Lorena Gutierrez ha buscado justicia para su hija Fátima Varinia Quintana desde 2015. Han sido amenazados, desplazados de su hogar y entre las consecuencias económicas, emocionales y el abandono institucional que denuncia la madre, también perdió al menor de sus hijos. 

Esto es un infierno: tras el feminicidio de Fátima, su familia vive como prisionera en su propio país
Esto es un infierno: tras el feminicidio de Fátima, su familia vive como prisionera en su propio país

"La peor bestialidad del mundo", así es como Lorena Gutiérrez recuerda el feminicidio de su hija Fátima Quintana, de 12 años de edad.

Debido a las amenazas que recibieron por parte de los asesinos de su hija, los 12 integrantes de la familia Quintana Gutiérrez tuvieron que huir de su lugar de origen y ahora enfrentan su tercer mudanza. Estos hechos provocaron la muerte de Daniel, otro de los hijos de Lorena. 

En La Lupita Casas Viejas, un pueblito ubicado en el municipio de Lerma, Estado de México, la mayoría de sus habitantes se conocen desde que eran niños. 

Por eso no sorprendió que cuando se enteraron del feminicidio de Fátima Quintana, aquel  5 de febrero de 2015, todos se reunieron para intentar linchar a los tres hombres jóvenes que le arrebataron la vida a "Tatis", como conocían a Fátima Varinia. 

Una tarde la princesa

vio una estrella aparecer;

la princesa era traviesa

y la quiso ir a coger.

 

[...] Ya que lejos de mí vas a estar

guarda, niña, un gentil pensamiento

al que un día te quiso contar un cuento.

Margarita, de Rubén Darío, era el poema favorito de Fátima, una adolescente que estudiaba la secundaria en un poblado que se encontraba a 30 minutos de su lugar de origen. 

"Los minutos más terroríficos que una niña puede vivir"

Fátima era una niña muy puntual, ordenada, inteligente y sensible; amaba leer y conocer nuevos mundos a través de libros y películas. Ese  5 de febrero, Lorena recuerda que Fátima se levantó como de costumbre para llegar temprano a la escuela. Y así, en ese apuro, fue la última vez que su familia la vio con vida.

Y es que cuando terminaron sus clases, Fátima regresó como otras tardes junto a su vecina y amiga de la infancia, Salma, con quien caminaba hasta un punto que dividía a las dos niñas para dirigirse a sus hogares.

Mientras esperaban su llegada, la familia Quintana Gutiérrez preparaba la comida, pero por alguna razón, que aún no pueden explicar, no sintieron el paso del tiempo entre las 2:25 y las 3:40 de la tarde. Fátima nunca tardaba, su hora de llegada a casa no pasaba de las 3:00 pm.

Entonces Lorena tuvo un presentimiento. Ella, su esposo y su hijo Daniel salieron corriendo de su hogar a las 3:40. "Fátima no ha llegado", gritaba la madre a su paso.

Como si alguien se lo hubiera pedido, Lorena se detuvo frente a la casa de los hermanos Misael (de 17 años) y Luis Ángel (de 21 años). Notó en sus actitudes algo extraño. Les preguntó por Fátima y ellos negaron haberla visto.

Acompañada de su esposo y su hijo Daniel, quien entonces tenía 11 años, acudieron al domicilio de Salma, amiga de Fátima, para preguntarle sobre el paradero de la menor de edad. 

Salma acompañó a Lorena hasta el punto donde había visto por última vez a Fátima, a unos cuantos pasos de la casa de Misael y Luis Ángel. 

Los hermanos nuevamente negaron haber visto a la niña, pero la amiga los increpó: "Cuando ustedes estaban en el barandal, los dos y su amigo "El Pelón" (de 24 años) silbaron hacia donde iba Fátima". 

Ahí comenzó lo que Lorena define como un "infierno". La madre caminó a unos cuantos metros del domicilio, donde encontró la sudadera de Fátima, su dinero y un cuchillo con sangre.

Lorena y su familia convocaron a los pobladores de La Lupita para que ayudaran a buscar a Fátima. En este pueblito, ubicado en la alta montaña junto a la carretera Naucalpan-Toluca, todos gritaban el nombre de la niña. 

En un momento Lorena vio salir a Misael con la mochila de Fátima, el sujeto echó a correr junto a "El Pelón". La madre intentó alcanzarlos.

Entonces uno de los yernos de Lorena ingresó al patio trasero del domicilio de los hermanos, donde encontraron baldes de agua con lodo y sangre. Ahí se habían limpiado luego de perpetrar el crimen.

La madre sabía perfectamente en qué zona del cerro había lodo, así que acudió a este lugar. Encontró una zanja con sangre, tierra rasgada con los dedos y a un lado la liga de cabello de Fátima. 

Del otro lado ya estaba su hijo Daniel. 

"Mamacita, ahí está Fátima, ahí está su mano y su cabecita sácala porque Fátima se está ahogando", fue la primera reacción del menor.

Entonces Lorena ya no supo de sí. Bajó hacia la carretera y se sentó, uno a uno el resto de sus hijos le preguntaban "¿Dónde está Fátima?" "¿Está bien?". "Está muerta", les respondía ella. 

Peritos verificaron la muerte de la menor de edad. Después quedaría asentado en la carpeta de investigación: 

  •           Los hermanos (Misael y Luis Ángel) interceptaron a Fátima de frente y "El Pelón" salió de los arbustos. Le cortaron la cara y el cuello. "Dicen que mi hija en el afán de defenderse volteó con el mismo cuchillo y cortó a uno de ellos, eso los hizo enfurecer más". 
  •           En el trayecto de donde la interceptaron hasta el punto en el que fue localizada sin vida, la 'picaron' alrededor de 90 veces. Le enredaron una cadena en la mano, la golpearon, le sacaron un ojo y le tiraron todos los dientes. Cuando llegaron a esa zanja los tres hombres la violaron vaginal y analmente.
  •           Le fracturaron las clavículas, sus muñecas y sus tobillos. Le abrieron sus entrepiernas y el pecho. También le introdujeron por el recto un objeto de bordes irregulares. Le destrozaron su cabeza con una piedra de 36 kilos y dos de 32, de esa manera fue como en el expediente plasmaron que Fátima había muerto por traumatismo craneoencefálico severo y por edema.

Jamás pusieron que fue un feminicidio, sino hasta unos meses después, porque decían que no podían comprobar si mi hija ya había tenido su primer periodo. Fueron los 40 minutos más terroríficos que cualquier niña puede vivir", contó Lorena. 

Ese 5 de febrero los vecinos intentaron linchar a los feminicidas; sin embargo, Lorena decidió entregarlos a la autoridades. 

"No Lorena, te vas a arrepentir, déjanos matarlos", le decían. Los rociaron con gasolina, pero la madre no dejó que los quemaran. Confió en que habría justicia sin imaginar todo lo que vendría. 

Al día de hoy, Luis Ángel cuenta con una sentencia condenatoria de 73 años. Su hermano Misael -al ser menor de edad- recibió una sentencia de sólo cinco años y saldrá libre en 2022. Mientras que "El Pelón", quien fue liberado y nuevamente detenido, recibió un condena de prisión vitalicia. 

Balearon su casa y 12 integrantes tuvieron que huir 

El camino para obtener justicia no ha sido sencillo. En el transcurso de los meses posteriores al feminicidio de Fátima, Lorena y su familia recibieron amenazas que los obligaron a desplazarse del lugar en el que crecieron y crearon redes de apoyo. 

La familia Quintana Gutiérrez está conformada por Lorena y Jesús (padre de Fátima);  sus hijas e hijos: Jimena (con esposo y dos hijos), Janet (también con pareja y madre de dos), Omar y Daniel.

Daniel, Fátima, Omar, Janet y Jimena.

En total 12 personas vivían en riesgo tras el feminicidio. Llamadas intimidantes, mensajes en las escuelas y disparos en su domicilio fueron algunas de las situaciones que la familia vivió como consecuencia de intentar hacer pagar a los feminicidas de Fátima, quienes estarían involucrados en otras actividades delictivas.

En septiembre de 2016, la Comisión Ejecutiva de Víctimas del Estado de México les "otorgó" un primer desplazamiento. Los 12 integrantes son llevados a un municipio cercano a Toluca. Lorena tuvo que abandonar sus máquinas de coser y Jesús su trabajo como chofer de transporte público. 

Las condiciones de seguridad no mejoraron y la familia continuó recibiendo amenazas, por lo que en 2017 nuevamente fueron víctimas de desplazamiento. En esta ocasión los trasladaron a Nuevo León, donde perdieron a otro integrante de la familia. 

Vivir con lo mínimo 

En Monterrey la familia tuvo que vivir con un "perfil bajo". No podían contar con una identificación oficial ni obtener un empleo para no ser localizados. Por lo que el padre de familia obtuvo un trabajo gracias a la familia de otra víctima de feminicidio que vivía en la ciudad. 

Esta precariedad provocó que a Monterrey llegaran 12 pero se quedaran cuatro. Sus dos hijas con sus respectivas familias tuvieron que volver al Estado de México aún con el riesgo que esto implicaba.

(En Monterrey) nos estaban matando de hambre, no había trabajo. Nos trajeron a una casa que el gobierno pagaba y hasta ahí, la casa tenía muebles, pero no contaba ni siquiera con una cobija, una cuchara, nada de despensa. No sé de dónde imaginaban que nosotros íbamos a tener para comprar trastes, todo lo que hacía falta para que 12 personas pudieran vivir".

En ese contexto la familia debía darse tiempo para viajar y seguir con las diligencias que implica el buscar justicia para Fátima. 

Lorena contó que la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas del Estado de México les otorgaba dos mil pesos en viáticos. En marzo de 2020, debido a la pandemia por COVID-19, la familia comenzó a recibir una canasta alimentaria de mil 500 pesos. 

A las consecuencias económicas que supone el desplazamiento, se sumó el estado de ánimo de la familia, pues además de enfrentar el feminicidio de Fátima, también debían renunciar a su entorno, a sus lazos construidos en comunidad, a sus vidas.

Con una situación emocional y económica complicada, la familia enfrentó una nueva tragedia. 

"La omisión asesinó a Daniel"

Daniel, el hijo menor de la familia y con quien Fátima convivió debido a que sólo había un año de diferencia entre ambos, resintió los estragos de un feminicidio y el desplazamiento. 

"Era mi vida, mamá, era mi compañera", decía Daniel tras el feminicidio de Fátima. Fue él quien encontró a su hermana sepultada bajo rocas y entre un charco de sangre. En ese entonces sólo tenía 11 años, pero "dejó de ser el niño que era antes"

Daniel comenzó a aislarse, a "cortarse" y tener problemas de ansiedad. Debido a esto recibió terapia psicológica. 

Ya con 16 años, y viviendo en Monterrey, inició sus estudios en la Preparatoria 2 de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Pero el confinamiento por la pandemia recrudeció sus problemas. 

Los últimos días del mes de noviembre de 2020 Daniel comenzó a sentir un fuerte dolor en el abdomen. La familia peregrinó por cuatro hospitales donde los médicos indicaron que el joven de 16 años enfrentaba un ataque de ansiedad.

Al llegar al último hospital a Daniel le suministraron ansiolíticos y antidepresivos, "sin siquiera revisar el dolor abdominal", refiere Lorena. 

Ese 25 de noviembre la familia llevó a Daniel a su domicilio, pero se encontraba inconsciente, únicamente exclamaba quejas por el dolor estomacal que no se detenía. De pronto el joven dejó de respirar, arrojó sangre por la boca y falleció 

La omisión y la indolencia lo asesinaron. El sistema de impartición de justicia, todos son culpables de ahora haber asesinado a Daniel. La realidad es que este es un maldito infierno, nosotros jamás le hicimos nada a nadie, mis dos bebés no tenían porqué estar muertos". 

Lorena denunció que la muerte de Daniel haya ocurrido pese a que la familia se encontraba en una medida de protección, la cual debía haberles brindado garantías.

Tras lo ocurrido, la familia inició un proceso legal contra quien resulte responsable por la muerte de su hijo adolescente. 

¿Por qué vivir como prisioneros en nuestro propio país?, ¿por qué no hay garantías para nosotros de salud, de educación, de seguridad?, ¿por qué sí las hay para los asesinos?".

Con el recuerdo de sus dos hijos en su mente, Lorena prometió darles justicia. 

La exigencia de justicia de Lorena y su familia tras el asesinato de Fátima forma parte del especial #DesplazadasPorElFeminicidio.  

PARTE I: Escondidos, amenazados y sin derechos: así vive la familia de Fernanda Sánchez Velarde tras su feminicidio 

PARTE III: Me voy a morir sin ver justicia": Norma tuvo que huir de Chihuahua por buscar castigo para los asesinos de su hija

PARTE IV: ¿Qué le debe el Estado a las familias desplazadas por un feminicidio?

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