Cinco años después, su madre sigue luchando por justicia en un pueblo donde los responsables aún caminan armados.

Cinco años después de que Alexander Martínez fuera asesinado su madre continúa exigiendo justicia.
Cinco años después de que Alexander Martínez fuera asesinado su madre continúa exigiendo justicia. Créditos: Especial

El 9 de junio de 2020, Alexander Martínez Gómez, de 16 años, salió en moto con sus amigos a comprar refrescos y pizzas. El plan era regresar a casa y seguir la celebración del cumpleaños de uno de ellos, pero nunca volvió. Minutos después, recibió un disparo en la cabeza. La policía municipal de Acatlán, Oaxaca lo mató.

Cinco años han pasado desde aquel momento y Virginia Gómez, su madre —"Vicky", como todos le dicen— no ha dejado de repetir la misma frase: "Mi hijo no era un delincuente. Lo mataron con uniforme y luego quisieron manchar su nombre".

La escena quedó grabada en la memoria colectiva del pueblo y en un video que circuló por redes sociales: una mujer deshecha frente a un hospital grita desconsolada. Acaba de perder a su hijo. El joven futbolista, quien soñaba con debutar en la Tercera División profesional, había sido baleado por policías que, según la versión oficial, intentaban detener a un grupo de motociclistas que supuestamente evadieron un retén.

Pero el expediente dice otra cosa. Y su madre, también.

El tiro, la versión oficial... y la mentira

Según el reporte policiaco, la escopeta de uno de los agentes se accionó "por accidente" al caer al suelo cuando fue embestido por una moto. También aseguraron que Alexander iba armado. La escena parecía clara. Demasiado clara. Como si alguien hubiera acomodado todo para que la historia se escribiera sola.

Pero esa versión fue desmontada con testimonios y peritajes. Una mujer del pueblo declaró que vio cómo uno de los agentes, Sergio R. R., colocó una pistola junto al cuerpo del adolescente. La Defensoría de Derechos Humanos de Oaxaca confirmó que se trató de una ejecución arbitraria.

El policía fue condenado a 35 años de prisión. Cuatro más que participaron en el operativo siguen libres. Portan uniforme. Llevan pistola. Patrullan las calles donde viven la madre y los hermanos de Alexander.

"¿Has visto al asesino de tu hijo?"

Vicky recuerda el momento como si acabara de ocurrir. Fue en la graduación del kínder de su sobrina. El salón lleno de niños, aplausos, globos. Entonces lo vio. El hijo del policía que mató a Alexander estaba ahí. También él, uno de los cuatro implicados. Vestido de civil. Más robusto. "Se puso rojo como un tomate", dice ella.

—No lo reconocí de inmediato. Pero alguien se me acercó y me dijo al oído: ´¿Has visto al asesino de tu hijo?´. Desde entonces, la madre de Alexander vive con cuatro escoltas. Ha recibido amenazas por Facebook. Le dicen que deje de moverle al caso, que ya lo olvide. Pero no lo hará. Porque no hay olvido sin justicia.

La madre que se convirtió en activista

Después del asesinato, Vicky dejó su trabajo como secretaria. Aprendió de leyes, de peritajes, de derechos humanos. Tocó puertas en Oaxaca, en la Ciudad de México y hasta en el consulado estadounidense. Alexander tenía doble nacionalidad. —Muchos me dicen que soy una heroína. Yo solo soy una madre que no quiso quedarse llorando en un rincón.

Hoy, otras víctimas llegan a ella buscando orientación. La misma gente del Ayuntamiento, confiesa, les dice: "ve con Vicky, allá sí te ayudan". Incluso partidos políticos la buscaron para lanzarla como candidata a presidenta municipal. —¿Y sentarme en una oficina a ver pasar a los policías que mataron a mi hijo? Ni loca. Solo de pensarlo se me revuelven las tripas.

Una investigación incompleta, un crimen sin castigo

La Defensoría emitió en 2021 una recomendación clara: se trató de una ejecución extrajudicial. Pidió investigar a todos los agentes, realizar un acto público de disculpa y reparar el daño. Nada de eso ha ocurrido.

El gobierno de Oaxaca no ha indemnizado a la familia, pese a que la ley lo obliga. Nadie ha cumplido con las medidas recomendadas. Y la Fiscalía estatal nunca indagó si otras armas fueron disparadas. Las pruebas balísticas quedaron a medias. —Dicen que la justicia es lenta. Aquí no es lenta, aquí se detuvo —resume Vicky.

La historia de Alexander no es una excepción, sino un retrato del México donde las víctimas investigan y los asesinos patrullan. Donde las madres aprenden de leyes para exigir lo que el Estado les niega. —Fue un crimen de Estado —dice Vicky—. Lo mataron agentes del Estado, lo encubrieron sus superiores, y lo olvidaron las autoridades.

Cada vez que se cruza con un policía municipal, revive el trauma. No hay reparación posible para lo que vivió. Pero sí una certeza que la mantiene de pie: —Mi hijo siempre verá que su mamá fue valiente. Que no se rindió. Y que nunca, nunca se calló.


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