- 17 de julio de 2025
La desaparición de Ana Amelí en el Pico del Águila reabre viejas heridas en el Ajusco, donde también desapareció Pamela Gallardo en 2017.

A plena luz del día y en una de las zonas naturales más visitadas del sur de la Ciudad de México, una joven de 19 años desapareció sin dejar rastro. Se trata de Ana Amelí García Gámez, estudiante de Biología de la UNAM, quien fue vista por última vez el pasado sábado 12 de julio mientras practicaba senderismo en el Pico del Águila, dentro del parque nacional Cumbres del Ajusco.
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La desaparición ha movilizado a su familia, voluntarios, brigadas ciudadanas y autoridades locales que, desde hace días, han revisado la zona con el apoyo de drones, binomios caninos y un helicóptero de la Secretaría de Seguridad Ciudadana. La última comunicación de Ana Amelí fue con su padre, cerca de las 4 de la tarde. Desde entonces, solo queda una coordenada geográfica como pista.
Pero más allá de la angustia inmediata, este caso ha reactivado el recuerdo de otro que aún duele: el de Pamela Gallardo Volante, desaparecida hace casi ocho años en la misma zona tras acudir al Soul Tech Festival, un evento musical celebrado en el Ajusco el 5 de noviembre de 2017.
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Dos mujeres jóvenes, un mismo lugar
Las similitudes entre ambos casos son alarmantes. Ambas jóvenes desaparecieron mientras realizaban actividades al aire libre en la misma región montañosa. Ambas eran estudiantes, y en ninguno de los dos casos las autoridades han ofrecido respuestas claras o resultados concluyentes.
Desde el primer momento, las familias han denunciado la falta de protocolos efectivos de búsqueda, así como la lentitud de las investigaciones. En ambos escenarios, la búsqueda ha recaído más en la sociedad civil, colectivos y familiares, que en las instituciones.
La madre de Pamela, María del Carmen Volante, fundó el colectivo Hasta Encontrarles, con el que ha realizado más de 400 jornadas de rastreo en los parajes del Ajusco. Tras conocer el caso de Ana Amelí, no dudó en sumar esfuerzos y unirse a la búsqueda de la joven desaparecida, con la esperanza de que esta vez haya un desenlace diferente.
"Lo que pasó con Pamela no puede repetirse. El lugar donde desapareció Ana coincide con la misma zona donde se perdió la pista de mi hija", declaró Volante.
Una zona concurrida y peligrosa
El periodista Óscar Balderas, experto en crimen organizado, explicó que la zona media y alta del Ajusco está controlada por redes ilegales como talamontes y narcomenudeo. Allí operan halcones (vigilantes), casas de seguridad y bodegas clandestinas.
"Es una zona en donde incluso tirar cuerpos se facilita, porque hay presencia de fauna carroñera, terreno abrupto y límites territoriales confusos entre la Ciudad de México y Morelos, lo que complica la actuación de las autoridades", afirmó Balderas.
Esa condición ha hecho que el Ajusco se convierta en una especie de tierra de nadie, donde reina la impunidad y la respuesta institucional suele ser tardía o nula.
¿Qué pudo haber pasado con Ana Amelí?
Lo que se sabe es que Ana Amelí formaba parte de un grupo de excursionistas, que se comunicó con su familia antes de desaparecer, y que su teléfono dejó de emitir señal en un punto específico del Pico del Águila.
Hasta ahora las posibilidades pueden ser muchas, desde un accidente natural en el sendero, hasta un posible caso de desaparición forzada con fines de trata o explotación sexual. Por lo tanto, los familiares han solicitado a las autoridades que no se cierre ninguna línea de investigación.
Vannesa Gámez, madre de Ana, ha pedido apoyo directamente a la presidenta Claudia Sheinbaum, argumentando que la búsqueda requiere mayor despliegue tecnológico, recursos humanos y voluntad política para evitar otro caso sin justicia.

La desaparición de Pamela sigue sin resolverse, y su familia continúa encontrando restos óseos en la zona, sin que hasta ahora se haya confirmado si pertenecen a ella. El patrón de desapariciones en el Ajusco exige una intervención urgente.
Por lo tanto, como en todos los casos de desaparición, cada minuto cuenta. El caso de Ana se une a todas aquellas familias golpeadas por la ausencia, convirtiéndose en la voz de quienes no se cansan de buscar. Y aunque Pamela lleva casi ocho años desaparecida, su historia no ha sido olvidada. Porque mientras haya alguien que la nombre, que la busque y que exija justicia, ella sigue presente en muchos sentidos.
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