- 13 de septiembre de 2024
La cebolla es originaria de Asia central. Su cultivo y consumo datan desde la antigüedad y es considerada una de las hortalizas más consumidas en el mundo entero.

El sabor y olor de la cebolla morada son más pronunciados y picantes, con ligeros tonos dulces a diferencia de otros tipos de cebolla.
Su color, que va del morado rojizo al violáceo, se encuentra en la superficie de cada capa y no en la carne que en todos los tipos de cebolla es predominantemente blanco.

Su uso en la cocina aprovecha su color para dar más vista a platillos crudos como ensaladas, si se cuece o se fríe, su color puede perderse debido a que los pigmentos que la tiñen son solubles en agua. Estos pigmentos pertenecen al grupo de los flavonoides que poseen propiedades antioxidantes benéficas para nuestra salud.

Los flavonoides que le dan su color característico pueden ayudar a prevenir enfermedades del corazón y algunos tipos de cáncer. Además, retrasan el envejecimiento de las células y ayudan a mejorar el sistema inmune que nos protege de enfermedades.

La glucoquinina que aporta la cebolla morada tiene efectos hipoglucemiantes y estimulan la secreción de los jugos pancreáticos que ayudan a digerir las grasas y disminuyen los niveles de azúcar en la sangre, lo que la convierte en un aliado contra la diabetes.

La quercetina presente en la cebolla morada, así como el cromo y el complejo B, pueden ayudar a reducir la hipertensión y prevenir la formación de tumores. Su efecto antinflamatorio y antialérgico mejora la circulación e impide la formación de tapones en las arterias que provocan accidentes cardiovasculares.

Al igual que otras variedades de cebolla, la morada aporta una gran cantidad de nutrientes a nuestro cuerpo. Los folatos ayudan a que algunos nutrientes lleguen hasta nuestro cerebro, lo que mejora la producción de serotonina, dopamina y norepinefrina que brindan sensación de bienestar.

Los compuestos sulfurosos ayudan a la producción de colágeno y promueven la circulación sanguínea al cuero cabelludo y cutícula. Esto contribuye a la prevención de la caída del cabello y mejora la dureza y crecimiento de las uñas.

Adicionalmente, el sulfóxido de tiopropanal -responsable de hacernos llorar cuando cortamos la cebolla- contribuye a la expectoración y eleva las defensas del organismo.

Las vitaminas A, B, C y E que aporta el consumo habitual de cebolla activan funciones específicas de nuestro metabolismo y sirven para descomponer y aprovechar mejor los nutrientes que necesitamos para mejorar y prevenir enfermedades de la vista, sistema inmune, prevención del daño por estrés oxidativo y formación de células inmunitarias.

El calcio y otros minerales como fósforo, magnesio y silicio ayudan a reducir la degradación de los huesos, estimula la regeneración del tejido óseo y previenen la osteoporosis. Además, el magnesio ayuda a prevenir los cuadros de migraña y dolores de cabeza provocadas por la falta de este mineral.
