En casi todas las religiones existe el concepto de ayuno y abstinencia en determinada época del año. Esa temporada de reflexión tiene como finalidad la de dominar y preparar al cuerpo para poder elevar el espíritu, a través de la templanza, y la oración.
En el cristianismo, la cuaresma -que inicia con el miércoles de ceniza- se busca emular el periodo de 40 días y 40 noches que Jesús pasó en el desierto, antes de iniciar su vida pública que concluye en la crucifixión y previo a la pascua de resurrección.
El "ascetismo" autoimpuesto durante esta época despierta la creatividad gastronómica de los fieles y de ella surgen una variedad de platillos que, si bien no contienen carne roja, están muy lejos de ser una forma de penitencia a base de ayuno y abstinencia.
Un punto a considerar en esta época es la coincidencia con el levantamiento de la veda de algunas especies marinas y la consiguiente abundancia de frutos del mar frescos en los mercados. Esto desde un punto de vista comercial, pero en para las religiones judeo-cristianas es una práctica milenaria que aparece desde el antiguo testamento.
Por otro lado, el aumento de las temperaturas previas al inicio de la primavera incita a comer platillos más frescos y menos grasos que los acostumbrados en la época invernal.
La riqueza gastronómica de México, declarada en 2010 como Patrimonio Intangible de la Humanidad por la UNESCO, se debe a la fusión de la cocina de los pueblos originarios con la traída por los evangelizadores y conquistadores, así como la creatividad de un pueblo que busca cómo llevar a la mesa el sustento cada día.