- 29 de noviembre de 2024
La violencia desbordada en Sinaloa ha generado una crisis que ha comenzado a arrastrar a Mazatlán y que no deja de sacudir al gobierno estatal con el pánico de los civiles que viven en una zona de guerra.
La vida en Sinaloa ha sido transformada en un verdadero infierno. En medio de una guerra interna sin tregua dentro del Cártel de Sinaloa, las ciudades de Culiacán y Mazatlán viven bajo el yugo del terror. La detención y entrega en Estados Unidos de Ismael "El Mayo" Zambada, un hecho que parecía un golpe al crimen organizado, ha desatado una ola de violencia que lleva más de 45 días sin cesar.
La confrontación actual entre los grupos conocidos como "La Chapiza" y "La Mayiza" ha rebasado las crisis que Sinaloa experimentó en 2008. En aquella época, la traición dentro del cártel culminó con la detención de Alfredo Beltrán Leyva, "El Mochomo", y la posterior venganza que cobró la vida de Édgar Guzmán López, hijo de Joaquín "El Chapo" Guzmán. Hoy, el conflicto tiene raíces políticas y criminales mucho más profundas.
El detonante más reciente ocurrió el pasado 25 de julio, cuando, según declaraciones de Ismael "El Mayo" Zambada, habría sido secuestrado por Joaquín Guzmán López durante una reunión en la que también murió el exrector Héctor Melesio Cuén Ojeda. Este hecho marcó el inicio de un conflicto que ha sumido a Culiacán en un estado de sitio y ha desbordado la violencia hacia Mazatlán, el corazón turístico de Sinaloa.
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Gobierno señalado y estado en caos
El gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, ha enfrentado señalamientos de presuntos vínculos con "El Mayo". Mientras él busca apoyo del gobierno federal y legisladores de Morena, su estado se encuentra paralizado. En Culiacán, la policía municipal prácticamente ha desaparecido, y Mazatlán, conocido por sus playas y atracciones turísticas, ha visto mermar su actividad económica debido a la violencia.
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La violencia cobra vidas y destroza familias
De acuerdo con datos de la Fiscalía de Sinaloa, entre el 1 de septiembre y el 15 de octubre se reportaron más de 200 asesinatos relacionados con la guerra interna. Las desapariciones forzadas, una herida abierta en la región, han alcanzado casi 300 casos según colectivos de búsqueda, aunque el Registro Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO) contabiliza 236.
La población vive atrapada en un constante estado de miedo. Desde estudiantes que no pueden asistir a clases hasta trabajadores que temen salir a cumplir con sus labores diarias, el impacto es transversal y afecta a todas las generaciones.
Mazatlán, la joya turística de Sinaloa, también sufre las consecuencias de esta guerra brutal. La noche del 27 de octubre, el propio ayuntamiento emitió una alerta para que la población se resguardara ante un enfrentamiento armado que dejó al menos 30 muertos en una sola jornada. Este tipo de incidentes, que anteriormente parecían circunscritos a Culiacán, ahora amenazan con extenderse al resto del estado.
El impacto en Mazatlán no es sólo humano, sino también económico. Los empresarios locales reportan pérdidas significativas debido a la caída del turismo, mientras que los habitantes temen que la violencia se convierta en una constante. "Ya no es seguro salir ni siquiera a la playa. El temor de estar en el lugar equivocado a la hora equivocada es real", comenta Julio, residente del puerto.
Redes sociales: un escaparate del horror
En redes sociales, los testimonios de ciudadanos atrapados en esta violencia son desgarradores. Historias de familias que abandonan todo para buscar seguridad en otros estados, jóvenes que lamentan no poder salir a convivir con amigos y adultos que anhelan recuperar una vida normal, inundan las plataformas.
Además, los secuestros exprés y las amenazas no han respetado ni a los funcionarios públicos, empresarios y ciudadanos por igual han sido blanco de ataques. Nadie está exento de este ambiente de violencia e incertidumbre.
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Un conflicto sin solución a la vista
Los intentos del gobierno estatal y federal por contener la violencia han resultado infructuosos. Mientras las autoridades parecen limitarse a reaccionar a los acontecimientos, los líderes del cártel siguen operando con impunidad. Según expertos, el conflicto podría alcanzar un punto de inflexión únicamente con la captura de los cabecillas de los bandos en disputa, como ocurrió en 2009 con la muerte de Arturo Beltrán Leyva.
A más de 45 días de iniciada esta crisis, la población de Sinaloa vive con la esperanza de que el conflicto llegue a su fin. Desde Culiacán hasta Mazatlán, las demandas son las mismas: paz, seguridad y justicia. Mientras tanto, el estado continúa sumido en el caos, con familias fracturadas, calles desiertas y una sensación de abandono por parte de las autoridades.
La guerra interna del Cártel de Sinaloa no solo ha manchado de sangre al estado, sino que también ha evidenciado la fragilidad de las instituciones y la necesidad urgente de una estrategia que garantice la seguridad de sus ciudadanos que cada día que pasa temen por su vida.
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