Un sobreviviente de la masacre de Tlatelolco en 1968, revela los momentos de terror vividos durante y después de la represión militar.

El desgarrador testimonio de un sobreviviente del 68
El desgarrador testimonio de un sobreviviente del 68 Créditos: Daniel Augusto / Cuartoscuro

El 2 de octubre de 1968, la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco se transformó en el epicentro de uno de los episodios más trágicos de la historia mexicana. Miles de estudiantes que participaban en una manifestación pacífica fueron brutalmente reprimidos por el ejército y las fuerzas de seguridad del Estado.

Entre las víctimas, unas lograron sobrevivir a la masacre, y sus testimonios, como el de Javier Aguilar García, revelan la magnitud del horror que se vivió esa noche. Su relato, recuperado en Revistas UNAM en 2015, es un desgarrador recuento de los hechos.

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Matanza de Tlatelolco Créditos: Especial

El desgarrador testimonio de Javier Aguilar García

Javier Aguilar García, estudiante en ese entonces, fue uno de los pocos que logró escapar con vida de la masacre. Su testimonio no solo es un documento histórico invaluable, sino también un recordatorio de la violencia con la que el gobierno mexicano trató de acallar las voces de los jóvenes que exigían justicia y libertad.

En su relato, Aguilar García describe la atmósfera en la Plaza de las Tres culturas  como una mezcla de esperanza y tensión por lo que parecía una lucha justa.  Cerca de las 17:15 horas comenzó el mitin. Los asistentes, que ya se sentían inquietos por el ambiente tenso, comenzaron a escuchar a los oradores desde el primer nivel del Edificio Chihuahua.

Al mismo tiempo, helicópteros de la policía o del ejército sobrevolaban la plaza, y el sonido de sus motores y aspas se hacía cada vez más fuerte, interrumpiendo los discursos.

A eso de las 17:30 horas, uno de los helicópteros descendió a una altura inusualmente baja, y los presentes pudieron ver cómo un soldado extendió su brazo y lanzó luces de bengala, que parecían ser de color rojo, púrpura y verde, un acto que marcó el inicio de la represión que se avecinaba.

"La masa estudiantil y popular que estaba en la Plaza de las Tres Culturas se comenzó a agitar; empezamos a escuchar los ruidos de las botas militares; en medio de los gritos, algunos ruidos parecían 'cuetes de pólvora' y varios compañeros decían: "no son 'cuetes', son balazos"!!!!", narra.

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Matanza de Tlatelolco Créditos: Especial

En cuestión de segundos, la plaza se convirtió en una zona de guerra, donde estudiantes desarmados intentaban huir o refugiarse de los disparos que parecían venir de todas direcciones.

El Batallón Olimpia, un grupo de militares encubiertos que vestían guantes blancos para distinguirse, fue el encargado de iniciar la balacera.

"Observé claramente que varios individuos que portaban un guante blanco o un pañuelo en una mano, tenían en la otra sendas y grandes pistolas, que disparaban indiscriminadamente sobre la masa de gente que se encontraba todavía en el centro de la Plaza Tlatelolco y buscaban salidas por dónde correr, por dónde escapar", dice.


Muchos intentaron esconderse, pero la brutalidad de las fuerzas armadas no dio tregua. Los que lograban escapar de las balas eran apresados y golpeados por soldados y policías.

En su intento por salvarse, Aguilar García corrió hacia a una peletería y ahí se refugió junto a otros estudiantes:

"Todos los agredidos del mitin y quizás algunos clientes del lugar. estábamos tendidos en el piso. Unos gritaban, otros lloraban, otros en silencio, todos escuchábamos, sorprendidos, el cúmulo de disparos que cruzaban la Plaza de las Tres Culturas, pero que también estallaban en las ventanas de los edificios, todo lo veíamos con ojos de aterrados". 

El caos era tal que los presentes, aterrados y pecho a tierra, veían los destellos de los disparos y escuchaban gritos de miedo y órdenes militares. Tras un tiempo, algunos militares ingresaron a la tienda, asegurando que todo estaba bajo control y pidiendo calma. Poco después, una ambulancia llegó para atender a los heridos, y se llevaron a algunos, de los cuales no se supo más.

Según su testimonio, los estudiantes atrapados en la peletería  permanecieron allí desde las 5:45 p.m. del 2 de octubre hasta la madrugada del 3 de octubre. A medida que pasaba el tiempo, el temor entre ellos aumentaba, algunos comenzaron a decir que serían asesinados o encarcelados.

Ante el pánico, varios destruyeron sus credenciales, agendas y cualquier documento que pudiera implicar a otros estudiantes o profesores. Sin embargo, otros decidieron conservarlas, creyendo que podrían servir para identificarse en una situación extrema. Javier Aguilar, por su parte, optó por guardar su credencial, pensando que era mejor contar con alguna identificación.

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Matanza de Tlatelolco Créditos: Especial

La madrugada del 3 de octubre

El silencio de la madrugada siguiente fue quizá lo más devastador para los sobrevivientes. La Plaza de las Tres Culturas, que pocas horas antes había sido testigo de consignas y demandas de justicia, ahora estaba cubierta de cadáveres. 

En la madrugada del 3 de octubre, alrededor de la una de la mañana, los militares obligaron a los estudiantes a salir de la tienda en la que se refugiaban. Los soldados los intimidaban con gritos amenazantes, les quitaban los cinturones y los empujaban hacia los elevadores, insinuando que podrían ser alcanzados por balas.

A quienes se resistían, los golpeaban con patadas o culatas de rifles. Luego, los obligaron a caminar despacio, con las manos en la nuca, hacia la parte trasera del edificio Chihuahua, sin detenerse ni mirar atrás. Aunque no sabían con certeza qué sucedería, muchos temían que los llevarían a una cárcel o campo militar, mientras escuchaban el sonido de motores de camiones cercanos, aumentando la sensación de incertidumbre y peligro.

"Los soldados comenzaron a gritar: "párense, levántense", "quítense los cinturones", "caminen hacia los elevadores, para que reciban unos balazos", "vamos a ver si son muy valientes", etcétera", narra.

Al llegar al final del pasillo, los estudiantes esperaban que los llevaran a una cárcel, pero los militares les ordenaron seguir caminando sin voltear y les indicaron que se fueran, advirtiéndoles que no se metieran en más problemas. "Así que ahora los represores y agresores nos querían dar clases de moral y buena conducta", dice el testimonio.

Esta inesperada actitud sorprendió a los sobrevivientes, quienes supusieron que los represores no tenían más camiones o espacio en las cárceles. Los estudiantes y civiles que se encontraban en la peletería caminaron por la Avenida Reforma hasta la Glorieta del Caballito, donde algunos comenzaron a hacer mítines denunciando la masacre, la cual atribuyeron al gobierno de Gustavo Díaz Ordaz y al mando militar del general José Hernández Toledo.

Esa misma noche, varios compañeros formaron brigadas para recorrer la ciudad y denunciar los asesinatos, mientras otros se retiraban gritando consignas en contra del gobierno.

"El 3 de octubre el país y el mundo fueron sorprendidos por la noticia de la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas, Tlatelolco. Las reacciones no se hicieron esperar. Algunas universidades estallaron en huelga, como protesta enérgica por lo sucedido", concluye el texto.

El testimonio de Javier Aguilar García sobre la masacre del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco refleja la brutal represión que sufrieron los estudiantes a manos del gobierno mexicano. Su relato no solo expone la violencia física ejercida por el ejército, sino también el impacto psicológico y emocional que dejó en los sobrevivientes.

Aunque lograron escapar con vida, la experiencia de la masacre dejó una cicatriz imborrable, y su relato se ha convertido en una voz crucial para denunciar los crímenes del Estado y exigir justicia. La reacción posterior, con mítines y brigadas organizadas para denunciar lo ocurrido, muestra el intento de los sobrevivientes por mantener viva la memoria de aquellos que perdieron la vida y la lucha por sus ideales.

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