Cocodrilos: una película sobre la violencia contra periodistas y la impunidad en México

En Cocodrilos, su primer largometraje, el director mexicano J. Xavier Velasco no solo construye una ficción inspirada en hechos reales, sino una contundente denuncia sobre la violencia estructural contra periodistas en México.

Seleccionada para competir por el Premio Mezcal en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara 2025 (FICG 25), la película se articula como un thriller, sin despliegues violentos explícitos, pero con un trasfondo de amenaza constante que revela lo más sórdido del pacto entre crimen e impunidad.

De la guerra contra el narco a la ficción cinematográfica

Velasco ha venido trabajando este tema desde hace más de una década. "La idea comenzó desde pues más o menos desde el 2000, alrededor del 2010 en adelante", cuenta en entrevista con Quinto Poder.

"Obviamente cuando estalló esta llamada guerra contra el narco, pues yo viviendo en Jalapa me impactó muchísimo ver militares en las calles, ¿no? La alza de la violencia, todo esto."

De esa impresión surgió Juan y la Borrega (2011), cortometraje con el que exploró por primera vez cómo la violencia se infiltra en lo cotidiano. Cocodrilos lleva esa inquietud al terreno de la ficción larga, para ya no sólo abordar la violencia normalizada, sino la impunidad que impera en el país y el crimen organizado.

Ficción como herramienta para pensar el horror

El punto de partida de la historia es el asesinato de una periodista veterana a manos del crimen organizado. Su discípulo, Santiago (interpretado por Hoze Meléndez), toma la decisión de continuar la investigación que ella dejó inconclusa. Sin embargo, Velasco no reduce la trama a un ejercicio de venganza.

"A mí me interesaba mucho aproximarme al tema desde la ficción porque pues bueno, realmente es la primera película que toca el tema desde la ficción, ¿no?", explica. "Hay muchísimos documentales cinematográficos, reportajes... pero aquí se trataba de ver qué puede hacer la ficción para reflexionar desde otro lugar."

La película está inspirada en casos como los de Regina Martínez y Rubén Espinosa, periodistas asesinados en Veracruz, pero también incorpora testimonios de colectivos como Solecito, de madres buscadoras y busca mostrar el daño colateral que el crimen organizado deja no sólo a las víctimas, sino a sus familiares, amigos y a la sociedad en general.

Velasco escribió el guion junto a su hermana, la novelista Magali Velasco, y trabajó durante años en una atmósfera que pudiera hablar del miedo sin necesidad de mostrarlo.

"Tenemos este personaje que lo estamos siguiendo, pero vamos viendo cómo alrededor suyo la gente también tiene afectaciones causadas por la violencia", explica. "Su madre enferma como reacción al marido violentado, su novia va teniendo estos cambios por la violencia palpable... hay cabida para una reflexión, porque puedes llevar a los personajes a tener conflictos que sean espejo de cosas de las que quieres hablar."

Una película que incomoda y denuncia

La ficción, para Velasco, tiene un poder transformador, aunque no lo desliga del riesgo que implica tocar estos temas en México.

"Hay verdades que incomodan a gente poderosa y esas verdades te pueden costar la vida, ¿no? La libertad de prensa está bajo ataque", advierte. "Hay una cuestión sistematizada, no solo en el país, sino de manera global, de cómo las corporaciones se hacen de periódicos, de medios, y van tirando la línea que a ellos les interesa."

"Me parece que esta película nos invita a reflexionar sobre sobre cuál es el estado de la libertad de prensa y cómo hay entidades que no quieren que las verdades salgan a flote", añade.

Aunque reconoce que el documental enfrenta mayores peligros por señalar directamente a los responsables, también es consciente de que la ficción tiene un alcance emocional que no debe subestimarse. "Lo poderoso de esta historia es que uno como mexicano se ve reflejado y entiendes perfectamente de qué se habla."

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El arco emocional de Santiago: una espiral de consecuencias

Uno de los elementos más trabajados de la cinta es el arco emocional del protagonista. "Fue uno de los mayores retos tanto para el actor [Hoze Meléndez] como para mí, porque es un personaje que inicia desde un punto ingenuo... pero que se va metiendo en una espiral descendente", dice.

"Al final del día, ¿qué era ese vacío que él trataba de llenar? Buscando la redención de su maestra y poniéndose él en peligro, sabiendo perfectamente que se estaba metiendo en una situación de peligro, ignorando advertencias."

Para preparar el personaje, Velasco y Meléndez trabajaron durante meses. "Le recomendé un libro que se llama Romper el silencio, que es una recopilación de varios periodistas que han sufrido violencia, y donde podíamos entender un poquito toda esta cuestión de cómo reaccionar a ciertas situaciones de estrés total."

El trabajo con el elenco fue exigente incluso en los papeles secundarios. "Había varios personajes que tenían pocas escenas, pero sus escenas tenían que ser muy poderosas. El caso del personaje de Aida López, el caso de Mayra Sérbulo... y la mamá, que es Arcelia Ramírez, un personaje muy complicado, y me parece extraordinario que haya podido interpretarlo."

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Un final que no consuela: la crudeza como postura ética

Lejos de las fórmulas del cine denuncia o del periodismo militante, Cocodrilos encuentra su potencia en lo que sugiere más que en lo que muestra. El final, que aquí no revelaremos, representa una apuesta poco común en el cine nacional: renunciar al consuelo para mostrar lo insoportable.

Esa crudeza es lo que vuelve urgente y necesaria a Cocodrilos.  Una película que abre una conversación colectiva sobre lo que la violencia en México que queremos seguir ignorando.

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