- 15 de junio de 2025
Jovita corrió por ayuda sin recibir auxilio de ninguna institución. Su feminicidio, perpetrado en pleno centro del municipio de Comonfort, ha conmocionado a Guanajuato.

Jovita corrió 350 metros pidiendo ayuda. Iba descalza, aterrada, mientras detrás de ella un hombre la perseguía con un machete en mano. Tocó puertas, gritó frente a una comandancia, buscó refugio en la plaza principal del municipio. Nadie la ayudó.
En una farmacia del centro, justo donde creyó que estaría a salvo, la mataron. Su crimen no fue en la oscuridad ni en el silencio: fue a plena vista, en medio de un pueblo que se hizo el sordo.
Era la madrugada del 29 de abril. Jovita, cuyo nombre completo era Blanca Estela Vázquez Tovar, tenía 54 años, una leve discapacidad intelectual, y vivía con su madre de 76 años, a quien cuidaba y acompañaba todos los días.
Ambas habitaban una casa en la calle Ignacio Allende, en el centro de Comonfort, donde también tenían una panadería. Su vida, sencilla y conocida por todos, terminó de forma brutal y solitaria.

Todo empezó cuando Luis Daniel, un empleado de la panadería, entró por la fuerza a la casa con un machete. Tras forcejear con el primo de Jovita y amenazar a los presentes, la mujer y su familiar lograron escapar y llamaron dos veces al 911. Nadie respondió.
"Si hubieran respondido, mi tía no habría salido a buscar ayuda", denunció Mariana Vázquez, sobrina de Jovita, durante una protesta organizada el 5 de mayo. A partir del testimonio de su tío y vecinos, reconstruyó el último recorrido de su tía: desde su casa, tocando puertas, rogando ayuda en una comandancia cerrada, hasta la antigua presidencia municipal, donde tampoco recibió auxilio.
Terminó refugiada en una farmacia, el único sitio que no cerró las puertas. Ahí fue donde Luis Daniel la alcanzó y, frente a clientes y empleados paralizados por el miedo, la asesinó. La golpeó con el machete y finalmente con una piedra en la cabeza.

Un crimen que todos vieron, pero nadie quiso detener
La Fiscalía General del Estado de Guanajuato clasificó el asesinato como feminicidio. Luis Daniel fue vinculado a proceso no solo por la muerte de Jovita, sino también por herir al primo de la víctima y a un policía de tránsito.
Aun así, el alcalde morenista de Comonfort, Gilberto Zárate Nieves, ha intentado desviar el foco: declaró que no se trató de un feminicidio, sino de un homicidio común, y ha sugerido que las denuncias públicas de la familia tienen tintes políticos.
"No sé si la ciudadanía se sienta agraviada en ese tema, porque lo han magnificado de manera incorrecta... Le dieron un tono político, carroñero", dijo el alcalde en una entrevista con el medio local Más Noticias el 27 de mayo.

Un día después, el gobierno municipal publicó un comunicado asegurando que habían actuado "de manera inmediata" y "conforme a los protocolos". Pero los hechos contradicen su versión: ni las llamadas al 911 fueron atendidas, ni se abrió la puerta de la comandancia cuando Jovita llegó suplicando ayuda.
Peor aún, cuando su primo avisó a policías que la mujer estaba siendo perseguida hacia la farmacia, estos se dirigieron a la casa familiar, ignorando la urgencia.
La indiferencia oficial de las autoridades ante la violencia
La familia de Jovita no solo carga con el dolor de su pérdida, sino también con la revictimización. Han denunciado que personas cercanas al presidente municipal se han burlado del feminicidio en redes sociales, desacreditando sus relatos y minimizando lo ocurrido.
"Tuvo todo el tiempo del mundo para asesinarla", repite Mariana Vázquez. Su indignación no es solo por la muerte de su tía, sino por la impunidad que percibe, por la inacción institucional y el desprecio hacia quienes piden justicia.

Tras el feminicidio, Mariana dice que muchas mujeres del pueblo se han acercado para contarle historias similares: situaciones de riesgo en las que llamaron a la policía sin recibir respuesta. Jovita, dicen sus familiares, era una mujer alegre, trabajadora, querida por la comunidad. "Era inocente. No se metía con nadie", recuerda Mariana.
En Comonfort, la violencia contra las mujeres no es nueva, pero la muerte de Jovita ha dejado al descubierto una estructura institucional que prefiere mirar hacia otro lado. Una tragedia que pudo evitarse, y que hoy expone, con dolor, la fragilidad del sistema que debería proteger a las víctimas.
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