, la yakuza tiene oficinas y es un secreto a voces quiénes son sus miembros. No es como en Sicilia, donde los mafiosos pueden estar escondidos durante décadas", explica la investigadora.
La historia de Nishimura Mako es un testimonio de cómo las normas más estrictas pueden ser desafiadas. Su paso por la yakuza y su posterior transformación en defensora de la reinserción social ilustran el poder de la resiliencia. Hoy, su vida es una mezcla de arrepentimiento y acción, dedicada a construir una segunda oportunidad para quienes buscan dejar atrás el pasado.
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