- 18 de diciembre de 2024
El líder del Cártel del Golfo demostró su poder al realizar una llamada en vivo desde prisión, evidenciando las grietas del sistema penitenciario mexicano.
Osiel Cárdenas Guillén, líder del Cártel del Golfo, sorprendió a México el 8 de octubre de 2004 al realizar una llamada telefónica en vivo al noticiero de Canal 2. Lo que parecía imposible ocurrió: un narcotraficante habló directamente desde el penal de máxima seguridad de Almoloya de Juárez, conocido hoy como El Altiplano. Esta hazaña fue solo una de las múltiples pruebas de cómo el capo había doblegado el sistema penitenciario mexicano a su voluntad.
Una llamada que desnudó un sistema frágil
La llamada de Cárdenas Guillén no solo causó revuelo por su osadía, sino también por su contenido. Desde su celda, acusó al entonces titular de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO), José Luis Santiago Vasconcelos, de presionarlo para inculpar al gobernador tamaulipeco Tomás Yarrington en actividades ilícitas. Al mismo tiempo, dejó en evidencia el acceso a teléfonos móviles dentro de un penal que debía ser impenetrable.
Este acto simbólico de poder fue el inicio de una serie de eventos que demostraron el dominio de Cárdenas Guillén sobre el penal. A través del contrabando de teléfonos, radios de comunicación y hasta armas, el narcotraficante consolidó su influencia, convirtiendo el Altiplano en una extensión de su imperio criminal.
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El lujo dentro de la prisión
Custodios retirados del penal recuerdan con asombro y resignación cómo Cárdenas Guillén transformó su celda en una especie de oficina ejecutiva. Aseguran que "El Matamigos", como también se le conocía, no escatimó en sobornos para garantizar sus comodidades.
"El señor dormía en la celda 303 o 304. Llegó con un ego inmenso, pero rápidamente aprendió que en este lugar, con dinero, se puede hacer todo", comenta un exguardia. "Trajo teléfonos, radios, botellas de tequila, comida de restaurantes y drogas. Era evidente que seguía siendo el jefe de su cártel".
La conexión del capo con su organización criminal nunca se perdió. Desde la cárcel, seguía dando órdenes a sus aliados y supervisando las operaciones del Cártel del Golfo. Además, usaba su riqueza para ganarse la lealtad de los custodios, duplicándoles los sueldos e incluso financiando los estudios de sus hijos.
El control absoluto
Durante su estancia en el Altiplano, Cárdenas Guillén consolidó un poder casi absoluto. Según los exguardias, logró infiltrar armas dentro del penal y evitaba enfrentamientos directos con el personal de seguridad, quienes preferían mirar hacia otro lado antes que desafiarlo.
Este control quedó demostrado en los asesinatos de tres hombres vinculados a su principal rival, Joaquín "El Chapo" Guzmán. Entre las víctimas se encontraban Arturo Guzmán Loera, hermano menor del líder del Cártel de Sinaloa. Según informes, estas ejecuciones fueron planeadas y ejecutadas con la complicidad del personal del penal.
Tras estos hechos, las autoridades reconocieron públicamente la corrupción dentro de la prisión. En 2005, Carlos Tornero Díaz, entonces encargado de las prisiones federales, admitió que el arma utilizada en el asesinato de Guzmán Loera había sido introducida por personal penitenciario.
Un plan de fuga frustrado
El control de Cárdenas Guillén dentro del Altiplano no se limitó a la gestión de su cártel; también planeó su propia fuga. Con la ayuda de Carlos Rosales, alias "El Tísico", intentó coordinar un escape similar al realizado en 2003 en el penal de Morelia, donde 60 miembros de Los Zetas lograron huir.
Sin embargo, las fuerzas armadas descubrieron el plan a través de líneas telefónicas intervenidas y desmantelaron un campamento en Uruapan, Michoacán, donde un comando ensayaba la operación de rescate. Ante la creciente presión y los riesgos que representaba, el gobierno mexicano tomó una decisión drástica: extraditar a Cárdenas Guillén a Estados Unidos en enero de 2007.
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El regreso de un capo legendario
El 16 de diciembre de 2024, después de 14 años preso en Estados Unidos, Cárdenas Guillén regresó a México como deportado. A su llegada, fue recluido nuevamente en el Altiplano, el mismo penal que manejó a su antojo durante su primera estancia.
Aunque han pasado casi dos décadas desde su control absoluto, expertos como la antropóloga Elena Azaola aseguran que las condiciones dentro del Altiplano no han cambiado significativamente. "Sigue habiendo privilegios para ciertos internos. Los dispositivos de comunicación están presentes y la corrupción es evidente", afirma.
La historia de Cárdenas Guillén en el Altiplano refleja la debilidad estructural del sistema penitenciario mexicano. Los bajos salarios de los custodios, la falta de supervisión y el poder corruptor del dinero permiten que criminales de alto perfil mantengan su influencia incluso tras las rejas.
Mientras el Altiplano continúa siendo símbolo de las fallas del sistema, el regreso de Cárdenas Guillén plantea preguntas inquietantes sobre su posible capacidad para recuperar el control. ¿Será capaz de repetir su dominio? ¿O enfrentará un sistema más fortalecido? Por ahora, el narcotraficante espera la resolución de siete procesos federales, mientras el Altiplano sigue siendo testigo de las tensiones entre la ley y el poder del dinero.
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