DEL PODER A LA CAÍDA
“El Panu”: radiografía criminal del jefe de seguridad de Los Chapitos asesinado en la Zona Rosa
De operador silencioso a objetivo prioritario de Estados Unidos, así fue el ascenso y caída de Óscar Noé Medina González, jefe de seguridad de Los Chapitos.
La figura de Óscar Noé Medina González, alias “El Panu”, ocupa un lugar clave dentro del entramado criminal del Cártel de Sinaloa. Su asesinato en la Zona Rosa de la Ciudad de México no sólo marcó el final de uno de los operadores más discretos y letales de Los Chapitos, sino que dejó al descubierto la importancia estratégica que tuvo durante años en la protección, expansión y sostenimiento del grupo criminal encabezado por los hijos de Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”.
Nacido el 11 de mayo de 1983 en Culiacán, Sinaloa, Medina González escaló desde posiciones operativas hasta convertirse en el principal jefe de seguridad de Iván Archivaldo Guzmán Salazar. A diferencia de otros líderes visibles, su poder no se construyó a partir de discursos o apariciones públicas, sino desde el control cotidiano de hombres armados, rutas, territorios y decisiones violentas.
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El ascenso dentro de Los Chapitos
Los primeros registros lo ubican como sicario dentro de la estructura fundada por Joaquín “El Chapo” Guzmán. Con el paso de los años, su cercanía con Iván Archivaldo lo convirtió en compadre, hombre de confianza y finalmente en el coordinador general de seguridad de la facción.
Tras la última captura de Guzmán Loera en 2016, Los Chapitos asumieron el control de la organización. En ese reacomodo interno, “El Panu" emergió como una figura indispensable: era el vínculo entre la cúpula y los mandos regionales, el operador que traducía órdenes estratégicas en acciones concretas.
De acuerdo con autoridades estadounidenses, su función era supervisar a los comandantes encargados de la seguridad en distintas zonas del país, así como coordinar a sicarios movilizados según las necesidades del grupo.
El arquitecto de la violencia cotidiana
El Departamento de Estado de Estados Unidos sintetizó su papel en un comunicado que expone la magnitud de su control operativo:
“Medina González supervisa a cada uno de los comandantes regionales de los Chapitos, responsables de la seguridad en sus zonas designadas de México, y a sus sicarios, quienes son enviados donde sea necesario para proteger las operaciones de tráfico de fentanilo de los Chapitos, asesinar a miembros de cárteles rivales, demoler negocios insolidarios, capturar territorios en disputa, intimidar a civiles y atacar a las fuerzas del orden para promover el negocio de tráfico de fentanilo del Cártel”.
Esta descripción retrata a “El Panu" no sólo como un jefe armado, sino como el gerente de la violencia criminal, encargado de decidir cuándo, dónde y contra quién se ejercía la fuerza.
Narcotráfico y fentanilo
Como lugarteniente de Los Chapitos, Medina González fue pieza central en el tráfico de drogas hacia Estados Unidos. Reportes señalan que participó en reuniones de alto nivel donde se discutió el suministro de precursores químicos para la producción de fentanilo, asignando responsabilidades y puntos de entrada.
Su papel no se limitaba a la logística. También se le atribuía la protección de laboratorios, rutas de trasiego y cargamentos, así como la eliminación de amenazas internas y externas.
La Administración de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA) considera que la facción de Los Chapitos es responsable de una parte significativa del flujo de fentanilo hacia Estados Unidos, lo que colocó a “El Panu" como un objetivo prioritario.
El Departamento de Estado de Estados Unidos ofrecía una recompensa de cuatro millones de dólares por información que condujera a su captura.
¿Cuáles son los crímenes que cometió “El Panu”?
El expediente criminal de Óscar Noé Medina González, alias “El Panu”, lo perfila como un operador clave en las actividades más violentas y estratégicas de Los Chapitos.
El 4 de abril de 2023, un jurado federal del Distrito Sur de Nueva York presentó una acusación formal en su contra, sustentada en investigaciones de la DEA. De acuerdo con estos informes, Medina González controlaba a los encargados de seguridad y a los llamados “ninis”, un grupo de sicarios utilizados para ejecutar operaciones armadas y de intimidación.
Los crímenes que se le atribuyen incluyen:
- Conspiración para el tráfico e importación de fentanilo hacia Estados Unidos.
- Posesión de dispositivos destructivos y ametralladoras de uso exclusivo militar.
- Lavado de dinero derivado de actividades ilícitas.
- Coordinación de tareas de seguridad y enfrentamientos contra cárteles rivales.
- Presunta participación en el secuestro y tortura de dos agentes federales en 2017.
- Vinculación con ataques armados coordinados en Ciudad Juárez en agosto de 2022.
Estos señalamientos lo colocan como una de las piezas centrales en la maquinaria criminal del Cártel de Sinaloa.
A pesar de su relevancia criminal, “El Panu" mantuvo un perfil público discreto. Esa dualidad quedó evidenciada en sus últimos días, cuando se desplazó por la Ciudad de México con aparente normalidad, convivió con su familia, acudió a misa y cenó en una zona turística.
Ese contraste entre vida cotidiana y poder criminal explica por qué su presencia pasó desapercibida durante tanto tiempo, incluso en una de las ciudades más vigiladas del país.
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El asesinato en la Zona Rosa
El 21 de diciembre de 2025, dos hombres armados ingresaron a un restaurante de la Zona Rosa y dispararon en al menos 12 ocasiones contra Medina González. El ataque fue directo, rápido y letal. Los agresores huyeron en motocicleta.
En las primeras horas, su identidad fue confusa. Su pareja declaró que se trataba de un empresario hotelero. Más tarde, su madre confirmó ante autoridades que el hombre asesinado era Óscar Noé Medina González.
“El Panu” en los narcocorridos
Su figura también fue construida en la narrativa musical del narcocorrido. Diversas canciones lo presentan como un operador leal, cercano a la cúpula y con capacidad de mando.
En uno de los corridos más conocidos se le describe como “compadre de Iván” y “amigo del Chapo Guzmán”, reforzando su cercanía con el poder central. Otro tema destaca su rol como mediador interno:
“El hombre al que me refiero, es compa ‘Panu’ el amigo. Un joven muy talentoso, respetado y muy querido”.
Estas letras no aportan datos verificables, pero reflejan cómo su imagen fue mitificada dentro y fuera del mundo criminal.
Un vacío en la seguridad de Los Chapitos
La muerte de “El Panu" dejó vacante uno de los puestos más sensibles de la organización. Analistas coinciden en que su ausencia debilita el control interno y acelera la disputa por el mando de la seguridad armada.
Entre los posibles relevos aparece Óscar Gabriel Martínez Larios, alias “El Gabito”, un operador violento con historial en el sur de Sinaloa y vínculos directos con la estructura que comandaba Medina González.
Un operador clave fuera del tablero
El asesinato de “El Panu” no fue un hecho aislado, sino parte del desgaste acelerado de la cúpula de seguridad de Los Chapitos, en medio de presiones internas, disputas con La Mayiza y la ofensiva de autoridades mexicanas y estadounidenses.
Su trayectoria sintetiza el modelo de liderazgo criminal basado en el control territorial, la violencia sistemática y el sigilo operativo. Un poder que se ejerce desde las sombras y que, tarde o temprano, termina por volverse visible.
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