El feminicidio de Jessica Jaramillo y la caída del "Monstruo de Toluca"

Óscar García Guzmán no solo huyó de la justicia durante más de un mes, también jugó con ella. Mientras la policía del Estado de México lo buscaba por el feminicidio de Jessica Jaramillo, el presunto asesino serial se dedicaba a publicar mensajes desafiantes en Facebook, donde dejó entrever detalles de otros crímenes y retaba abiertamente a las autoridades. Pero fue precisamente esa necesidad de atención lo que terminó por delatarlo.

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Cuando Jessica Guadalupe Jaramillo Orihuela, de 23 años, desapareció el 24 de octubre tras asistir a la universidad, su familia sabía a quién mirar primero, Óscar, un excompañero que la había acosado tiempo atrás y por quien Jessica había cambiado de institución. La sospecha se convirtió en horror días después, cuando el cuerpo sin vida de la joven fue hallado dentro de la casa de García, en Toluca. En ese mismo lugar, la Fiscalía encontró enterrados los restos de otras dos mujeres.

Mientras era prófugo, Óscar se mantenía activo en redes sociales, publicando mensajes que evidenciaban un cinismo aterrador. "Para atrapar a un asesino en serie debes pensar como uno", escribió, acompañado de fichas de búsqueda de tres mujeres desaparecidas.

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Un mensaje como anzuelo

Fue esa publicación la que llamó la atención de Verónica Villalvazo, conocida como Frida Guerrera, activista especializada en casos de feminicidio. Decidió responder con un mensaje directo: "Óscar García Guzmán es un pendejo. Que se siente muy grande. Aquí te estoy esperando". Ese mensaje provocador fue el anzuelo y García Guzmán respondió.

Tras una serie de conversaciones privadas que Guerrera mantuvo con el presunto feminicida durante más de dos semanas. En esos intercambios, Óscar no solo confesó los asesinatos de Jessica, Adriana González Hernández (27) y Martha Patricia Nava Sotelo (25), sino que también habló de otras víctimas, entre ellas Mónica Chávez y su padre Tomás, a quienes dijo haber asesinado en 2012.

Necesidad de atención

La activista, con experiencia en psicología, entendió pronto que el perfil de García Guzmán era el de un hombre hambriento de atención, con rasgos de narcisismo y una profunda ira hacia las mujeres. "Me decía que todas éramos sus perras. Que a mí me haría lo mismo que a las demás en cuanto me tuviera enfrente", relata. A pesar del riesgo emocional y psicológico, Guerrera mantuvo la comunicación para obtener detalles que ayudaran a localizarlo.

Entre sus mensajes más inquietantes, García Guzmán expresó preocupación por sus mascotas. Pidió a Guerrera que las buscara y le confirmara que estaban bien. La Fiscalía usó esa necesidad como táctica de distracción, mientras seguía la pista digital del prófugo. "Me mandó nombres, me pedía fotos. Yo fui a ver a los animales. Él publicó una de esas fotos. Luego me dijo que iba a matar otra vez si no sabía de ellos", cuenta la activista.

A través de Gmail y redes sociales, el sujeto continuó describiendo con detalle los asesinatos. Contó cómo había torturado a Mónica, cómo estranguló a Adriana y a Martha. En sus mensajes se proclamaba asesino serial, aseguraba haber matado también a su padre, y exhibía una fascinación con la figura del criminal famoso.

Tenía libros sobre asesinos seriales y se quejaba de que la gente no lo había notado antes. "Si no hubiera matado, seguiría siendo un don nadie", escribió.

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El 6 de diciembre de 2020, gracias al rastreo digital facilitado por las conversaciones con Guerrera, García Guzmán fue detenido en la Ciudad de México. Fue acusado inicialmente por el feminicidio de Jessica, aunque también enfrenta cargos por las demás víctimas halladas en su domicilio. La Fiscalía del Estado de México reconoció el papel fundamental que jugó Frida Guerrera en el operativo de captura.

Poco después de su detención, se filtró un audio donde García Guzmán, desde prisión, llama a su madre. En la grabación afirma no arrepentirse de nada y le pide que cuide a sus mascotas, reafirmando la frialdad con la que parece procesar sus crímenes.

Aunque el proceso judicial sigue en marcha, para Guerrera la historia va más allá de una sentencia. "Este tipo no buscaba solo matar. Quería ser famoso. Quería que habláramos de él. Y lo logró, porque los medios fueron sus cómplices durante semanas. Pero ahora, al menos, está donde debe estar: en prisión".

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