- 01 de octubre de 2024
A diez años del brutal asesinato de Julio César Mondragón, su familia sigue exigiendo respuestas y justicia para el caso Ayotzinapa, enfrentándose al olvido y la indiferencia del Estado.
La tragedia de la Noche de Iguala dejó una marca imborrable en México, no sólo por la desaparición de 43 estudiantes de Ayotzinapa, sino también por el caso de Julio César Mondragón Fontes. El joven mexiquense, asesinado de manera brutal, no ha encontrado justicia después de diez años de marchas, investigaciones fallidas y un Estado que ha relegado su caso.
Su familia, sumida en el dolor, sigue buscando respuestas, mientras que el país avanza sin resolver completamente los crímenes cometidos aquella fatídica noche.
Han pasado diez largos años desde la fatídica noche del 26 de septiembre de 2014, cuando Julio César Mondragón Fontes fue asesinado de manera atroz en Iguala, Guerrero. Aunque su caso no forma parte de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, su brutal homicidio sigue siendo un emblema de la impunidad que persiste en México.
A pesar de que su cuerpo fue hallado y enterrado en su natal Tecomatlán, municipio de Tenancingo, Estado de México, la justicia aún no llega para su familia, que ha sido, en muchas ocasiones, excluida de los procesos de investigación.
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Conocido como "El Chilango" por sus compañeros, Julio César no solo era un estudiante de la Normal Rural de Ayotzinapa, sino también un joven con sueños y esperanzas, sobre todo porque tenía 15 días siendo padre de una pequeña que apenas comenzaba a ver el mundo.
Sin embargo, esa noche su vida fue truncada de la manera más cruel: le arrancaron el rostro mientras aún vivía, le sacaron los ojos y sufrió múltiples fracturas en 40 huesos de su cuerpo, incluyendo cráneo, tórax, y columna vertebral.
Su cuerpo fue encontrado a tan solo 500 metros de una zona militar, lo que ha generado aún más sospechas y dudas sobre la complicidad de diversas instituciones en su asesinato. Ante estos hechos han salido versiones diferentes pero ninguna se ha comprobado.
Una familia marcada por la tragedia
Afrodita, la madre de Julio César, ha vivido con un dolor indescriptible desde que perdió a su hijo. A pesar de los esfuerzos por mantener viva la memoria de Julio, las autoridades han marginado su caso.
"Mataron a Julio, y con él, parte de nosotros también murió. Sentimos impotencia, coraje, porque no hay justicia para los pobres, para los de abajo. ¿Qué les hizo mi hijo para que lo mataran de manera tan vil?", recrimina Afrodita, quien se enfrenta al recuerdo constante de esa noche.
Por su parte, Cuitláhuac Mondragón, tío de Julio César, sigue buscando respuestas. A lo largo de los años, ha tenido acceso a los expedientes tanto de su sobrino como de los 43 normalistas desaparecidos, pero asegura que la manipulación y la falta de avances son evidentes.
"Después de tantos años, no hay ningún avance significativo en el caso de Julio. Han manipulado la verdad y la justicia sigue siendo esquiva", señala Cuitláhuac con frustración.
Un crimen de Estado
El caso de Julio César Mondragón ha sido relegado por las autoridades. A pesar de los informes que han surgido, como el entregado por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) y la subsecretaría de Derechos Humanos encabezada por Alejandro Encinas hace dos años, la familia Mondragón siente que no han recibido la atención necesaria.
Lenin Mondragón, hermano de Julio, ha señalado repetidamente que las autoridades no los han convocado a reuniones clave ni les han dado un papel significativo en los informes oficiales.
"La Comisión Nacional de Derechos Humanos apenas dedicó cinco líneas a mi hermano, y lo peor es que simplemente lo atribuyen a un crimen del narcotráfico, exonerando al Estado de su responsabilidad. Esto fue un crimen de Estado, y no vamos a parar hasta que se reconozca", denuncia Lenin.
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La mentira histórica
La "verdad histórica" promovida durante el gobierno de Enrique Peña Nieto ha sido ampliamente rechazada por organizaciones de derechos humanos y expertos internacionales. Según esa versión, los estudiantes habrían sido detenidos por policías corruptos de Iguala y entregados al cártel de Guerreros Unidos, quienes los habrían asesinado e incinerado en el basurero de Cocula.
No obstante, investigaciones posteriores, incluida una realizada por el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), revelaron que esta versión era insostenible en todos sus sentidos y rumbos.
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador reabrió la investigación en 2018, y poco después, se encontraron restos de Christian Alfonso Rodríguez en la barranca de La Carnicería, a un kilómetro del basurero. Sin embargo, la familia Mondragón sigue exigiendo que el caso de Julio sea tratado con la seriedad que merece.
Un caso que no debe ser olvidado
El asesinato de Julio César es un recordatorio doloroso de que la Noche de Iguala no solo se trata de los 43 normalistas desaparecidos. En total, fueron 50 las víctimas de esa noche, entre estudiantes y civiles. Siete de ellas, incluido Julio, han sido identificadas y enterradas. No obstante, la lucha de su familia ha sido más solitaria, y en muchos aspectos, ignorada por el Estado.
El caso de Julio César no solo refleja la crueldad de los crímenes cometidos, sino también la falta de voluntad política para esclarecer lo sucedido. El hecho de que su teléfono celular se haya utilizado después de su muerte, incluso con llamadas realizadas al Campo Militar 1 en la CDMX, sigue siendo una pieza clave de la investigación que no ha sido suficientemente explorada.
La lucha incansable de la familia Mondragón
El camino que ha recorrido la familia de Julio César en estos diez años ha sido arduo y doloroso. Las marchas, las exigencias de justicia, y la constante esperanza de que algún día se sepa la verdad, han sido el motor que los mantiene en pie.
"Cada día es una lucha, pero no vamos a rendirnos. Julio merece justicia, y nosotros no vamos a parar hasta que se haga", afirma Afrodita.
Para la familia Mondragón, el olvido no es una opción. A pesar de las dificultades, de la indiferencia de las autoridades y del dolor que los acompaña diariamente, siguen buscando respuestas. Quieren saber quiénes fueron los responsables, por qué se le trató de manera tan brutal, y exigen que el Estado reconozca su papel en los hechos de esa noche.
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