- 13 de junio de 2025
La familia de Isaías creyó haberlo encontrado tras cinco años de búsqueda, pero la Fiscalía de Zacatecas rechazó su reconocimiento al no coincidir la prueba de ADN.

Durante cinco años, la familia de Isaías vivió con la angustia de no saber dónde estaba. En abril, una fotografía de un cuerpo hallado en una fosa común de Zacatecas parecía dar respuesta, era él, lo reconocieron por su rostro, sus manos y hasta su credencial. Preparaban el funeral cuando llegó la llamada que lo derrumbó todo: la Fiscalía aseguró que no se trataba de él. Que el ADN era negativo. Que tal vez aún vivía.
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En noviembre de 2020, Isaías Soto Gurrola desapareció mientras trabajaba en un campo agrícola del municipio de Villa de Cos, en Zacatecas. Había viajado desde Mezquital, Durango, junto a otros jóvenes con la esperanza de ganar dinero y regresar a casa con un ingreso digno. Pero su sueño terminó abruptamente cuando un grupo armado irrumpió en el lugar y se llevó a cinco trabajadores. Solo cuatro regresaron.
Desde entonces, su familia inició una búsqueda incansable. Presentaron denuncias, preguntaron en hospitales, hicieron recorridos, y se unieron a colectivos de búsqueda. Pero durante cinco años, no obtuvieron respuestas concretas. Solo silencio.
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Todo coincidía con Isaías
Hasta abril de 2025. Ese mes, la Fiscalía General de Justicia del Estado de Zacatecas (FGJEZ) les mostró fotografías de un cuerpo que se encontraba en una fosa común del panteón forense de Fresnillo. Tenía una credencial de elector con dirección en Durango. El rostro, las manos, los pies: todo coincidía con Isaías.
Brenda Mireya Morales Soto, sobrina del joven, viajó desde Durango con su abuela para hacer el reconocimiento. "Nos mostraron las imágenes y supimos que era él. Estaba su credencial, sus rasgos. No había duda", cuenta Brenda.

La Fiscalía les explicó que faltaba una prueba de ADN para formalizar la entrega del cuerpo. Ellas regresaron a Durango con la certeza de que por fin podrían sepultarlo con dignidad. Incluso comenzaron a reunir el dinero —unos 18 mil pesos— que una funeraria les había presupuestado para trasladarlo. Pero días después, todo cambió.
Una llamada que deshizo el duelo
Fue una funcionaria de la FGJEZ, identificada solo como "Norma Angélica", quien les llamó para decirles que la prueba genética no coincidía. Que el cuerpo no era de Isaías. Que existía la posibilidad de que estuviera vivo.
"Nos dejó en shock. ¿Cómo que no era él? Si lo vimos, si todo coincidía. ¿Cómo va a estar vivo si yo lo reconocí?", reclama Brenda.
Esa llamada desató angustia dentro de la familia que ya había comenzado su proceso de duelo. Ahora, la herida volvía a abrirse, más profunda, más incierta. "Pensamos que tal vez confundieron los cuerpos, o que hubo un error en la prueba", dice Brenda.
Isaías fue visto por última vez el 8 de noviembre de 2020. Ese día, un comando armado irrumpió en el campo agrícola donde él trabajaba. Se llevaron a cinco hombres. Cuatro regresaron. Isaías fue el único que no volvió.
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Ocho días después, el 16 de noviembre, fueron hallados cuatro cadáveres en un tramo carretero entre Chaparrosa y Chupaderos, muy cerca del lugar del secuestro. Uno de esos cuerpos llevaba una credencial con dirección en Durango, pero la Fiscalía de Zacatecas nunca notificó del hallazgo a su contraparte en Durango ni a la familia.

A pesar de tener una ficha de búsqueda activa, Isaías fue enterrado como "no identificado" en la fosa común del panteón forense de Fresnillo. Allí pasó casi cinco años, sin nombre, sin tumba y sin justicia.
Fue gracias al colectivo Madres Buscadoras de Durango que el caso volvió a cobrar fuerza. Ellas localizaron una ficha de identificación compatible con Isaías en la plataforma digital de la Fiscalía zacatecana. A partir de ese hallazgo, Brenda y su abuela reactivaron el caso y viajaron a Zacatecas.
Hoy, nadie sabe con certeza qué pasó con Isaías. La Fiscalía de Zacatecas no ha explicado por qué el cuerpo hallado en 2020 no fue relacionado con la denuncia de desaparición. Tampoco ha aclarado cómo un reconocimiento visual tan claro pudo ser desmentido por una sola prueba de ADN.
"Solo queremos la verdad, sea cual sea", insiste Brenda. "No puede ser que después de todo lo que vivimos nos digan que no es él sin una explicación clara. Ya no sabemos si está vivo, muerto o enterrado por error".
El caso de Isaías es un reflejo brutal de cómo las familias de personas desaparecidas no solo enfrentan el dolor de la ausencia, sino también el peso de convertirse en investigadoras, forenses, abogadas y dolientes, todo al mismo tiempo.
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